CAPÍTULO III

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Tres días…

Solo pudo soportar tres días y el alfa regresó a aquella cafetería, enfermo y desesperado por verlo; solo quería verlo, aunque sea desde lejos, nunca sintió tanta necesidad de ver a alguien, tanto anhelo por un omega en especial; la cual, ni siquiera su nombre sabia.

Pero el omega no volvía.

A pesar de que los empleados de la cafetería le aseguraron que era un cliente que venía siempre por su café a la misma hora.
El omega no volvía.

Siguió manteniendo las esperanzas, ahora era un alfa que todos los días iba a la misma cafetería, de paredes de ladrillos y helechos colgantes. Se sentaba en la mesa junto a la ventana, esperando por un omega la cual dudaba si fue producto de su imaginación o en realidad sí lo vio.

Los empleados del café no tuvieron las agallas para decirle al alfa que aquella solitaria mesa era reservada, la horrible cicatriz en la cara, su porte serio y salvaje solo creaba pavor a su alrededor.

Fueron seis días para ser exactos.

El omega llegó al local vistiendo un enorme suéter de lana rojo, se sacó el gorro negro y sus rebeldes mechones se acomodaron en su frente ocultando así sus bellos ojos, y se dirigió directamente a su habitual mesa.

No espero que encontraría a alguien más ocupando ese sitio. Era su lugar, los empleados ya reservaban esa mesa solo para él, no lo hablaron pero sabe que es la mesa del omega ángel como lo llaman en susurros fallidos en las que él bien podía escucharlos.

Su mirada volvió a encontrarse con la del alfa. Ninguno dijo nada.

Se sentó a su lado y espero por su café.

Por alguna rara y inexplicable razón su presencia no lo molestaba, e inconscientemente disfrutaría de la calidez de su cuerpo al tenerlo cerca.

Cuando el camarero se retiro el alfa le pasó tres paquetes pequeños de azúcar y él las tomó.

—Me llamo Mew —.

El omega lo miró a los ojos y admiro una vez más lo lindo que se ve cuando intenta verse suave cuando todo él parece una cruel y despiadada bestia, asintió ante el saludo y se concentró en revolver el azúcar en su taza de café con leche, humeando satisfactoriamente frente a él.

Paso dos horas de un agradable tarde dando una compañía silenciosa uno al otro.

El omega se sentía cómodo, y mientras recordaba el grito desgarrado de uno de los enemigos de su padre, quien fue uno de los que en aquella emboscada mató a su madre, imploraba por su compasión mientras le perforaba su pecho con una lanza caliente, Mew admiraba su inocente belleza, sus abultados y siempre rojos labios, lo suave que se ve su piel, lo vulnerable que es, lo triste de su mirada, lo pequeño de su cuerpo, lo mucho que lo quería en sus brazos.


***

El omega desapareció por dos días y el alfa casi se volvió loco, ni siquiera sabía su nombre, solo quería verlo.

Al tercer día llegó, Mew levantó la mirada emocionada la cual se transformó en una muy preocupada en el segundo siguiente; el menor se veía más débil de lo que es, más delgado de lo que ya estaba, sus gigantescas prendas solo lo hacían ver más tierno, más pequeño, más vulnerable.

No hubo saludo de por medio, solo esa mirada que siempre conectaban y es todo.

Pero el alfa se moría por abrazarlo, por cuidarlo. Siempre lo veía caminar totalmente solo bajo la suave lluvia, y si se atrevía a seguirlo, lo vería llegar a una pequeña casa o bien desaparecería detrás de un lujoso auto que lo recoge en algún callejón oscuro.

Quería cuidarlo, quería alimentarlo…  quería amarlo.

Sus diminutas manos temblaban y se encorvo para tomar su taza de café y gimió bajito a sentir el líquido caliente deslizarse por su garganta.

Fue la primera vez que el alfa lo escucho emitir sonido y quiso abrazarlo, quiso protegerlo.

Mew volvió a intentar ser suave cuando seco sus lágrimas pero aún seguía siendo muy torpe, esa porcelana estaba agrietada y bajo sus pesadas manos podría hacerse añicos.

Sus agudos sentidos, gracias a las mutaciones de tanto experimento; logro percibir en el omega su aroma más dulce, y comprendió el por qué desapareció.
El omega no había vuelto por su celo y se preguntó ¿solo dos días? Quedó confundido, le enseñaron que el celo de un omega dura cinco días, no entiende.

El menor no se apartó esta vez, dejó que el alfa secara sus lágrimas mientras seguía pensando donde se habrá escondido el cuarto y último alfa que abuso de él.

YO SECARE TUS LÁGRIMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora