CHARLOTTE
El riquillo me soltó rápidamente. Como si yo fuera un objeto no deseado.
—¡Si decís algo te envío a limpiar aviones! —Amenazó.
La recepcionista lo observó expectante, después me observó a mí con la misma mirada.
—No es lo que parece... nos iban a matar —Me excusé. —¡Tienes que creerme!, yo nunca caería tan bajo para tener algo con este hombre.
—¡Oye! —Se quejó la anguila con patas.
—Te creo. —Sonrió ella.
Espera... ¿Qué?
¿Así de fácil?, ¿sin que te dieran una finca de por medio?
—Yo dejé pasar a la señora Cristina por el garaje —Informó sin algún tipo de tapujo. —Esperaba que ya estuvieras muerto... —Su voz desprendió melancolía mientras observaba a la anguila con patas. —¿Al menos perdiste un testículo?
El riquillo la tomó de la mano y la haló hacia dentro del ascensor.
—Espera... no estoy lista aún —Dijo ella mientras dejaba salir un pequeño gemido de placer de su boca. —En este lugar es muy inseguro.
¡Esto tenía que ser una broma!
¿Acaso también acostó con mi madre?
—¡Cerrá la boca, anormal! —La anguila con patas la agarró de los hombros. Se podía ver cierto placer en el rostro de ella. —¡Si me hubieran matado vos serias cómplice de asesinato!, ¿tan poco te importo?
—Si no eres para mí, no eres para nadie —Dejó salir una risita. —Y si no eres para nadie, eres mío. ¿Esto te hace entender lo mal que estas?
Antes de que las puertas del ascensor se cerraran. Salí.
¡Bien!, esto era todo. Ya me veía en la obligación de aprender a hacer hamburguesas.
—¡Charlotte! —Llamó el riquillo al cerrarse las puertas.
Caminé hacia portería paciente y calmadamente. Al llegar a la puerta principal. Toqué el hombro del hombre voluptuoso que se hallaba de espaldas.
—Disculpe, hay una loca suelta en el edificio —Informé. Él se dio la vuelta. —. Intentó matar al señor Fredrik y a mí —Mi rostro era sereno. —. Casi pierdo seis meses del acondicionador más costoso que puedes imaginar. Cierra las puertas y llama a la policía.
Apenas terminé de hablar, el hombre habló.
—Otra vez... —Se quejó mientras llevaba el radio a su boca.
Espera...
¿No era la primera vez que sucedía esta locura?
¿Acaso este edificio era un circo?
—Código naranja. La señora catalina se ha colado en el edificio, cierren todas las puertas y no dejen que la doctora Raquel se entere.
Sorprendente. Hasta sabe su nombre.
¡Hasta tienen un código para esta situación!
—Ya todo estará en orden —Me sonrió.
¡Claro que no!, ¡esto no era normal!
—Si... —Pretendí verme calmada.
—¡Charlotte! —Escuché la voz del riquillo a mis espaldas. Me di la vuelta y observé que provenía de las escaleras. —¡No la dejés salir!
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Cuando empecemos a ser
ChickLitLa vida de Fredrik es una mentira. Está a punto de casarse con una mujer que no ama bajo la intensa presión de su padre por un simple beneficio comercial. Charlotte no tiene una situación diferente, ya que no logra encontrar un empleo en su profes...