Prejuicio

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CHARLOTTE


Me di por entendida de la situación cuando nuestros labios se separaron. El suave roce de su contextura me hizo sentir acaloradas mis mejillas. No era mi primer beso, tampoco creo que fuera el ultimo, pero lo que más me aturdió fue que no pude decir nada. Pude haberme echado para atrás, pegarle como hice unos días atrás. Entonces... ¿Por qué no lo hice?

¿Por qué no percibí malintencionada su acción?

Fue diferente a la vez anterior. Esta vez sentí ingenuidad e inocencia en su mirada. Como si fuera algo que deseaba con su corazón y no con su ego.

Puede ser tan solo un insignificante beso. Un beso que normalmente no expresaría amor, sino algo muy diferente. Puede tratarse de un beso por el momento, un beso provocado por la debilidad de nuestros corazones.

Al encontrarme de nuevo con sus ojos. Volví a sentir el tacto del agua sobre mi cuerpo enfriándolo. Mi cerebro dejó de hacer aquel largo viaje a mi subconsciente y mis labios se fruncieron provocando una sonrisa en él.

Sonrisa que apagué con un golpe.

Giré hacia un costado y comencé a nadar hacia la orilla mientras él expresaba que tan fuerte fue mi golpazo. Mas confundida que asustada, nada con velocidad mientras dejaba sus disculpas atrás.

Nadé mientras trataba de volar, él me seguía tratando de detenerme, cosa que no logró hacer. Al llegar a la orilla, me alcé con la ayuda de mis brazos y empecé a buscar la salida mientras quitaba el chaleco de mi cuerpo.

—¡Charlotte, espera! —Llamó a mis espaldas. —Salen osos a estas horas de la noche. —Pretendió bromear, aunque no me causara alguna gracia. —Ya, lo sé. Mal momento para bromas. Por favor hablemos...

—¡No quiero hablar con usted! —Me adentré al sendero. —Quiero irme.

—¡No te dejaré ir hasta que no hablemos! —Sentí su voz más cerca, era probable que ya hubiese salido del agua.

La anguila con patas y yo nos habíamos besado. Beso...besado... él y yo... ¿¡Nos besamos!?

Esto es malo, es muy malo. Las cosas no pueden volver a ser como antes después de un beso. Esto de seguro le ha dado pista libre para cometer más acciones similares, más que todo cuando yo no me negué.

—¡Charlotte! —Pronunció. —¡Detente! —Sentí un agarre en mi brazo que me obligó a darme la vuelta.

Ahí estaba él, con el rostro de siempre mientras seguía vistiendo su chaleco.

—¡Suélteme! —Contesté zafándome de su agarre antes de seguir caminando.

—¡Solo fue un beso! —Disminuyó su importancia. —Si te preocupa Raquel ella no sabrá nada. —Indicó a mis espaldas.

¡Dios!, había olvidado lo más malévolo entre todo.

¡Raquel me matará!, me matará y me venderá como sushi.

—Aunque, a mi si me importó... —Logré escuchar su voz baja. —¿¡A ti te importó, Charlotte!?

—¿¡Cómo puede pensar en eso!? —Discutí dándome la vuelta. —¿¡Tan poco le importa los sentimientos de la señora Raquel!? —Observé su rostro expectante.

Este hombre era impresionantemente egoísta. No le interesa nada más que él. Raquel se desvive por él y él se desviste por todas.

¡Es un idiota!, ¡Todos los hombres son idiotas!

Cuando empecemos a serDonde viven las historias. Descúbrelo ahora