Un amor diferente

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CHARLOTTE


Luca me continuó sonriendo mientras comía. Quizás disfrutando la expresión de mi rostro ante sus palabras.

¿Cómo sabe esto también?

—No hace falta que respondas —Recogió las magas de su suéter antes de continuar comiendo. —Pero quiero recomendarte que te prepares. Mi propuesta aún está vigente. Sal conmigo.

—No saldré con usted —Ratifiqué firme. —Tampoco entiendo sus juegos sin lógica —Expresé molesta.

Él sonrió mientras cortaba la pechuga con la ayuda del cuchillo.

—No quiero que mi juguete favorito se estropee, es todo.

Me situé de pie y abandoné la mesa.

No tenía por qué soportar sus comentarios sin lógica, pero que tenían toda la intención de ofenderme. El hombre es un idiota y yo poco tolerante. Y no puedo permitirme armar un escándalo en la cafetería.

Me dirigí hacia el pasillo que daba a la recepción y pretendí ignorar los susurros de Verónica llamando mi nombre. Llamé al ascensor y lo abordé.

Agradecí con todo mi corazón que el ascensor estuviera en servicio de nuevo. Al llegar al piso, el teléfono me recibió sonando. Con prisa me dirigí hacia el escritorio y respondí.

Eran más llamadas equivocadas que deberían ser para el departamento de recursos humanos.

Al parecer, se ha producido una reducción de nómina a nivel nacional. La compañía estaba empezando a tambalear.


[...]


Eran ya las cuatro de la tarde. Trascurrieron tres horas en las cuales las llamadas equivocadas continuaron sucediendo. Entre terminar el informe y aguantar mis deseos de ir al baño, me percaté que la anguila con patas no había regresado.

Continué haciendo el informe semanal, lo más rápido posible para después dirigirme hacia el baño del riquillo. Deseando que el tampoco apareciera, claro está, porque si él regresa, me veré en la obligación de ir a los baños del primer piso.

Y se preguntaran, Charlotte, ¿Por qué no vas ahora?

Verán, lo que sucede es que tengo un serio complejo en no abandonar algo cuando lo comienzo. Si voy al baño y vuelvo, es probable que el resultado no sea el mismo. Es como dejar de observar la leche por un segundo, al darte vuelta ya tienes que limpiar la estufa.

Mi atención fue desviada del computador hacia el teléfono, que, de nuevo, estaba sonando. Aparté mis manos del teclado y respondí.

—Charlotte. ¿sos tú? —Reconocí la voz de la anguila con patas.

—Sí señor, ¿Qué suce...?

—Abandona la oficina de inmediato —Interrumpió. Percibía cierto afán tras el teléfono. —Necesito que me acompañes a un lugar importante.

—Señor Fredrik estoy haciendo el repor...

—Deja eso, no importa ahora —Volvió a interrumpir. —Te espero afuera de tu casa.

¿¡Por qué en mi casa!?

—Veni rápido, después se nos hará tarde. —Deduje que estaba caminando rápido. —¡Trata de evitar cualquier encuentro con mi progenitor!, no nos conviene que sepa que saliste —Informó antes de colgar.

Cuando empecemos a serDonde viven las historias. Descúbrelo ahora