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FREDRIK


Un carrito de comidas rápidas ubicado por la acera de un parque, con un par de sillas que te dejaban ver como se preparaba la comida en frente de ti. Una noche fría, pero bien iluminada por la luz de la luna y algunos alumbrados públicos que te permitían ver el parque de noche.

El aroma de la carne de hamburguesa, el sonido de las papas siendo freídas y el sabor de la Pepsi no fueron suficientes para no dejar de observar a Charlotte.

Aunque fuera su acompañante, aunque solo estuviese en la silla de al lado a unos centímetros de ella, la peli roja solo estaba concentrada en comer su tercera hamburguesa. No me había atrevido a mencionar alguna palabra. En realidad, estaba pensando en sí debería darle mis papas fritas.

—¿Te gustan? —Pregunté divertido mientras le daba un sorbo a la Pepsi.

—Para nada. —Indicó ella dirigiendo por primera vez la mirada hacia mí. le dio otro mordisco a la hamburguesa.

¿Qué pasaría si le gustaran?

Tomé una papa de la cajita de cartón y la llevé a mi boca.

—Le pagaré cuando me pague. —Habló con seriedad. Apoyé mi codo a la repisa y después dejé reposar mi barbilla sobre la palma de mi mano.

—Te estoy invitando —Sonreí. —Pero si deseas pagar en especie no veo problema.

El rostro de ella expresó decepción. Le dio otro mordisco a la hamburguesa y vio hacia el frente.

Comentemos lo sucedido. Accedió a mi invitación, ya no me habla de una manera tan formal y cuando hago cometarios de doble sentido no me insulta.

Creo que no hay que ser un genio para notar lo que está aconteciendo.

¡Es obvio que se ha enamorado de mí!

—No entiendo que le ve la señora Raquel —Comentó antes de beber su bebida. Ella prefirió la Coca-Cola. —No sé cómo puede estar enamorada de alguien así. —Pretendió herirme, cosa que logró.

—¿Puedes culparla? —Aparté mi codo de la repisa. —Es imposible no sucumbir a mis encantos naturales.

—¿Que encantos? —Volvió a herir. Dirigió su mirada hacía mí y le dio el ultimo mordisco a su hamburguesa. —Lo único que logro observar es al ser más egocéntrico del siglo.

Parecía hablar en serio. ¿En verdad me ve de ese modo?

—Si defines egocentrismo como la capacidad de observar la realidad, quizás si lo sea... —Dejé la frase en el aire.

Ella me permitió detallar una expresión de desilusión.

—Defino el egocentrismo como la mala suerte de vivir en el mundo viendo una ilusión... —Comentó ella en el mismo tono. —Aunque para gustos se hicieron los sabores de helado.

O sea, ¿Cómo?

¿Soy yo, o acaba de insultarme?

—¡Sus papas! —Informó Daniel, el hombre a cargo del negocio. Dejó dos cajas de papas extra grandes en frente de cada uno y después se retiró a fumar un cigarrillo. Cosa que ya era habitual en él.

Observé a Charlotte de reojo y la contemplé tratando de enfriar sus papas.

—¿Puedo hacerle una pregunta? —Mencionó. Aparté mi mirada de ella y la concentré en mis papas.

Cuando empecemos a serDonde viven las historias. Descúbrelo ahora