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La semana transcurrió igual que cualquier otra. JeNo estaba acostumbrado a un ambiente tóxico, así que cualquier muestra de afecto para él sería totalmente peligroso.

Estaba acostumbrado a que las personas le vieran como un ser intocable. Los habitantes del pueblo se negaban a tan solo mirarlo, ya que pensaban que sería una falta de respeto, pues eso es lo que el Rey les había inculcado. Y ni hablar de la realeza, todos lo trataban como una pieza de porcelana. Como si JeNo fuese a romperse, las masas se alejaban de él.

Sabía que no era algo despectivo, y lo entendía. Todos temían ser reprendidos por el Rey Lee. En otras palabras, le tenían demasiado respeto o demasiado miedo como para desobedecerle. El menor empezaba a pensar que era definitivamente la segunda opción.

Según el mayor, JeNo tenía que crecer viendo la sociedad desde un puesto más alto para poder entenderla y ser un buen rey. Para la mayoría, incluyéndolo, eso ni siquiera tenía sentido, pero al venir de una persona tan respetada, se cumplía al pie de la letra.

— ¡Te estoy hablando! — Con un leve susto, JeNo volvió a su realidad.

Había olvidado recoger los fragmentos de el jarrón que por accidente había roto. Ahora, el rey estaba más que enojado. Se había cortado un dedo tratando de recogerlos, tiñendo la alfombra de el salón con un rojo natural y obscuro.

— Eres tan irresponsable, que hasta me sorprendes.— JeNo solamente bajó su vista, evitando ver al rey a los ojos.— ¿No piensas disculparte? ¿Acaso no tienes modales? Pequeño mocoso.

Sintió un ligero escalofrío en su columna. Pequeño mocoso. El rey lo había llamado de esa forma desde que tiene memoria, siempre lo decía cuando estaba enojado.

— Lo lamento, Rey Lee, fue desconsiderado de mi parte.— Hizo una reverencia y se arrodilló frente a la cerámica y empezó a recogerla cuidadosamente. Si se cortaba a él mismo, el problema sería aún peor.

— No puedo creer lo inútil que eres JeNo, ¡¿Acaso no sabes de las importantes reuniones que tengo esta tarde?! Debía verme presentable, pero ahora tendré que llegar con una maldita venda en mi mano, todo por tu culpa.— Nadie te pidió que lo recogieras, dijo JeNo en su mente, pero solamente asintió mientras ignoraba los comentarios en su mente. Se puso de pie y nuevamente hizo una corta reverencia.

Después de todo, el encuentro no fue tan malo. Un par de insultos y gritos ya no hacían efecto en él.

JeNo caminó hacia su pieza, con el jarrón hecho pedazos en sus manos. Con cuidado, los puso en la basura, pero por más cuidadoso que quisiera ser, un golpe en su ventana hizo que el filo de la porcelana abriera una nueva herida en su piel. Grandioso.

Hubiera ido a lavarse de no ser por los constantes golpes en su ventana. A lo mejor era una rama que chocaba contra el vidrio, pasaba muy seguido y le había dado muchos sustos a lo largo de su vida.

Abrió la ventana y buscó por todos lados, pero no encontró nada que pudiera causar el molesto ruido.

— Hey, que bueno verte de nuevo.— JeNo se sobresaltó al escuchar aquella voz, y su corazón casi deja de latir cuando vio a RenJun parado en una grieta en la pared, aferrándose fuertemente a las varillas del balcón.— ¿Puedes ayudarme, por favor? — Dijo, ahora estirando su mano para pedir ayuda.

¿Quién creía que era? ¿Trepando por el muro de el castillo y pidiéndole ayuda a un enemigo?

JeNo no sabía porqué, pero estaba feliz de volver a ver a RenJun. Estrechó su mano y la sostuvo fuertemente, para ayudarle a subir por la ventana. No estaba seguro de porqué lo había hecho, pero sí sabía el problema en el que se metería si el Rey Lee llegara a saber que RenJun estaba bajo su mismo techo. Otra vez.

Ambos jóvenes se perdieron en la mirada contraria al instante en el que RenJun puso un pie en la habitación de JeNo.

Sus miradas transmitían millones de cosas, pero ninguno de los dos comprendía exactamente lo que el contrario quería dar a entender. De pronto, RenJun apartó la mirada, sintiendo avergonzado por ser observado de tal manera. Su mirada se posó en el brazo izquierdo de JeNo, éste estaba sangrando por la herida hecha hace unos minutos con el bendito jarrón.

— ¡¿Qué te pasó?! — Preguntó RenJun, manteniendo siempre un tono de voz bajo, no se podía permitir ser descubierto.

— No es nada, no te preocupes.— Pero, para desgracia de JeNo, RenJun tenía una manera de pensar única. Era tan curioso, que cuando se interesaba en algo era imposible mantenerlo callado. Además de eso, RenJun tenía un "carácter materno", como decían sus hermanos. Para el sureño era inevitable preocuparse por todas las personas como si fuesen su propia familia, por lo que a veces se descuidaba a él mismo.

— ¿Tienes alcohol? — El norteño solamente negó abriendo sus ojos de par en par, conocía el ardor que provocaba el alcohol en una herida. Sinceramente, prefería solamente dejar que la herida se cerrara sola. — Entonces será solo con agua. Vamos.— JeNo entró en pánico al escuchar las palabras de RenJun. ¡¿Qué estaba pensando?!

Tal vez RenJun tenía un baño propio, pero para JeNo era diferente. El rey decía que la privacidad era un privilegio que JeNo no merecía. Por lo tanto, su puerta no podía ser cerrada con seguro, no tenía baño propio, y sus prendas estaban en un armario en medio del pasillo. Sí, era una total y constante pesadilla, pero él había aprendido a vivir con ello.

— El baño más cercano está a tres puertas de aquí, espérame sentado.— JeNo apuntó a la silla de escritorio en su habitación. Aunque, si lo pensaba, no era muy buena idea.

Sabía que el rey o su madre podrían entrar en cualquier minuto y no habría ningún tipo de seguridad que los detuviera. RenJun no estaba seguro en el reino del norte, y mucho menos en la habitación de JeNo.

Solamente mordió el interior de su mejilla al pensar en todo esto. — ¿Sabes qué? Mejor ven conmigo.— Tomó a RenJun de la muñeca, dirigiéndolo a la puerta.

Iban a salir juntos cuando JeNo empujó a RenJun adentro de la habitación, haciendo que este se tambaleara y por poco cayera. El sureño estaba listo para insultar al menor cuando entendió lo que estaba pasando.

#2: KINGDOMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora