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-Bella, has tardado mucho en llegar- dice mi padre desde el sofá en cuanto llego.

-Hemos ido al río del campo.

-Debe estar muy abandonado, ¿no? Hace mucho que no vamos.

-Está bien cuidado. Nos hemos metido al agua- me siento a su lado.

-¿Todos? ¿El nuevo también?

-Sí- me paro a pensar: nunca le he hablado sobre la existencia de Adam.- ¿Cómo sabes de Adam?

-Me encontré a su madre en el supermercado. Iba conmigo al instituto cuando éramos jóvenes. Era una mujer muy inteligente, aunque fue por el camino equivocado.

-¿Qué pasó?

-No creo que deba ser yo el que te lo cuente- típico de mi padre: suelta una bomba como esta y no hace ni dice nada más al respecto. Me pone de los nervios, pero cuando voy a preguntar más sobre el tema, entra mi hermano a casa y sube corriendo hacia su habitación. Miro a mi padre y él me da la señal para que vaya a hablar con Alan.

Abro la puerta de su habitación y encuentro a mi hermano pequeño llorando en su cama. El cuarto está muy desordenado, supongo que lo de tirar todo lo de la mesa al suelo ha sido idea suya. Me estiro en la cama junto a él y lo abrazo por detrás. En estas situaciones es mejor no hablar, se tiene que dejar que la persona llore todo lo que necesite y cuando esté preparada, hablará. Así lo hace mi hermano: al cabo de estar cinco minutos llorando, se deshace de mi abrazo, se sienta en la cama y se seca las lágrimas.

-¿Quieres hablar?- pregunto, y Alan asiente con la cabeza.- ¿Qué ha pasado? ¿Han sido tus amigos?- vuelve a asentir.

-Me han echado en cara lo de mamá y no me he podido defender- vuelve a hechar en llanto y yo lo abrazo. A mí también se me cae una lágrima. Hacía mucho que no pasaba algo así, más o menos desde que Alan salió del médico cuando estuvo ingresado un mes a causa de lo poco que comía por culpa de la depresión.
Me separo de él y pongo mis manos en sus hombros.

-Mírame. Esos amigos, si es que los puedes llamar así, no valen nada, ¿me oyes? No quiero que llores por esos imbéciles que lo único que hacen es utilizarte y después reírse de tí, es más, el próximo día que los veas los vas a mirar con una cara de odio increíble y no van a poder hacer nada, porque yo estaré allí contigo. Papá les dirá a sus padres lo que han hecho y seguro que se arrepentirán. Después de eso no los vas a ver nunca más- mi hermano me sigue mirando mientras lágrimas le caen por las mejillas y me doy cuenta de que yo también estoy llorando.- Eres fuerte, Alan. Que nadie te diga o haga pensar lo contrario. Mamá estaría muy orgullosa de tí- le doy otro abrazo largo y un beso corto en la mejilla.- Y ahora voy a hacer lo que llevas meses pidiéndome: voy a hacer el test de las casas de Harry Potter.

Eso le hace sonreír a mi hermano, que se seca las lágrimas. Va a buscar el ordenador portátil y lo trae a la cama. Ambos nos sentamos y abrimos la página web. Hay preguntas muy estúpidas pero también hay muy difíciles de contestar. Unos minutos más tarde la pantalla se vuelve verde y aparece el nombre de Slytherin en ella.

-Lo sabía, siempre lo he sabido.

-Si claro, por eso el otro día me dijiste que era de Rivenclew- le digo para chincharlo.

-No se dice así, tonta. Es Ravenclaw.

-Lo que tú digas friki- Alan me da un golpe en el hombro por lo que he dicho y después bajamos al salón, donde mi padre está preparando verdura para cenar. Yo y mi hermano nos miramos con cara de asco: a ninguno nos gusta la verdura y papá no la cocina especialmente bien.

...

Tres días más tarde, estoy en la puerta de mi casa, con las maletas hechas para ir a Las Vegas. Mi padre me está diciendo por duodécima vez que tenga cuidado cuando el coche de la familia de Phoebe aparca delante de casa. Les doy un último abrazo a mi padre y Alan y voy hacia mi amiga. Abro el maletero y dejo mi maleta allí antes de sentarme en uno de los asientos de atrás del todo. El coche es de siete plazas así que cabemos todos perfectamente: Beth en el asiento del copiloto, Luke y Adam en la segunda fila y yo y Chase en la última.

-Bueno, ya estamos todos. ¿Listos?- pregunta Phoebe desde el asiento del conductor.

En lugar de contestarle con palabras hacemos ruidos, como si hubiéramos ganado algo. Mi amiga arranca y empezamos nuestro viaje.

-Mi padre ya está allí- nos dice Chase a todos. Dió la casualidad de que su padre tenía una reunión de trabajo en la ciudad a la que vamos, eso hizo que los demás padres se tranquilizasen, así habrá un adulto con nosotros.

-Bien. Beth, pon música- suelta Phoebe.

Es raro que Phoebe hable de manera tan borde, seguro que le ha pasado algo. Miro al chico de mi lado, que está mirando a la ventana, sin un punto fijo. Cuando se da cuenta que le estoy mirando, se gira hacia mí y mueve la cabeza en señal de que no pasa nada, pero yo sé que pasa algo, los conozco demasiado, así que le toco la la rodilla para reconfortarlo.

De mientras, Luke se queja de la música de Beth, de lo que ella se defiende y Adam se ríe del panorama del coche. Suena Drag me down y parece que gracias a la canción, los ánimos dentro del coche mejoran: Beth y Luke se inventan la letra, Phoebe mueve un poco la cabeza mientras canta (no puede bailar porque conduce, sinó sé que lo haría), yo canto a pleno pulmón y Chase y Adam cantan un poco por lo bajo.

Tres horas después paramos en una gasolinera y Adam se pone al volante para que Phoebe descanse un poco. Seguimos con nuestro carpool karaoke improvisado hasta que paramos para comer en un parque.

-Bajar la comida, nosotros vamos a guardar sitio- dicho esto, Phoebe, Adam y Beth se van a una mesa y Luke, Chase y yo sacamos los bocadillos que hay guardados en el maletero.

-Oye, ¿os pasa algo?- dice Luke a Chase, refiriéndose a él y mi amiga.
Chase pone los ojos en blanco y se gira.

-No soy estúpido, me voy a acabar enterando- insiste el rubio. Mi mejor amigo me mira, gira la cara y seguidamente le contesta.

-Luego te lo cuento- se dirige hacia la mesa y Luke y yo lo seguimos.

Durante la comida, hablamos mucho entre todos, excepto Phoebe y Chase. Ella me habla, eso significa que todavía no sabe nada sobre el beso con su novio.

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