Promesas, por Will

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Le observaba. Se veía tan grácil incluso en una situación así.. su cabello grisáceo cayendo hacia los lados, peinado por mí hacía apenas unos minutos.

Abrí la puerta de madera con una mano, empujándola con cuidado para que mi bolso no resbalara por mi brazo. Ella estaba durmiendo, así que traté de no hacer ruido. Apoyé las cosas en la silla más próxima y limpié un poco el desordenado cuarto: a saber qué hacía cuando los médicos no le controlaban. Su rostro se veía apacible, ¿estaría soñando con sus años de juventud? ¿Tal vez conmigo? ¿O igual se creía la mejor bailarina del ballet ruso? Fuera lo que fuera, se le veía feliz y con eso me llegaba. Observaba cada facción suya, cómo su pelo grisáceo caía y cubría su almohada; ignoraba los tubos que atravesaban sus fosas nasales o los cables que la mantenían.


Una vez todo reluciente, me senté y saqué una recopilación de cuentos de los hermanos Grimm. Iba por el de Hansel y Gretel (en realidad, siempre iba en ese: me encantaba y no dejaba de releerlo).
Cuando despertó guardé el libro, ella me miró, y yo sujeté su mano con firmeza. Me sonrió y le di un beso en la frente.

- Buenos días, mamá -arrimé mi silla a ella, tenía la esperanza de que algún día podría dejar de hacerlo.

- Buenos días cariño, ¿llevas mucho tiempo aquí? - me preguntó ella con preocupación en su voz. Yo la conocía, sabía lo que debía responder o de enfadaría por no haberle despertado. Negué con la cabeza.

- ¿Qué hora es?

- Son las cuatro de la tarde, ¿por qué? ¿Tienes algún jubilado guapo esperando por ti en la cafetería? - le sonreí, ella mantenía su mueca alegre pero negaba con la cabeza como si hubiera dicho alguna barbaridad, y no pude contener mi risa. - ¿Te sientes mejor?

Ella asintió con la cabeza el hizo un amago de querer incorporarse, así que le ayudé acomodándola tanto a ella como las almohadas para que no le doliera la espalda.

- Cuando salgas de aquí, tendrás todo cuanto quieres. Yo te lo daré - le prometí.

- ¿Joyería?

- Hecho.

- ¿Un radio casette?

- Hecho.

- ¿Un tablón de ajedrez?

- Con piezas que yo tallaré.

- ¿Incluso una casa de oro?

- Incluso una casa de oro.

Di un beso en su huesuda mano, arrugada y con manchas en la piel. Se rió, mientras, yo apoyaba mi cabeza sobre sus piernas, de lado, y seguí observando sus facciones, memorizándolas, para siempre tenerla conmigo.

- ¿Te apañas con tu nueva pierna?

Asentí con la cabeza y me aparté tras caer en que la enfermera le acababa de traer unos aperitivos: manzanas.

- Deja, yo te la corto - saqué de mi mochila un cuchillo bastante afilado y le hice conejitos como los que me hacía ella a mí antes-. ¿Quieres que ponga música? Últimamente suelen poner tu canción favorita, tal vez haya suerte.

- Sí, me encantaría - cogió el primer conejito que le hice y comió mientras que yo me levantaba para ir al mueble que tenía enfrente, en éste había una radio vieja, de estas rectangulares con una antena y una línea horizontal con una barra roja que marca la frecuencia. La encendí, siempre escuchábamos la misma cadena, y nunca nadie cambiaba la programación que le teníamos.

- ¿Están buenos?

- Me encantan. Pero no quiero más. Ven, cielo.

Fui de nuevo, me senté y apoyé mi cabeza en su regazo. Ella cerró los ojos y se mantuvo acariciando mis greñas mientras sonaba "House of Gold", de Twenty One Pilots. Los pitidos que confirmaban su vida me tranquilizaban, no sé ni en qué momento llegué a caer ante los brazos de Morfeo.

La canción del texto es "house of gold" de Twenty one pilots. Me transmitió amor profundo por una madre, además de que tiene un ritmo feliz mientras que la letra no me lo pareció tanto, y de ahí salió esto. <3

Cuarto escrito: &quot;Aquela canción&quot;Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang