Nadie hubiera pensado que todo empezaría por una simple cirugía estética, que la vanidad de las personas llegaría tan lejos.
Pero todo lo que el hombre habría modificado con su cuerpo acabaría acabando con la humanidad. Las pequeñas cirugías estéti...
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El despegue fue turbulento, nunca se me dio bien esto de pilotear una nave, y menos una nave de carga. Alarmas sonaban, luces titilaban de manera intermitentes y segadoras mientras que intentaba recobrar altitud y dejar de girar a la deriva en la atmósfera.
La vista desde el parabrisas fue bloqueada por una de esas abominaciones. Mi intento de salir desapercibido fue deliberadamente frustrado por la falta de cálculos y terminé llamando la atención de todas las fieras de la ciudad. Las que pudieran elevarse en el aire, vendrían por mí para intentar derribarme, mientras que el resto esperaría pacientemente en tierra firme para intentar conseguir un pedazo de mi carne y devorarme sin pena.
Logré esquivar varias de esas cosas, intenté pasar desapercibido entre los edificios altos de lo que quedaba de la ciudad. Tratar de camuflarme era mi mejor opción.
Un grito y el parabrisas frontal estaban al descubierto nuevamente. Un golpe en la escotilla llamó mi atención y logre divisar como una figura alada intentaba deshacerse de todas las abominaciones que intentaban derribar mi nave.
— ¡Te propongo un trato! — una voz femenina gritó desde el otro lado de la escotilla. Apenas la escuchaba, tuve que activar el intercomunicador de afuera para lograr escuchar claramente.
— ¡Olvídalo! ¡No puedes entrar en la nave!
— ¡Yo voy a liberar tu nave de las fieras y a cambio me tienes que llevar hasta donde vayas!
— ¡Ya dije que no! — grite agarrando el intercomunicador, confiando que las bocinas externas sirvieran y pueda escucharme.
— ¡Si te niegas, esas cosas te derribarán y ambos moriremos! ¡Sin mencionar que necesitas un piloto que sepa manejar! ¡Decide ahora!
— ¡Bien! ¡Puedes venir!
Maldije dentro mío por la decisión, pero no había otra opción.