Santo cielo, ¿qué está pasando conmigo? ¿Desde cuándo me he convertido en la que lleva las riendas en el sexo?
Bueno, supongo que desde el momento en que Liam me ha confesado que le gusto.
Justo ahora me siento como la misma Afrodita.
Del armario tomo unos jeans, una playera y me visto rápidamente. En la mesa junto a la cama, descansan las rosas que me ha enviado Vincent y ahora al verlas solo me causan enfado, así que las tomo y salgo de la habitación.
Son realmente preciosas, por lo que me apena un poco tener que deshacerme de ellas, pero creo que es lo mejor.
Presiono el botón del ascensor y mientras aguardo que se abran las puertas, camino por el pasillo que lleva a una pequeña sala de espera. Me topo con una elegante mesa de cristal, donde decido dejar las rosas, pues he notado que por todo el hotel hay cientos de arreglos florales, así que supongo que uno más no hará ningún daño.
Desprendo la tarjeta con la dedicatoria, la rompo en pequeños pedazos y la tiro en el bote de basura más cercano.
Cuando regreso a la habitación, Liam está sentado en la cama atándose los zapatos. Se ha puesto un traje y camisa negros, con los cuales luce asquerosamente sexy.
– Hola – me dice con una linda sonrisa.
– Hola – contesto tímidamente.
«Por favor, hace unos minutos has hecho que se corriera en tus manos y ahora vienes de pudorosa.»
– Tengo que irme, pero por favor desayuna algo. No sé cuánto tiempo tardaré, la cita con Endora es a las seis, así que espero llegar antes para que nos vayamos juntos.
– Bien, entonces nos vemos al rato – digo sonriente.
Él asiente y me besa con sus labios sabor a menta.
Se aleja de mí muy a su pesar y sonríe ampliamente.
– Estoy ansioso por volver – dice y se marcha dejándome con las ganas.
Necesito desahogarme, necesito urgentemente una liberación.
Tomo mi celular y entro en el elegante baño, abro muy poco las llaves de la tina y el agua baja lentamente.
Mientras las gotas caen, abro la aplicación de Spotify y busco mi lista de canciones sexys, Sacrifice de Black Atlass y Jessie Reyez comienza a salir del altavoz y yo me quito la ropa.
Meto mi cuerpo en la tina y el agua apenas cubre unos centímetros, cierro los ojos y me dejo llevar por la sensualidad de las voces.
Con una mano acaricio mis pechos y pellizco levemente los pezones, la otra la coloco en mi sexo húmedo de deseo.
Flexiono mis piernas y las abro todo lo que puedo, con el índice arrastro mi humedad y acaricio mi botón de placer. Doy un respingo al tocarme, pues estoy hipersensible.
Mientras me masturbo no puedo evitar pensar en Liam, en su mirada intensa, su enorme erección entre mis manos y su cuerpo cincelado. Él es la viva imagen del pecado.
La piel de todo mi cuerpo se eriza, mis pezones están erectos por la excitación y mi mente nublada, ansiosa por llegar al clímax. La canción suena una y otra vez, ya que la he puesto en modo repetición.
Poco a poco siento mi sexo tensarse, así que aumento el ritmo de mi mano y la fuerza de los círculos con los que acaricio mi clítoris. Una deliciosa descarga me invade y con unos violentos espasmos, llego a un intenso orgasmo. Mi respiración está agitada y mi cuerpo desmadejado por la liberación.
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Prometo no enamorarte
RomanceLiam Anderson, es del tipo de hombre de los que no se enamora, adora a las mujeres y disfruta con ellas sin remordimientos, pero sin dudas no tiene el gen de novio. Todo va como debería, hasta que el destino lo reúne con Camille Clarke, la chica a l...