CAPÍTULO 38 / Liam

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Cuando por fin llego a casa, decido darme una ducha. Me desnudo en el baño y entro en la regadera, con los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atrás, disfruto del agua cayendo por mi piel.

Tomo un poco de jabón líquido y lo extiendo por todo mi cuerpo. Lavo mi miembro semierecto y lo estimulo de arriba abajo, por la necesidad de correrme con urgencia.

Cierro nuevamente los ojos y revivo en mi mente el video de Camille bailando, la forma en la que movía la cadera, sus manos tocando su cuerpo, la música de fondo y su sexy silueta bañada por las luces.

Mi miembro palpita de deseo, ansía desahogarse, así que con mano dura, acaricio la punta y me masturbo imaginando que es Camille la que lo hace.

– Ahhh... – gruño de placer.

Siento una deliciosa descarga desde mi espina dorsal y en pocos segundos, termino con la respiración agitada y eyaculando sobre mi mano.

– Carajo – digo abriendo los ojos.

«Esto va a ser una puta tortura.»

Estar tan cerca de una mujer a la que ya no puedo tocar y desearla mucho más que a todas las demás.

Enfadado conmigo mismo, cierro las llaves de la ducha y envolviéndome en una toalla, regreso a mi habitación.

Después de secarme, me meto desnudo en la cama, pensando mi próximo movimiento, ya que es obvio que debo hablar con Camille, pues ella me ha enviado ese video por alguna razón y estoy empezando a hartarme de los juegos.

Ambos somos adultos y podemos llegar a un acuerdo que sea lo suficientemente bueno para ambos.

«Eso es, lo arreglaremos.»

Y con eso en mente, por fin me quedo dormido.

Por la mañana me siento tentado a llamar o enviar un mensaje a la mujer que me trae hecho un lío, pero me lo pienso mejor y decido ir a verla a su casa, después de todo, lo que quiero proponerle es algo que se debe hablar frente a frente.

Salgo a correr para despejarme y aclarar mis ideas. Al volver tomo un rápido desayuno y finalmente una ducha.

Conduzco casi en piloto automático, aparco afuera de la casa de Camille y nervioso me acerco hasta la puerta.

Respiro profundamente y con manos algo temblorosas, toco el timbre. Espero y espero, pero nadie atiende.

Cuando estoy casi seguro de que no hay nadie, derrotado camino de regreso al auto.

– Dígame, ¿qué se le ofrece? – pregunta una mujer que parece que acabara de levantarse.

– Buenos días, disculpe, estoy buscando a Camille – digo regresando hasta la puerta.

– Lo siento, ella no está en casa, hace poco que ha salido y no estoy segura de a qué hora regresará.

– Oh, ya entiendo – contesto reconociendo por fin a la mujer.

«– ¡Idiota, es la madre de Camille! – me reprendo mentalmente por no haberme dado cuenta antes.»

– ¿Señora Clarke? No sé si me recuerda, soy Liam Anderson, hermano de Scarlett – me presento.

– ¡Oh por Dios, eres tú, cariño! – dice emocionada.

– Sí, me disculpo por molestarla, es solo que quería hablar con su hija, pero supongo que ya lo haré el lunes.

– Bueno, si es algo importante, podemos llamarla, seguro nos contesta el celular – sugiere.

– Descuide es solo un asunto del trabajo, no hay problema.

Prometo no enamorarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora