-Sigo sin comprender cual es tu preocupación- terminando de externar su comentario, Jiraiya bebió del vaso de sake, dejó que el licor se deslizara fluidamente por su garganta y cuando las últimas gotas del alcohol resbalaron por su barbilla, agitó de nueva cuenta el vaso. El cantinero no demoró en llenarlo.
Minato hizo un gesto de pesadez, sostuvo firmemente el vaso entre sus dos manos y miró en derredor del bar. El nunca frecuentaba ese tipo de lugares, no eran de su interes, sentía que de algún modo no encajaba en ese ambiente fiestero y desobligado. Sin embargo había acudido a petición de quien fuera su profesor de la universidad y padrino de su hijo. Había sido por Jiraiya que Kushina y él pudieron elegir un buen nombre para su hijo. Además, la confianza entre ellos era absoluta.
-Naruto ha estado actuando muy extraño últimamente- observó como el líquido adulterado se mecía dentro del vaso a causa del fuerte volumen de la música. -Me repele en todo momento y parece algo angustiado.
-Ciento seis...- dijo Jiraiya, su expresión se torno imperterrita.
-¿Cómo?- inquirió Minato, guiñando los ojos.
-Ciento seis centimetros- repitió el albino mientras miraba de solayo a la chica de junto, cuyos atributos se sacudían en cada movimiento.
Minato notó esto, se sonrojó fuertemente por haber mirado en esa dirección. Volvió la vista a su vaso.
-Olvidalo- musitó, cansado. -Esperaba un consejo pero no creo que...
-¿Consejo?- Jiraiya soltó una carcajada. -No necesitas ningun estúpido consejo, Minato. Lo que a tu hijo y a ti les hace falta es...una buena mujer.
Los ojos azules de Minato ensombrecieron. Los haces de luces neón vagaban de extremo a extremo de la infraestructura, iluminando por breves segundos su rostro para luego seguir el mismo patron oscilante.
-No quiero...no puedo- se corrigió a sí mismo en tanto se mesaba angustiosamente el cabello. Era impensable siquiera sopesar tal hecho.
-Minato- sonriendo comprensivamente, Jiraiya colocó una mano sobre el hombro del rubio. -Eres joven. No deberías desperdiciar tu vida en tu afán por ser fiel a Kushina- la mención provocó una fuerte desazón en Minato. -Naruto necesita una madre, eso es todo. Si realmente quieres solucionar ese problema, empieza buscando aquello que más falta les hace a ambos.
-Pero no creo que...- Minato dejó de hablar al reparar en el semblante circunspecto del mayor. No gustaba de contradecirlo, tampoco se sentía cómodo manteniendo esa conversación. No estaba siendo sincero, y no podía serlo nunca. Porque sus pensamientos no correspondían a los de un padre.
Y sus sentimientos tampoco...
Lentamente una sonrisa se dibujó en la faz de Minato, era un gesto forzado y casi mecánico que hizo meditar seriamente a Jiraiya.
-Tienes razon- dijo, y sintió formarse un nudo en su garganta, pero aún asi prosiguió. -Buscaré una madre para Naruto.
Jiraiya sonrió con alegría en tanto le palmeaba los hombros.
-Asi se habla.
***
Naruto retrocedió de la puerta, caminó hasta el jardin de la acera de enfrente y se dio nuevos ánimos para regresar.
"No puedo, dattebayo"- volvió a retroceder. Llevaba haciendolo desde hacia casi diez minutos. El hecho de que Minato quisiera hablar seriamente con él, lo tenía en extremo nervioso.
Era una ridiculez, seguramente no se trataba de nada serio, pero Naruto no podía evitar sentirse de ese modo, ansioso y nervioso a la vez. Quería que las cosas fueran como antes. Y por eso seguía recriminandose por seguir manteniendo distancia con su padre. Una semana atrás se había prometido a sí mismo ser sincero y buscar una alternativa para arreglar la situación. Siete días exactos habían transcurrido desde entonces y todo seguía igual, incluso peor.
Ya no hablaba con su padre porque los horarios de su trabajo no coincidían con los del colegio. Además, Naruto sentía que Minato pasaba más tiempo fuera de casa. Dos veces había trabajado doble turno y la noche anterior ni siquiera había llegado para cenar.
La relación entre ellos se estaba fragmentando rápidamente, y Naruto sentía que él tenía la culpa de todo.
Quizá Minato (su dulce, amable e ingenuo padre), finalmente lo reprendería por esa actitud tan esquiva que había presentado las últimas semanas. O tal vez había ascendido en el trabajo y por eso casi no tenía tiempo para estar con él.
¡Si! Eso tenía que ser.
Dándose animos, Naruto abrió la puerta. Dejó la mochila junto a la puerta y se sintió raramente decepcionado al no ver a su padre en el comedor.
Primero le pedía que hablaran y ahora no se presentaba...
Bostezando contra su mano, Naruto decidió prudente esperarle un poco. Sacó la leche de la nevera, tomó un vaso de la alacena y se dio vuelta.
No escuchó en qué momento se abría la puerta. Ni siquiera recordó haberla cerrado previamente.
-Naruto- Minato estaba de pie en la entrada del comedor, se hizo a un lado, y Naruto pudo ver mejor a aquella alta pelirroja que sonreía deshinibidamente. -Te presento a Mei Terumi. Mi novia.
El vaso se hizo trizas al tocar el suelo, pero Naruto no se inmutó por ello.
Con semblante tenso, Naruto analizó el aspecto de aquella mujer voluptsuosa. Lo primero que notó fue el inmenso parecido fisico con quien fuera su madre. El largo cabello rojizo le llegaba a las caderas, tenía unos penetrantes ojos verdes que le sostenían la mirada, a la expectativa. Mei Terumi llevaba un ceñido vestido azul con escote y zapatos de tacón que emitieron un eco sordo al andar por el linóleo.
-Mucho gusto- ella sonrió afable mientras extendía la mano en su dirección. Naruto atinó a mirar su palma por largos segundos, tratando de reponerse de la sorpresa y el irreversible dolo que le había generado ver a aquella mujer intrusa en su casa, suplantando a su madre, y seciendo a su (tonto) padre.
-Olvidé los apuntes- Naruto pasó de largo, rehusandose a estrechar la mano de la pelirroja. Caminó cabizbajo y con los puños fuertemente apretados.
-Naruto...- Minato intentó detenerlo, pero Mei intercedió en el acto.
-Pero que niño tan grosero- se llevo las manos a la cintura. -Deberías castigarlo.
Naruto salió apresuradamente de la casa. Sentía que se asfixiaba allí dentro.