Entraron con torpeza a la recámara, dando continuos tropezones al avanzar en dirección a la cama. Naruto tenía las mejillas ruborizadas, respiraba agitadamente mientras procuraba seguir el desenfrenado ritmo labial impuesto por su padre. Y es que aquella experticia lo estaba volviendo loco. Minato besaba tan jodidamente bien que, por un instante, se olvidó que era su propio padre quien le estaba comiendo la boca sin pudor alguno, metiéndole la lengua hasta la campanilla, restregandola en cada rincón de su boca, intercalando suaves succiones en la punta de su lengua cada tanto tiempo. Y pensar que se trataba de alguien tan afable, respetuoso, educado y remilgado.Seguramente nadie en su sano juicio se atrevería a tachar a Minato de pervertido o depravado, pero inclusive ese calificativo se hallaba muy lejos de catalogar sus actuales acciones.
Aquellas manos grandes, callosas y expertas, pasaron de sostenerle la nuca, a deslizarse por su espina dorsal, descendiendo en una descarada caricia que hizo gemir a Naruto en medio de otro apasionado y asfixiante beso.
Joder. Que bien besaba su padre. Semejante beso lo había dejado desorientado, fuera de sí y deseoso de más.
-Jodeme- lo abrazó del cuello, poniéndose de puntillas para susurrarle un par de obsenidades con la única finalidad de encenderlo todavía más, si es que tal cosa era posible. -Jodeme bien duro- mordió ligeramente el lóbulo de su oído e hizo amago de apartarse, pero Minato lo atrajo de vuelta hacia él, estampando sus labios en un beso más voraz, arrojandolo a la cama sin delicadeza alguna y retrepandose sobre su cuerpo con una notoria erección irguiendose en sus pantalones.
Llegado a ese punto, Naruto reparó fugazmente en el dilema de hacer lo correcto y detenerlo ahora que estaba a tiempo. Él tambien se había puesto mucho, pero todavía razonaba un poco, y estaba consciente de que las cosas podrían no terminar muy bien si elegían ese caudal para desahogar sus frustraciones y demás ansias. Minato estaba ebrio, y él... él simplemente estaba caliente, perdido en su tonto enamoramiento de colegial, rogandole a los dioses una leve chispa de fuerza de voluntad para frenar todo ese lío.
Pero...maldición, seguía deseandolo. Aún soñaba ser tomado por su padre, saberse sometido sexualmente por él, ser follado sin contemplación alguna. Y quizá...
Quizá esa era la única forma de corroborar la profundidad de sus propios sentimientos. Así se daría cuenta si sus sentimientos no eran más que producto de una calentura hormonal propia de la adolescencia, un tonto fetiche, o una verdadera, genuina atracción por su progenitor.
En su distracción de mirar el techo, no se dio cuenta de que Minato ya se había abierto la bragueta de los pantalones y osaba desnudarlo a él también. Dejandose hacer en todo momento, Naruto se mordió el labio inferior, permitiendo que el mayor le diera vuelta y terminara por sacarle los pantalones.
¿Qué tanto habría tomado?
¿Cinco, siete copas...?
No importaba. Ya se había dado por vencido en su afán por superarlo y forzarse a sí mismo a tener cualquier tipo de interes por alguien más. Fugaku Uchiha era un claro ejemplo de ello. Y aunque la conquista se había dado a la inversa, Naruto había decidido seguir con aquel peligroso juego entre ellos, fantaseando de vez en cuando que Fugaku era su padre en realidad. Aún cuando no se le pareciera en lo más minímo, puesto que sus actitudes, desenvolvimiento y hasta lenguaje corporal eran totalmente opuestos, ni que decir del físico. En ese aspecto Fugaku era más varonil, hosco, petulante. Minato en cambio era una persona atenta, carismática y noble, y ahora estaba a punto de enrollarse con él en su cama.
Con los ojos cerrados, Naruto lo sintió acomodarse detras suyo. Por inercia separó las piernas, se sostuvo con los codos y reprimió un escalofrío cuando Minato restrego la húmeda punta de su virilidad de arriba abajo, una y otra vez.