VII: Apuesta.

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Comenzamos a jugar.
Cada uno entró a la partida apostando un corte, una lengua azul.
Revisé en mis cartas si podía formar una figura, una jugada. Recordé que la gracia del juego era el engaño, nadie debía saber si tenía algo bueno. En este caso, un complot no estaría de más.

Mi mano estaba vacía. Ninguna jugada. Miré preocupada a As.
-Cambio t-tres –tartamudeé.
Daryl Douglas tomó las cartas que yo había señalado y las cambió por tres de la baraja.
-Olvidé decirlo –dijo ‘Doble D’-. Vamos a jugar con unas reglas diferentes. Notarán la ausencia de un banco. La apuesta será cobrada tras cada ronda, para que no mueran antes de que podamos jugar. Ya tienen fichas, como verán. El “dinero” apostado está dentro de sus cuerpos. ¿Entendido?
-Eso creo – As estaba muy serio.

Mis cartas nuevas formaban una ‘pierna’.
Un seis de corazones, un seis de trébol, un seis de diamantes, y dos cartas distintas entre sí.
Dije con los labios, moviéndolos lo menos posible “Trío”, mirando al chico del pelo azul. Él parpadeó y luego tomó una de las lenguas, otra azul.
-Subo la apuesta.
Douglas aplaudió emocionado.
-¡Bravo! ¡Esto será muy divertido! –Igualó las lenguas de As, y luego lo hice yo.
Era hora del póker sangriento.

Mostramos nuestras cartas; Douglas tenía un doble par y As un par simple.
Él sabía que yo tenía un trío; sin embargo subió la apuesta.
¿Pensaba lastimarse a sí mismo con tal de que Douglas perdiera también?

-¡Muy bien, niña! Ganas esta ronda –sacó una navaja.
A continuación, tuvimos una clara demostración de las apuestas del asesino.
Giro la rueda con partes del cuerpo, y salió “Dedos”.
Sin dudar, hizo dos cortes a lo largo de sus dedos. No pareció dolerle.
Extrajo de sus interminables bolsillos dos pequeños frasquitos de vidrio y colocó la mano sobre ellos.
Al cabo de unos minutos se llenaron los dos frascos.
Le puso a cada uno un tapón, limpió la herida con gasa y pasó la navaja a As.

Éste miró el arma con preocupación.
-Si no tienes el valor para hacerlo tú mismo, yo podría hacerlo por ti –ofreció con ansiedad Douglas.
-Eh… no, puedo hacerlo yo mismo.
Giró la rueda y leyó: “Pierna”.
Suspiró aliviado e hizo dos del mismo largo que los de Douglas pero en la parte superior de su pierna.
Tomó dos frascos pequeños del montón que estaban en el suelo y trató de llenarlos, pero la sangre no alcanzaba. Un cuarto de recipiente aún estaba vació.
As miró al chico. Éste último hizo un gesto con mímica que indicaba que pasara la navaja sobre el corte nuevamente.
Con una mueca de dolor, cumplió y completó la sangrienta apuesta.
Ambos me dieron sus frascos.
Con movimientos poco naturales los guardé en el bolsillo de mis pantalones.

La partida se extendió un rato, y a la media hora de juego, nuestro estado era el siguiente:
Yo ya estaba en “bancarrota”, sin fichas, y estaba muriendo. O al menos así me sentía, pero mis cortes habían resultado ser en lugares poco letales. Aún así, la falta de sangre acabaría por matarme.
As tenía múltiples cortes en sus piernas, uno en la muñeca izquierda y otro en los dedos. Douglas estaba casi intacto; rodeado de recipientes con nuestra sangre, solo tenía el corte de los dedos y uno en la planta del pie.
Todo dependía de As. Esta no era una partida normal. Aquí no importaba que solo quedaran nos jugadores, la partida no se detendría.
El juego solo concluiría cuando uno muriera.  Si yo moría primero, seguramente As sería el siguiente, y ambos aportaríamos a la colección de lenguas de Daryl Douglas.

Cuando todo parecía perdido, As decidió jugar a todo o nada.
Si el juego seguía varios minutos, yo moriría.
Comenzó usando una de sus lenguas verdes. Douglas decidió aumentar la apuesta.
Esta vez tardaron mucho en igualarla; ambos jugaban apostando sus vidas.
En cierto punto, As usó todas las lenguas que le quedaban; las naturales, de diez cortes.
Douglas comenzó a reír. Reía enfermizamente, como si ese juego fuera lo más divertido de lo que había participado en mucho tiempo.
También puso todas sus fichas.
-All in. Qué valiente, Assie.
Con lo que a mí me pareció una lentitud considerable, mostraron sus cartas.
As se veía tranquilo. Demasiado tranquilo. Si su mano era más débil, la muerte sería segura.
Douglas abrió mucho los ojos, como si no lo creyera. Todo transcurría en cámara lenta.

 -Así que… Así que… -balbuceó, arrastrando las vocales y repitiendo lo que decía, sin completar la frase- Bueno, felicidades –dijo por fin. Entonces rió nuevamente, hasta quedarse sin aliento.

Mi mirada se nublaba cada vez más.
Giró la rueda y la aguja señaló “cuello”.
Con una sonrisa en su rostro, Douglas acercó la navaja al lugar correspondiente.
No pudo completar los tarros, porque murió antes de llegar al tercer corte.
Se había desplomado sobre el suelo, aplastando los frascos de vidrio y rompiéndolos contra su cabeza.
Manchadas por el tinte rojo, las cartas de As yacían en las baldosas de la acera.
A, K, Q, J, 10. Todas de corazones. Había conseguido una escalera real.
Lo último que vi antes de desmayarme fueron los frascos que quedaron sin romperse, todos desbordándose por la sangre de Douglas, que aún manaba de su cuello.
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Bueno, así concluye una serie de capítulos bastante sangrienta. Me dolió matar a Daryl, me caía bastante bien. Pero bueno, esta partida terminó con un deselnace muy sangriento. ¡Espero que lo hayan disfrutado, y que esperen ansiosos la siguiente parte! Saludos.
 

Como un juego de Poker [En pausa].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora