VIII: Laia y Gwen.

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El temido Daryl Douglas había muerto en su propio juego.
As corría conmigo a su espalda, aún desmayada. Por un breve momento desperté y vi que se acercaba el alba. Debíamos correr hace mucho rato.
Cuando volví a despertar, estaba en una cama.
Sábanas limpias, suaves, blancas y perfumadas.
As estaba dormido, sentado en una silla al lado de la cama.
Intenté levantarme, pero sentí una punzada de dolor en el cuerpo.
Yo estaba en ropa interior y cubierta de vendajes alrededor de mis cortes.

-¿As? –No hubo respuesta- ¡As!
Abrió los ojos y con energía se irguió.
-¿Eh? ¿Qué, qué pasa? –No parecía estar recién despertado.
-¿Dónde estamos? ¿Tú me curaste?
En ese mismo instante, entró una chica con un vaso lleno de agua.
-Buenas tardes… Has dormido un buen rato.
Dejó el vaso en una mesita que había cerca de la cama y se me acercó.
-Debo cambiar las vendas –Movió la cabeza en dirección a As-. ¿Quieres que él salga?
As me miró y sin que yo alcanzara a decir nada, se levantó y salió por la puerta.

La chica era alta, negra y muy bella.
Tenía el cabello largo, hasta la cintura, sedoso y brillante.
Su expresión era tranquilizadora.
Me destapó y con cuidado retiró los vendajes, untó un ungüento sobre los cortes y volvió a cubrirlos con materiales nuevos.

-Soy Laia –me sonrió-. Es un placer conocerte.
-Yo… yo soy Claire –dije tímidamente.
-¿Sí? No pareces muy segura –rió mientras tiraba las vendas viejas.
Escuché unos pasos. Otra chica pasó por la puerta, pero en cuanto me vio me ignoró y siguió su camino.
-No le hagas caso. Está un poco celosa –me extendió el vaso de agua-. Se llama Gwen, es mi novia. Y compañera de apartamento. Y compañera en el trabajo. Digamos que compartimos bastante –dijo sonriendo.
-Gracias –tomé el vaso de agua y tomé de a poco, a sorbitos.
-As llegó sin aliento, muy cansado y herido. Le pregunté si quería que le desinfectara las heridas, pero él insistió en que te diéramos atención a ti primero. Soportó bastante rato. Ahora mismo Gwen debe estar curándolo. Debes ser importante para él, eso es poco común.

Me sonrojé. ¿As había soportado tanto por mí?
El chico entró otra vez a la habitación.
-Gracias –le dije.
Me miró desconcertado. Sacudió la cabeza y volvió a sentarse.
-Estamos en mi casa, fuera de Bodder –dijo Laia mirando el vaso en mis manos.
-¿Qué?
-El barrio, por supuesto. No hablemos de la posada –rió como si fuera algo de lo más cómico. Me miró, extrañada. Yo no reía. Miró a As-. ¿Le contaste al menos dónde estaban?
El interrogado se frotó los ojos.
-No estamos en Canadá, Claire –no me miraba a los ojos, se entretenía jugando con una banda elástica entre sus dedos- ¿Tienes café, Lai? Porque estoy bastante cansado y…
-¡No cambies de tema, As! –Lo interrumpió la chica- Termina de explicarle a Claire. Y que no le queden dudas. Entonces, puedo ver si tenemos un sobre de instantáneo en la alacena –se retiró de la sala.
El silencio duró unos segundos. El elástico cayó al suelo.
-Así que –me acomodé-, ¿qué es lo que debes contarme? Soy toda oídos.

Por lo que entendí, no estábamos en Canadá, tal como As dijo.
Estábamos cerca, muy cerca. Bodder es un lugar bastante extenso donde las reglas se rigen mediante apuestas. Es como un gran casino.  Puede incluso haber asesinos, sin que puedan ser arrestados así como así. Bodder está dentro de Canadá, pero es una nación soberana, según lo que me contó. Y a las afueras de Bodder se encuentra ‘Hiatus’. Un lugar donde las reglas se aplican con normalidad y el movimiento es menor.
As seguía hablando, cuando una de sus frases, que dijo como si nada, me impactó.
Resonó dentro de mi cabeza, y poco a poco, la asimilé.
“Una vez dentro de Bodder, no puedes salir” Por eso es que nadie sabía de su existencia.
-Ya… Ya veo. Gracias, As. Ve, tómate un café. Te lo mereces –mi voz sonaba monótona, y mis ojos no miraban nada en específico.
-Claro que me lo merezco ¿acaso no has visto lo atractivo que soy? –se fue caminando con tranquilidad.

No podría salir de ahí nunca más. Debía quedarme ahí hasta morir.
¿Qué pasaría con mis padres? ¿La universidad? ¿El trabajo? ¿Mason y Neffer, mis gatos? Y Jenna… Jenna. Sentí una punzada de dolor al pensar en mi amiga muerta.
Decidí no pensar por un rato.
Me cubrí con las sábanas, me di la vuelta, y caí dormida en unos segundos.

Soñé con un grito. Una silueta. La silueta se movía con agilidad. Lentes rotos. En el suelo había lentes rotos. Y sangre. Sangre en las paredes. Llantos. Y un golpe.

Al despertar me encontré empapada en sudor. Gwen entró corriendo y se paró frente a mí.
-¿Estás bien? ¿Qué diablos pasó? –Traía gasa en la mano- ¿Estás bien? –Repitió- Has gritado con mucha fuerza.
-Lo… ¿Lo he hecho? –Pregunté extrañada- Solo fue una pesadilla, lo siento.
-Uf. La próxima vez que venga tu novio a atenderte –Se fue con el ceño fruncido.
La chica parecía de la misma edad que Laia. Su cabello era muy corto. Lo tenía teñido de verde, rapado toda la mitad derecha de la cabeza y largo hasta la oreja en el lado izquierdo. Tenía un piercing en la nariz y otro en la ceja derecha.  Sus ojos eran color miel.

Unos minutos después, recordé la charla que tuve con As antes de dormir.
Quise enterrar la cabeza en la almohada y desaparecer.
Me sentí con fuerzas, así que me levanté, caminé hasta la puerta y me encontré con un pasillo, que tenía muchas puertas a sus lados. Al fondo, una escalera de madera.
Una de las puertas estaba abierta, y vi un baño. Me lavé la cara y bajé las escaleras.
La cocina que vi era amplia, con una mesada en L en una esquina. Ahí, de espaldas, Laia cocinaba. Escuché el sonido del aceite hervir.  
Gwen estaba tirada en un sofá más allá, en lo que sería la sala de estar conectada a la cocina, mirando la televisión.

Me quedé parada en el umbral, sin saber qué hacer.
Gwen me notó, pero inmediatamente siguió en lo suyo.
Entonces, caminé hacia Laia y, tocando el mármol de la mesada con los dedos, susurré:
-Buen día -¿Era de día? Miré por una ventana que había sobre el sofá en el que descansaba Gwen. El cielo no estaba del todo oscuro, pero tampoco había amanecido. Debían ser las cinco de la mañana.
-Oh, buen día. Ayer te has dormido tan poco tiempo después de despertar, que perdiste un día entero –me rugió el estómago-. Y tampoco has comido.
Hizo saltar las papas fritas en la sartén y las echó a un recipiente en el que estaban muchas otras. A continuación sacó del refrigerador un filete y lo metió en el microondas.

-¿Las comes con o sin sal? –dijo señalando las papas.
-Sin, gracias.
-Siéntate, en unos minutos tendré todo listo –señaló el sofá.
-Gracias…
Me percaté de que Gwen, aún escuchando lo que Laia había dicho, no se movió. Seguía ocupando todo el mueble.
Preferí sentarme en una silla al lado de una gran mesa, con un mantel plástico de flores amarillas.
Al rato Laia puso delante de mí el plato, con la carne ahora jugosa y las papas acompañándola.
Comí muy rápido, engullendo la comida. Por suerte, Laia no estaba mirando.
Tenía mucha hambre.
De pronto, una pregunta apareció en mi mente.
¿Dónde estaba As?

Como un juego de Poker [En pausa].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora