Capítulo seis

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El patio de las confesiones, mal llamado el patio del amor. El lugar es un pequeño espacio que en primavera se volvía un hermoso paraíso para los enamorados, especialmente por el gran árbol que tiene en entre sus líneas y arrugas una forma de corazón perfecto. Uno naciente. Las relaciones que allí comienzan tienen la leyenda de perdurar por toda la vida, incluso en la muerte y más allá, aunque esto es sólo un mito, una conjetura y mal idealizados sueños esperanzadores por el amor puro.

Kuroko junto a Momoi estaban frente a ese árbol, observando como realmente en su tronco aparecía un corazón perfecto. Uno naciente. Momoi desliza el dedo sobre la forma del corazón y luego besa su dedo. Una madera le pinchó la piel. La carcajada de una mujer los hace girar y observan a cinco figuras, dos alfas y tres mujeres, dos de ellas omega, aparentemente dominantes, y una beta. La omega de cabello rojizo y negro se adelanta a los dos alfas que tienen una expresión de mal agüero. Esa sonrisita que se les asomaba no daba buena espina.

— Pero miren que trajo el lobo —dice aplaudiendo. — Si son el omega precoz y su bastarda secuaz. Dime Satsuki-chan, ¿cómo está tu mamá?, ¿sigue fornicando con cualquier alfa que se le cruce? —se jacta divertida, observando como la chica se le abalanza en un alarido furioso, pero uno de los alfas la agarra y la somete. Momoi sigue luchando para arrancarle las extensiones a la originalmente pelinegra. — Vaya Satsuki-chan, veo que no aguantas ni una bromita de tus amigas —ríe y sus amigas la acompañan, burlándose de como el alfa la retiene desde los brazos y el cuello, ahorcándola.

— Suéltala —dice el peli celeste, pateando desde atrás los testículos del alfa. Este se agacha y se agarra sus partes, lloriqueando en el suelo. Kuroko se pone delante de su amiga y mira seriamente a la omega líder. — ¿Qué quieres ahora Tanaka? —consulta con la molestia marcando su tono, la pelinegra finge estremecerse.

— Dioses, que asco escuchar mi nombre en la boca de una puta barata como tú —dice, apoyando sus manos en sus caderas, mientras las otras dos la imitan. — He tenido que recurrir a esto porque tú me obligas a hacerte cosas feas, Kuroko-san —hace un puchero para luego reír a carcajadas, apoyada por las otras dos. — Eres tan jodidamente terco y molesto que no captas que tienes que alejarte de la Gom, ¿eres retrasado?, ¿te lo explico con manzanitas? —se burla, acercándose al peli celeste. Cuando está lo suficientemente cerca, le agarra de los cabellos y se los jala, Momoi chilla desde atrás, pero rápidamente el alfa que no ha sido golpeado la sujeta, inmovilizándola. — Dioses, que molesta es esa zorra, cállala —ordena al alfa y este le taba la boca a la peli rosa, pero ella le muerde la mano, el alfa grita y la lanza contra el árbol de las confesiones. A Momoi se le va el aire y siente como es presionada contra el tronco, ya no puede respirar bien y cree que las costillas se le van a romper por la presión que esa rodilla hace en su pecho. Satsuki trata de sacárselo de encima, pero es imposible, él es un alfa. — Así está mejor —vuelve su mirada a Kuroko, quien se mantiene tranquilo en su lugar, observando a la jefa del club de fans. — Espero que con esta lección entiendas que no tienes el derecho de estar con nuestros amados alfas, no son tuyos, son de nosotras y de todo Teiko. Ellos sirven y entregan su cuerpo y alma al club de baloncesto, tu sólo eres un entretenimiento temporal que se ha estado volviendo jodidamente molesto —escupe las palabras, salpicando el rostro del peli celeste. — Y como líder y representante del club de fans Gom, estoy en la obligación de tomar medidas y alejar las molestias como tú de nuestros amados alfas —acerca su boca a la oreja del oji celeste y este empuña las manos. — Ellos merecen más que un pedazo de mierda como tú que sólo sabe mover el culo a cualquiera. No eres nadie, Kuroko Tetsuya, nadie.

El omega ya estaba harto. En un rápido movimiento sujeta desde la raíz los cabellos de la omega y los jala, alejándola de él y logrando que la mano que le sujetaba se soltara para ahora rasguñarle la mano. Tetsuya no emitió sonido alguno ni expresó dolor con las heridas que las uñas de la omega le provocaba; él estaba furioso. Jaló más fuerte de los cabellos de la pelinegra y le arrebató un par de extensiones. Sus amigas chillaron horrorizadas y apuraron al alfa que había sido golpeado en su entrepierna para que ayudara a la chica, pero Tetsuya lo paró con una sola mirada.

El llamado del omega ||KnB||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora