Capítulo cinco

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Tras arreglar los malos entendidos, Tetsuya fue acompañado a su casa por los cinco alfas, quienes estaban encantados de estar nuevamente junto al omega, aunque la tranquilidad no duró mucho. Se había dado paso una típica discusión entre los prodigios, como Kise y Aomine que peleaban por una vanidad: los chocolates. Obviamente el gigante goloso se metió y arrebató el dulce de las manos de un distraído rubio. Sorprendidos, ambos alfas se abalanzaron contra el peli lila y empezaron a intentar arrebatarle la golosina a tirones. Murasakibara gruñía al igual que los otros dos, pero luego de un rato acabaron en sonrisas y estridentes carcajadas. El chocolate había caído en el sweater del peli verde y parte de su rostro. Más que cabreado, el de ojos verdes se quitó los lentes y los guardó con cuidado en su estuche. Estiró los músculos y se lanzó a la batalla contra los otros tres. Akashi y Kuroko observaban divertidos la escena, pero pronto el pelirrojo trató de acaparar la atención del omega. Desde su mentón giró el rostro del peli celeste y cielo y fuego se mezclaron entre miradas. Akashi sonrió y se acercó a la boca de Tetsuya. El calor ascendió a las mejillas claras del omega y su corazón palpitó en su pecho. Estaban a nada de juntar sus labios y Kuroko lo quería, lo ansiaba tanto o más que Akashi. Sin embargo, repentinamente el celestino fue jalado lejos del oji rubí. Seijuuro gruñó, pero se dio por vencidopor el momento.

Los minutos se pasaron rápido entre risas y bromas. Todos trataban de olvidar lo que hace nada había pasado, no querían amargar la linda noche que estaban teniendo junto a Tetsuya.

Ya habían llegado a la casa del omega y en la puerta, junto a dos oficiales, estaba la abuela de Kuroko y no parecía para nada feliz con el repentino atraso de su nieto. Tetsuya volvió a sentir esos nervios de niño, a sabiendas que había hecho algo mal. Les pidió a los alfas que se quedaran en la limusina y salió sin recibir respuesta alguna de los muchachos. Al caminar un poco fuera del auto, sintió la cercanía de los prodigios, se giró y vio como los cinco se paraban firmes a su lado, sonriéndole para calmar sus nervios. Kuroko suspiró y caminó a su casa. La abuela tenía los ojos más abiertos que cuando su marido le propuso casarse frente a toda su familia. La mujer compartió un par de palabras con los oficiales y estos se retiraron luego de darle una reverencia. Caminó a paso rápido hasta la reja y ahí esperó, hasta que su nieto estuvo a la misma distancia que ella de la reja.

— Abuela, yo —pero no alcanzó a terminar. La mujer abrió rápidamente la puertilla y abrazó a su familiar, agradecida de su bienestar y que no estuviera secuestrado o peor. — Abu-ela, me asfi-xias —alcanzó a decir y sólo recibió más presión como respuesta. Le devolvió el gesto y se quedaron así por unos minutos, hasta que el gruñido a espaldas de los jóvenes llamó la atención de la señora.

— Mi niño —habló la omega, colocándose junto a su nieto. — Ellos son —dejó la pregunta en el aire, pero Tetsuya comprendió a qué se refería y sólo asintió con una felicidad que contagió a su tutora. — Bien, jóvenes alfas, ¿Qué les parece acompañar a esta vieja omega por un rico anmitsu junto a un té de matcha? —consultó con una sonrisa bastante siniestra para los muchachos y aunque quisieron declinar la oferta, sabían que era necesario para acabar con los malos entendidos y empezar nuevamente con su chico, así que simplemente sonrieron aceptando el ofrecimiento. La omega sonrió igual que su nieto, con las arrugas como única diferencia.

Entraron a la modesta vivienda de la familia de dos y, mientras la mujer se apresuraba a la cocina junto a su nieto, los invitados comenzaron a curiosear por la sala, observando los cuadros familiares y sonriendo cuando encontraban fotos del omega. En una era un bebé con trajecito de marinero; en otra estaba asistiendo a la primaria; en otra estaba en una especie de parque con un chico castaño abrazándolo desde el cuello, a los chicos se le formó un gruñido en el pecho que no finalizó en sus bocas. Siguieron avanzando en una extraña línea de tiempo fotográfica de la vida del peli celeste, hasta que llegaron al último retrato. Un bebé, de pocos cabellos y sueño profundo, era cargado por una joven mujer de apariencia similar a la de Tetsuya, sólo que sus rasgos parecían ser más femeninos. La mujer se encontraba sentada en una camilla de hospital, y mientras ella sonreía, a su lado, inclinado y haciendo el ademan de abrazarla, estaba un hombre con cabello negro y ojos celestes, iguales a los de Tetsuya.

El llamado del omega ||KnB||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora