La tarde del miércoles se hacía presente. Ya sólo quedaban cinco días para el partido contra Meiko, y todo el equipo de baloncesto estaba viviendo la peor ola de calor de aquel mes primaveral que ya estaba próximo a terminar, dándole pie al fatigante y divertido verano.
Tetsuya estaba recostado en una de las bancas con un paño húmedo en su cabeza, mientras los alfas le rodeaban desparramados en el suelo. Sólo Akashi y Midorima mantenían su transpirada dignidad sentados a los costados de la banca, ventilándose con sus propias camisetas para aliviar la alta temperatura corporal. El resto del equipo se distribuía por toda la cancha, ya sea tirados como Aomine, Kise y Murasakibara, o sentados en las paredes del lugar. Unos cuantos se mantenían como Kuroko en las bancas disponibles.
El entrenador, consciente que aquel no era un buen día para masacrar a sus estudiantes, dio la orden de que se metieran a las duchas y se fueran temprano a sus hogares. Con poca y nada de energía y entusiasmo, los miembros del club comenzaron a despegarse de las tablas de madera y de la pared y del piso, para después caminar cual zombis hasta los camerinos. Sólo la Gom junto a Kuroko se quedaron en sus puestos, esperando que los jugadores dejaran libres las duchas para después meterse ellos. Como ya era rutina.
Estaban tranquilos disfrutando de la calma, cuando unos pasos apresurados y unos chillidos junto a finos gritos llamaron la cansada atención de los alfas. A Kuroko le daba igual, él seguía descansando con el paño sobre sus ojos y frente.
— ¡Kise-kun, Kise-kun! —llamaron con insistencia las voces, irritando a los seis jugadores. El rubio levantó su exhausto cuerpo y alzó la mirada hacía aquellas jóvenes de primer año que le saludaban desde el segundo piso entusiastas. Kise ni siquiera tuvo el ánimo de alzar la mano para responder a sus efusivos saludos. — ¿Harás algo para tu cumpleaños? —consultaron, llamando la atención del peli celeste. — ¡Porque estábamos pensando en que podíamos salir juntos! —chillaron a la par, rompiéndole el tímpano al entrenador que recién salía de una refrescante ducha helada.
— ¡Ey, salgan de aquí! Ya no se permiten otras personas que no sean parte del club —declaró el entrenador, echando a las menores que sólo podían pucherear y quejarse en voz alta.
Antes de salir por la puerta, las cinco jovencitas le señalaron en un grito al rubio que lo vendrían a buscar el día de su cumpleaños para celebrarlo como corresponde: en algún Karaoke y después en un restaurante con todos los miembros del club de fans; de baloncesto y de todos aquellos que se consideran cercanos al alfa. Claramente aquello incluía a la Gom. Iba a ser realmente extenuante.
— Ah. . .que molestia —suspiró el rubio volviendo a recostarse en el piso, pensando en que realmente no quería que el día de su cumpleaños llegara. De repente sintió un peso sobre su regazo y un calor extra. Cuando alzó la mirada encontró a un lindo omega con el ceño fruncido, haciéndolo parecer muchísimo más adorable. Kise tomó por las caderas al omega y las masajeó con ternura. — ¿Qué ocurre Kurokocchi?, ¿por qué la cara? —preguntó aún recostado en el piso, sintiendo como el omega se inclinaba hacía adelante y ponía sus brazos a los laterales de Ryouta. — ¿Hice algo mal? —volvió a preguntar, mostrando una sonrisa confundida.
— ¿Cuándo es tu cumpleaños? —consultó Kuroko, sorprendiendo a Kise y al resto de alfas que estaban atentos a la conversación y a la posición en que se encontraban esos dos.
— E-es el dieciocho de junio —contestó, sin dejar de masajear las caderas del omega. De repente la mirada de Tetsuya se iluminó.
— No vayas con ellas ese día —dijo.
— ¿Eh? —Kise no podía procesar la información, y más ahora que el trasero del peli celeste estaba causando temblores en su pene. — Ku-kurokocchi —dijo, sujetando con más fuerza las caderas ajenas, sabiendo que debía detenerlos, pero sintiendo aquel deseo de restregarse en el otro cuerpo acalorado.
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El llamado del omega ||KnB||
FanfictionTetsuya no podía controlarse. Su respiración se agitaba y su cabeza palpitaba de dolor. Se sentía sediento y acalorado. Sentía a su lobo arañarle el vientre, casi aullando por salir y, aunque intentara impedir que su evidente condición saliera a la...