Aidan caminaba lentamente, respirando profundamente el aire puro del parque.
Había pasado tanto tiempo encerrado en el hospital que apenas recordaba lo que era volver a caminar, ver árboles, palomas, niños jugando en el parque...
Para él su vida había vuelto a comenzar. Lo peor era que algunos vagos recuerdos se amontonaban en su cabeza y ni siquiera sabía de dónde venían.
Recordaba haber estado en otro lugar antes de su accidente en la tormenta. Incluso pensaba que todo lo que le había pasado había sido fuera de aquella ciudad.
Aidan no sabía muy bien a dónde dirigirse. Apenas recordaba volver a casa. De no ser por la dirección que le había ofrecido Gabriella jamás encontraría su hogar.
Recordaba aquel sueño del otro día. Parecía tan real...
Él creía haber vivido algo muy parecido en algún otro momento. Pero tal vez tan solo fuera un simple sueño imaginario. Algo irreal.
Se suponía que ahora debería de hacer una lista enumerando todas las cosas que lograba recordar.
Eso se lo habían recomendado los médicos y, a pesar de ser una genial idea, para Aidan supondría un trabajo muy costoso.
Aidan se sentó en un banco y observó como una madre colocaba en su silleta a una niña pequeña. La niña sonrió a Aidan y, éste pensó que en aquel momento aquella pequeña niña debía de recordar más cosas que él.
Mientras observaba como la madre y la niña se iban alejando por las calles de la enorme ciudad, Aidan centró su atención en algo nuevo.
Una joven de cabello oscuro y ojos azules se acercaba a él. Tenía el rostro muy lloroso y las mejillas sonrosadas como si hubiera pasado horas llorando.
Por un momento, la chica se quedó mirando fijamente a Aidan. Parecía conocerle.
Enseguida ésta se abalanzó sobre Aidan y comenzó a llorar desconsoladamente.
- ¡Aidaan! ¡Eres tú! ¡Te he echado tanto de menos!
Aidan se quedó mirando el rostro de la chica que tendría más o menos su edad y comprobó que, a pesar de estar llorando, era realmente preciosa. Pero no lograba comprender nada. ¿De qué lo conocía?
- ¿Quién eres tú? - le preguntó sosteniendo su delgada pero esbelta cintura con ambas manos.
- Sarah. Aidan, ¿no te acuerdas de mí?
El rostro de la chica se nubló de repente y parecía más triste que antes.
¿Qué podía hacer Aidan para consolarla? Apenas sabía quién era y ella parecía conocerle. Además de que acababa de salir de un hospital y no había tratado con muchas chicas.
Solo con Gabriella. Y no conocía realmente el mundo femenino.
-¡Aidan! ¡Dime que te acuerdas de mí!
Aidan no pudo más que quedarse callado mirando los ojos llorosos de Sarah.
-Lo siento. No sé quién eres.
-¿Cómo es posible? -susurró Sarah con la voz temblorosa.
Aidan seguía callado. Tenía miedo. ¿De qué debía de conocerla? ¿Tal vez hubiera sido su novia en el pasado y por eso se estaba tomando esas confianzas con él.
- Sarah, no recuerdo nada. Tuve un accidente en una tormenta y ahora sufro amnesia. No sé quién eres, ¿vale?
A Sarah pareció darle un vuelco el corazón. Debía de hacerle recordar todo. De no ser así, acabaría por serle un completo desconocido.
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© Saga Elementos: Agua (II)
FantasiaDos Elementos desaparecidos. Un engaño. Tierra y Aire deberán reunirse con Fuego y Agua en la carrera a contrarreloj más importante de sus vidas. El Fin del Mundo cada vez está más cerca...