2. Enfermera sexy a las 10 de la mañana

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Morgan comprendió enseguida que ni el Sr. Guten ni Simona les contarían qué había sido de ellos, de Aidan y Sarah.

Logan estaba fuera, en la calle, mirando al cielo, buscando una explicación.

-¡A lo mejor se los han llevado a casa!

Morgan lo miró con una expresión muy seria.

- Logan, no digas bobadas, ni siquiera sabemos si están vivos...

Morgan entonces recordó a aquellos dos Elementos. Tal vez Sarah flojeara más y fuera algo menos valiente, pero de lo que estaba segura era de que Aidan no se hubiera detenido. Él habría luchado hasta el final por traspasar aquella puerta.

- Esto es tan ridículo... Estamos aquí porque un hombre al que no conocemos de nada nos dijo que el mundo acabaría. ¿No sientes como si todo esto girara en torno a una gran mentira?

Logan a veces era más inteligente de lo que le parecía. En verdad, tenía razón. ¿Qué hacían ellos allí? No era posible que si se acabara el mundo cuatro chicos salidos de la nada, lo salvaran todo.

- Deberíamos volver... -dijo Morgan muy bajito, por miedo a ser escuchada por aquellos guardias vestidos de negro que vigilaban alrededor de aquel edificio donde hicieron las pruebas.

Logan se quedó callado y se llevó las manos a la cabeza, en un gesto de desesperación.

- Es imposible escapar...

- ¿Por qué crees eso?

-¡Por Dios, Morgan! ¿Cuánto tiempo llevamos aquí? ¿Semanas, meses, años? ¡Ni siquiera nos han dejado volver a visitar a nuestras familias! ¡¿Cómo coño crees que nos dejarían marcharnos?!

Logan suspiró. No quería seguir en Halton. Quería volver a casa, al igual que Morgan.

Ambos sostuvieron la mirada unos instantes y se preguntaron qué sería lo que vendría ahora.

***

Greg odiaba el pensamiento de sus padres. Aunque estuvieran en la Alemania del siglo XXI, ellos seguían pensando como un nazi del 1945.

Estupendo. Pues ya lo habían conseguido. Greg se marcharía de casa por segunda vez, pero en esta ocasión de verdad.

Se iría a vivir con su novia Helen y se olvidaría de ellos.

Por la cabeza de Greg comenzó a pasar todo lo que había ocurrido hacía media hora...

- ¿Te dieron el examen de física, Greg?

El chico se dio media vuelta, evitando mantener contacto visual con su madre. Aquella mujer podía dar mucho miedo si se lo proponía.

- ¡Deja el examen encima de la mesa! ¡Ya has oído a tu madre, jovencito!

Greg escuchó esta vez la voz de su padre. Ambos querían que les mostrara aquel examen crucial. Él sintió como si estuviera en el borde de un precipicio.

Si enseñara a sus padres aquel examen, sería como caer por el precipicio. No sabía si saldría vivo de aquella situación...

- Greg, ¡muestra tu examen! A la de una, a la de dos y a la de...

Antes de decir "tres", Greg colocó el examen sobre la mesa.

Los ojos de su padre se abrieron como platos, como dos círculos que se asemejaban a la nota que Greg había sacado en su examen.

- ¡¿Un cero?! ¡¡Te vas a enterar, animal!!

Su padre lo cogió inmediatamente por los brazos y lo empujó con fuerza hacia el suelo. Después lo golpeó fuertemente en la cara.

-¡¡Eso te pasa por ir de Don Juan!! Esa chiquilla con la que te lo montas, te ha jodido la vida...

Greg lloró.

-¡Déjala! ¡Helen no tiene la culpa de nada! - exclamó con la voz entrecortada defendiendo a su chica.

Greg llevaba saliendo con Helen 11 meses. Él estaba pasando una de las mejores épocas de su vida junto a ella. Era la primera vez que se sentía libre para hacer lo que quisiera. Sin duda, Helen había mejorado su vida.

Pero sus padres no entendían su amor por ella. Greg siempre había salido cada semana con una chica diferente y, según ellos, aquellas alemanas eran la causa de sus suspensos en clase.

-¿Ah, sí? ¡Entonces explícame por qué no has sacado más de cuatro en ningún examen desde el año pasado!

¡Plas! Una nueva bofetada golpeó el rostro de Greg que se retorcía de dolor.

¿Cómo era aquello posible? ¿Por qué sus padres eran así con él?

Ya había tomado la decisión. Cada bofetada le dio más fuerza para hacer algo que llevaba años queriendo lograr: marcharse de casa.

***

Aidan se tomó un zumo de manzana. Ojalá existiera algún antídoto para recuperar la memoria, pensó.

Eran las 10 de la mañana y fuera llovía mucho.

Se encontraba muy solo. No sabía ni si tenía amigos. Su vida acababa de comenzar de cero.

Una joven enfermera entró en la sala donde Aidan se encontraba.

- Hola- le saludó con una gran sonrisa en la boca.

-Buenos días- Aidan le devolvió el saludo.

- Me llamo Gabriella y me han dicho que a partir de ahora seré tu enfermera-rehabilitadora.

Aidan miró a la chica y comprobó que era muy guapa. Era morena, de piel color arena y con unos ojos verdes muy brillantes.

Gabriella era la chica más guapa que había visto desde que se despertó.

- ¿Qué tal te encuentras, Aidan?

La enfermera se sentó encima de su cama y Aidan no pudo evitar mirar hacia su pronunciado escote.

Pronto, volvió a mirarle a los ojos.

-Estoy algo confuso...

-Es normal...

Gabriella movió las piernas sensualmente y cambió de posición para acariciar el rostro de Aidan.

Al notar el contacto de su piel con la de aquella chica, sintió una fuerte atracción hacia ella. ¡Dios mío, pero si esa chica parecía haber salido de un desfile de modelos!

- Dime, ¿qué es lo que recuerdas?

Aidan sonrió.

-En realidad todo lo que recuerdo me lo han contado.
Sé que mi nombre es Aidan, que tengo 18 años y que mi hermano se llama Jill.

- ¿Recuerdas a qué instituto ibas antes de sufrir el accidente?

- No...

- Mmm...

Gabriella tomó una libretita y fue apuntando las cosas que Aidan le iba diciendo.

-¿En qué ciudad naciste?

-Nueva York.

-Estupendo- dijo Gabriella apuntando aquel nuevo dato a la vez que dejaba asomar su lengua entre sus dientes blancos.

- ¿Comida favorita?

-Solo he probado dos cosas después del accidente: pasta y zumo de manzana. Así que, me quedo con la pasta...

La enfermera le volvió a sonreír.

- ¡Bien! ¡Ya está bien por hoy! Nos vemos luego Aidan.

La chica se acercó a Aidan y besó su mejilla. ¿Cuántos años tendría? ¿Veinte, veintiuno?

Aidan vio como la estilizada figura de Gabriella salía por la puerta de la sala de hospital. Por un momento pensó que aunque no recordase si tenía amigos, él quería que aquella enfermera fuese su amiga.

O tal vez algo mucho más que una amiga.

© Saga Elementos: Agua (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora