Seguía mi visita por mi nueva habitación y vi que la pequeña salita del final ya no estaba vacía, ahí me di cuenta de que echaba en falta mi ropa. Pero no fue hasta que abrí la puerta de dicha sala, cuando me di cuenta que la habían convertido en un gran armario vestidor.
Me encantaba mi nueva habitación, pero sentía curiosidad por saber para que sirvieran esos cuadros que estaban frente a mi cama.
-¿y esos cuadros?
-son para que siempre recuerdes tus mejores momentos, en ellos podrás poner las fotos que más te gusten de la sesión?
-¿Qué sesión?
Luis levantó las cejas en plan “ya verás” y se fue en plan misterioso, mientras la curiosidad se apoderaba de mi.
El sol se puso de nuevo reflejándose en la gran ventana de mi nuevo cuarto, alcanzándome los ojos. Cuando abrí los ojos, lentamente, pude divisar una figura, al principio borrosa, pero ya más nítida.
-Buenos días, que te apetece desayunar, el torero paga.
Me estiré, bostecé y ya incorporada sobre el cabecero de mi cama le vi, estaba allí, a saber cuánto tiempo llevaba esperando a que me despertase.
-Pues la verdad, hoy me apetecen unos bollitos.
-Lo que la señorita diga. Dijo mientras sacaba un billete azul del bolsillo. Me levante y me vestí con mi mejor vestido, pero hoy decidí no recogerme el pelo y dejar que mis ondulaciones respiren al fin. Bajé la escalera y ahí estaba esperándome con unos ojos tremendamente brillantes, no sé si del sueño o por mi nuevo look.
Me tendió la mano y yo se la cogí, nos miramos unos segundos que fueron completamente mudos y nos besamos bajo el aplauso de mi familia que estaba expectante, como si estuviesen en el cine, Al verlo, Luis y yo reímos y el hizo una reverencia mientras mi piel iba cambiando de color, de carne a rojo.
Salimos y llegamos hasta la pastelería dando un paseo, cuando llegamos nos tocó pedir, miré al mostrador, había tantos dulces que pensé que iba a engordar siete kilos solo con mirarlos. Napolitanas, palmeras, trufas… la selección era inmensa pero al final decidí decantarme por la napolitana de chocolate cubierta de caramelo, Luis prefirió algo salado, un panini fue su elección. Cogimos en pedido y fuimos a la terraza, era un lugar precioso, había unas vistas magnificas. El cielo estaba claro, sin ninguna nube y los pájaros cantaban más que nunca. Nos sentamos en una de aquellas mesas tan altas con taburetes de piel blanca. Me fijé en los detalles del mantel, era blanco con unas puntillas azules con un pequeño bordado “cafetería j´taime” ponía.
-Este sitio es precioso
- Por eso lo elegí, su belleza me recuerda a ti.
-No empecemos.
-Vale, vale.
Le pegué un mordisco a mi desayuno pero eché en falta algo para beber. Luis se dio cuenta al ver que carraspeaba la garganta.
-¿quieres que pida algo de beber?
-Si por favor.
En ese instante apareció el camarero con dos copas de cola cao con una capa de nata.
-Esto es demasiado…
-Nada es demasiado para ti.
¿De verdad estaba pasando? Era yo, Sandra, en esa cafetería con el chico de mis sueños, me sentía como una reina, de hecho me trataba así, aquella mañana fue de las mejores de mi vida.
De repente recordé que ayer al llegar a casa Luis comentó algo de una sesión, no pude evitar preguntarle a lo que se refería con eso, pero Luis calló y me lo dejó a la imaginación. Volvimos a casa por un camino distinto, Luis me mostró el bello bosque que nos separaba del pueblo de al lado, era tan hermoso, según él, en aquella época del año las flores tenían más color, los árboles tenían más ramas y se veían más animales. Tenía razón, nada más finalizar, una ardilla nos sorprendió saltando de un árbol a otro.
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El momento en el que me enamoré de un torero
RomanceSandra comenzó el verano con una mudanza a causa de la nueva pareja de su madre. Ella anti taurina y vegetariana nunca pensaría que lo primero que iba a hacer ese verano es ni más ni menos era enamorarse de un torero. ¿que mas sorpresas le esperan...