2. DECORANDO MIS EMOCIONES

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Era un 3 de julio demasiado caluroso,  eran las tres de la tarde, o al menos eso era lo que ponía en la pantalla de mi ordenador cuando lo inicié. Acababa de terminar de comer y tenía una de esas sesiones de Skype con mi amiga Samara. Me fie a conectar pero Samara no estaba, tardó un poco en aparecer pero al final, la vi.

-Hola.

-Dos semanas sin hablar y lo primero que me dices es “hola”, un triste “hola”

No lo podía creer de verdad se había enfadado, había estado muy liada pensando en todo lo que había pasado con Luis y sabía que me iba a preguntar eso de “¿ya hay noviete?”

-Bueno perdona, he estado liada…

-Ya lo veo, tu habitación sigue vacía, ¿sigues durmiendo en ese colchón?

-No…

Mentía. Acto seguido mire aquel colchón en el que dormía ya hace tres semanas, y sí, era viejo, muy viejo, casi se podría decir que mugriento. Lo único que me cubría en las cálidas noches de verano era una sábana, que al igual que el colchón, era muy vieja y estaba ligeramente rota.

-Ya… bueno a lo que vamos ¿hay noviete?

Dios como sabía que iba decir eso, no la podía mentir, que podía hacer, era mi mejor amiga, aquella chica pelirroja de ojos verdes me miraba esperando una respuesta, y cuanto más tardase peor sería, me confesaría sin quererlo.

-Si hay “noviete”

Esa voz, esa voz no era la mía aunque es lo que estaba pensando decir, ¿había sonado solo en mi cabeza? Lo que me temía había pasado. Era Luis, quien había entrado, como siempre en el momento menos adecuado. Moría por dentro, que vergüenza, como podía, lo iba a matar. Tenía tantas emociones mezcladas dentro de mí, le quería pero lo quería asesinar.

-Que buena amiga eres Sandra, te lo llevo preguntando desde el principio y me mentías…

Rápidamente me desconecté y cerré el ordenador sin contestarla, y me di la vuelta roja como el jersey que llevaba el susodicho chivato. Él rio y yo me enfadé mucho más.

En ese momento trazaba planes de asesinato despiadado como sacarle los ojos con cucharas o meterle un palo por el…

-Ponte roja cuanto quieras que me encanta cuando te enfadas.

-A ti te encantará pero yo estoy muy cabreada

Mis colores iban bajando y él empezó a hablarme de mi nueva habitación, de lo que podríamos hacer para mejorar aquel gran espacio vacío con un colchón y una sábana. Hablamos sobre pintar mi habitación de un gris claro y dar matices de rojo, ponerme una cama en condiciones y muchas cosas más.

Estuvimos hablando durante horas, pero realmente no estaba haciendo mucho caso, me pedía en el  verde de sus ojos, no era un verde cualquiera. Sí, definitivamente eran los ojos más bonitos del mundo. En otra ocasión no me hubiese atrevido, pero el momento lo pedía, cerré los ojos y me incliné sobre su cuerpo y le besé. Mi cuerpo ardía en deseo por no soltarse nunca, aquella era la mejor sensación de mi vida, una parte di mi sentía que no podía dejarlo marchar jamás pero otra parte se arrepentía de nuevo por besar a la personificación de la inversa de mis creencias.

-¿Y esto? Dijo él sonriendo.

- Me apetecía.

Tras una risa mutua volvieron nuestros labios a rozarse, y digo rozarse porque mi madre entró en medio de lo que podía haber sido otro beso.

-Perdón, Sandra me voy a comprar, ¿podrías cuidar a Viki y a Aitor?

-Claro.

Los pequeños corrieron hacia mí y Luis como si fuésemos sus hermanos de sangre. Aitor se llevó a Luis al salón a jugar a la wii y Victoria y yo nos quedamos un rato en mi cuarto.

El momento en el que me enamoré de un toreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora