Capítulo 1

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Salgo de la residencia de ancianos en la que trabajo despidiéndome de Emma, una compañera, que se encuentra en la entrada esperando a su marido que viene a recogerla.

Solo llevo una semana, pero sorprendentemente ya me siento una más del equipo y aunque sea la más joven nos entendemos bastante bien, hay un compañerismo increíble.

Si tengo que ser completamente sincera, no todo es de color de rosa, como es de esperar, ya que no es un trabajo fácil, hay que aguantar mucho, no solo por parte de los residentes, sino también de los familiares.

Aun así, si te gusta, le pones todas tus ganas.

La residencia se encuentra a las afueras del pueblo, normalmente hay aparcamiento en la misma calle, pero hoy no ha sido el caso, por lo que me ha tocado dejarlo en la de atrás.
Una vez dentro del coche compruebo que no me he dejado nada y miro la hora, son las 22:45 y las ganas de llegar a casa para darme una ducha no faltan.

Meto las llaves y arranco, a través del espejo retrovisor, observo como un chico corre como si la vida dependiera de ello.

Sin darle mayor importancia me dispongo a salir de entre dos coches con la esperanza de no darle a ninguno, cuando de pronto la puerta de copiloto se abre, giro la cabeza despacio intentando mantener la calma, es inútil, el corazón me va a mil y para mi sorpresa es el chico que estaba corriendo hace tan solo unos segundos.

—¡Ahhh!— Grito asustada.

—Shssss tranquila, No te voy a hacerte nada.

Intenta calmarme ¿El atracador? No sé como debería llamarle.

—¡Baja ahora mismo de mi coche!— Exclamo alterada por el miedo.

—No— Responde sereno a pesar de tener la respiración algo agitada por la carrera— Y deja de gritar, ya te he dicho que no te voy a hacer nada.

Observa por el espejo retrovisor que no hay nadie en la calle.

—Que te bajes ahora mismo o llamo a la policía— Amenazo.

—La policía me come los huevos— Abro los ojos de par en par, alucinada por su lenguaje soez— Y ahora si eres tan amable, vámonos de aquí.

Vuelve a mirar por el espejo y esta vez, debió de ver algo que no le ha hecho ni pizca de gracia, lo sé por la rigidez de su cuerpo.

Acto reflejo, miro también y para mí sorpresa hay un hombre que parece un armario empotrado, con dos pedazos de brazos, los cuales juraría que son capaces de reventar sandías o cabezas sin esfuerzo alguno.

¿Estará huyendo de él?

—Claro que me iré, pero contigo fuera del coche— Recalco obvia.

¿Qué piensa que soy? ¿Taxista?

*Pues... por lo que se ve, si*

—Arranca— No le hago caso— ¡QUE ARRANQUES COÑO!— Grita cabreado.

Mi cuerpo reacciona solo ante su imponente voz, quito el freno y salgo de la calle cagando leches. No tengo ni idea de que debo hacer, ni de donde ir o si debo hablar o cerrar el pico... Nunca he estado en una situación similar.

*Ni que esto sucediera todos los días*

Ignorado la voz de mi cabeza me dedico a conducir sin rumbo alguno mientras le miro de reojo de vez en cuando, tengo que admitir que el chico es bastante guapo...

*Llámame loca, pero creo que no es un buen momento para fijarte en esas cosas*

—¿Quién era aquel hombre?— Solté sin más.

El peligro que conllevas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora