Las cenizas que el pitillo dejó acabaron en el suelo, como si la acompañaran. El humo la envolvía, ya no le importaba nada más.
Puede que la gente que la viera en ese momento deduciera que estaba rota, y quizás ella era incapaz de verlo. Tan sólo empezó a pensar millones de palabras que formaban historias, momentos y pensamientos.
No fueron mucho más que eso, dado que no duraron para siempre; fueron palabras lanzadas al viento.
