Las bestias divinas

36 5 2
                                    

Días después de la coronación, Zelda ordenó a Prunia y a Rotver a que fueran a las bestias divinas para que hiciesen experimentos que puedan hacer que las bestias se hagan inmunes a los poderes de Ganon, para que ya no pasase lo que ha pasado recientemente.

Mientras que Prunia y Rotver hacían su deber como investigadores o científicos estudiando y experimentando con objetos sheikah, Zelda intentaba averiguar más sobre el pequeño guardián, ella intentó encenderlo o hacer que funcione pero no consiguió nada. También se lo dió a Prunia y a Rotver pero tampoco consiguieron hacer nada. Y lo más extraño es que a Zelda le resultaba muy familiar aquel pequeño guardián. Ella intentó buscar información sobre el pequeño guardián en la biblioteca del castillo y en la biblioteca descubrió algo muy extraño, el cual jamás lo había encontrado nunca. Casualmente, ella se topó con una estantería de metal y eso le pareció muy extraño y tuvo la sensación de que había algo detrás. Ella cogió la piedra sheikah y movió en un segundo la estantería.
Casualmente, Zelda tenía razón, tras aquella estantería de metal, se escondía un lugar secreto donde estaba el diario del rey Rhoam (el padre de Zelda).
Ella lo abrió y comenzó a leerlo y casualmente, al principio del diario, se encontró una descripción del propio rey, una descripción de un guardián pequeño, de color blanco y con forma de huevo, creado por la princesa y de nombre Terrak.
Zelda recordó ese nombre al leerlo y fue corriendo a su habitación de investigación.
Al llegar, ella cogió al pequeño guardián y creyó que con decir su nombre a lo mejor se encendería por eso ella lo nombró. Pero, no ocurrió nada y dejó al guardián en la mesa.

– Terrak– susurró Zelda.

De repente, Link apareció y estaba justo al lado de la puerta, él se acercó a ella y Zelda dió un bote del susto que le había dado.

– ¡Link!– dijo Zelda– ¡Qué susto me has dado!–.

De repente apareció otro caballero y se plantó delante de Zelda.

– Su majestad, han venido para decirle algo– dijo el caballero.

– ¿Venido? ¿Quiénes habrán venido?– se preguntó Zelda.

Zelda y Link bajaron con el soldado que les había avisado a la bastión central. Allí les esperaban los cuatro compañeros de los elegidos, Sidon, Riju, Teba y Yunobo.

– Hola ¿qué ocurre?– preguntó Zelda.

– Su majestad, ha pasado algo horrible– dijo Riju.

Zelda se asustó al oír eso y comenzó a ponerse nerviosa.

– Las bestias divinas– dijo Sidon.

– ¿Qué les pasan?– preguntó Zelda.

– Se han derrumbado todas, han dejado de funcionar y se han derrumbado y ahora están desmontadas, inutilizables– dijo Yunobo.

Zelda se llevó la mano a la boca, mientras que Link los miraba seriamente.

– Pero eso no es lo peor– dijo Teba.

– Las regiones piensan que es culpa de Prunia y de Rotver– dijo Sidon.

– ¡Eso es horrible!– dijo Zelda preocupada.

Link miró a Zelda preocupada y Zelda bajó la mano, apretó el puño y miró a Link.

– Link ve a por Prunia y Rotver, debo hablar con ellos– dijo Zelda.

Link asintió con la cabeza y se fue corriendo a por Epona para irse a la aldea Hatelia.

– Gracias por avisar– dijo Zelda dirigiéndose a los cuatro acompañantes de los elegidos.

– De nada su majestad– dijo Riju.

– Un placer ayudar– dijo Yunobo.

Los cuatro se marcharon y Zelda se quedó seria mirándoles, se imaginaba en una futura discusión que podría pasar si no evitaba esto.

The Legend of Zelda y el retorno de un nuevo cataclismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora