La segunda bestia divina

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Zelda quiso ir a por Vah Rudania, ya que era la más cerca que había. Zelda se preparó y se vistió para ir al volcán.
Al llegar a la Ciudad Goron, un goron le explicó lo que pasó el día en el que las bestias se derrumbaron sin saber por qué. Dijo que Vah Rudania, la cual paseaba normalmente en la cima del volcán, de repente dejó de funcionar tras hacer un rugido bastante inusual y cayó cuesta abajo desmontando se y convirtiéndose en una chatarra ya rota.

Zelda comprendió por qué estaba la pobre en una pequeña ciénaga donde aún no se había hundido.
Zelda y Link bajaron a ver el pobre lagarto echo de un material desconocido, para ver qué le ocurría.
Mientras que Zelda subía las ruinas de la bestia, Link la seguía saltando por encima de las rocas, las cuales formaban una gran escalera.

Cuando Zelda llegó al punto de control, se encontró con el alma de Daruk, conocido también como el valeroso goron.

– Hola Daruk– dijo Zelda con una sonrisa.

– Buenos días su majestad– dijo Daruk mientras que hacía una reverencia.

Zelda le miró con una sonrisa y luego se giró para ver si seguía Link detrás de ella. Al ver que Link estaba a un metro y medio de ella, volvió a girarse y miró a Daruk.

– He venido aquí a investigar el accidente de Rudania– dijo Zelda.

– Pues, bueno, no hay mucho que decir– dijo Daruk mientras que rascaba la cabeza– es extraño, todo funcionaba bien, como siempre hasta que hizo ese sonido extraño. ¡Ay! Este rollo de la tecnología no es lo mío–.

– No pasa nada Daruk, no ha sido culpa tuya, a las demás les ha pasado lo mismo– dijo Zelda.

– Lo que sí sé, es que los ojos de Rudania se volvieron verdes– dijo Daruk seriamente.

– Mmmm....– se quedó Zelda pensativa– eso es nuevo, normalmente los ojos de las bestias divinas son azules–.

– Esto no me gusta....– dijo Daruk mientras cruzaba los brazos y negaba con la cabeza.

Zelda miró a Daruk algo preocupada, y luego siguió escribiendo en un pequeño cuaderno, el cual escribía todo lo que tenía que ver con su investigación, aquel pequeño cuaderno lo tenía ya desde antes del cataclismo, por eso podía tener algunas notas las cuales la podrían ayudar con su nueva investigación.

– Gracias Daruk, nos has ayudado mucho– dijo Zelda.

– ¡A sido un placer su majestad!– dijo Daruk sonrojado mientras que se rascaba de nuevo la cabeza.

Finalmente, Daruk, antes de desaparecer, emitió una gran carcajada, la cual alegró la ciénaga donde se hallaban los restos de Rudania.

The Legend of Zelda y el retorno de un nuevo cataclismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora