Primer encuentro

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Cuando el vapor de agua se condensa y se transforma en gotas que se acumulan en las nubes y caen, se produce la lluvia. La lluvia simboliza la fertilidad, pero a veces puede representar la vida o la muerte. Dicen que, cuando una persona muere y nadie llora por ella, el cielo siente compasión y empieza a llover. Para algunos, la lluvia es un presagio; para otros, un motivo de desesperación. Pero para unas pocas personas, es un despertar, un recuerdo hermoso.

Así es para Haruka. Su primer recuerdo está ligado a la lluvia. Solo recuerda estar recostada en una habitación blanca, con un insoportable dolor de cabeza, mientras alguien la abrazaba con fuerza. Ese alguien lloraba desconsoladamente y le susurraba algo al oído. Haruka no lograba entender lo que decía, pues los truenos afuera apagaban su voz. Poco a poco, sus ojos se cerraron, el sueño la venció. Lo único que alcanzó a ver antes de quedarse dormida fue una ventana empañada por la lluvia.

—¡Haruka! —El profesor azotó su mano contra la mesa de Haruka, haciendo que se despertara de golpe de su sueño.

—¡No! ¡Espera! ¿Qué...? —balbuceó mientras se levantaba desesperada y confundida. Su vista tardó unos segundos en aclararse, pero cuando finalmente lo hizo, miró rápidamente a su alrededor. Se dio cuenta de que estaba en su salón de clases. Inmediatamente, se cubrió la boca con la mano, sorprendida y avergonzada.

Al sentir su rostro, notó que tenía rastros de baba. Bajó la mirada hacia su cuaderno: había babeado sobre él. Tras unos instantes de intentar recuperar el sentido, alzó la vista con temor hacia el profesor, quien la observaba visiblemente molesto. Haruka bajó la mirada de nuevo, avergonzada, y limpió su cara con la manga de su suéter. Finalmente, con movimientos lentos, volvió a sentarse en su asiento, tratando de pasar desapercibida.

—¡Ahora mismo irá a la oficina del director! —El profesor levantó la voz, visiblemente irritado. Su tono dejaba claro que estaba harto de la misma situación.

—Sí, profesor… —respondió Haruka con voz débil.

Se levantó rápidamente de su asiento, pero sus movimientos eran torpes, como si el peso de la vergüenza la hundiera. Arrastró los pies hacia la puerta mientras los murmullos de sus compañeros llenaban el salón. Cada paso frente a ellos le parecía interminable; sentía sus miradas clavadas en su espalda, como si juzgaran cada uno de sus movimientos.

—Es demasiado linda, pero muy estúpida —se burló una chica, riéndose al verla levantarse.

—Y perezosa —agregó su compañera de al lado con una sonrisa maliciosa.

—Yo creo que es una presumida que solo quiere llamar la atención —dijo la primera chica, alzando un poco la voz para asegurarse de que Haruka la escuchara.

Los murmullos se extendieron por el salón como un veneno, pero en cuestión de segundos, el maestro perdió la paciencia.

—¡Basta! ¡Ahora todos ustedes tendrán horas extras! —gritó, fulminando a los estudiantes con la mirada.

El salón quedó en silencio, cada uno evitando encontrarse con los ojos furiosos del maestro.

—¿¡Qué!? ¿¡Por qué!? —se quejaban los estudiantes en coro, llenos de indignación.

—¡Por criticonas! ¡Por hablar mal de su compañera! —les reprochó el maestro, sin levantar la vista mientras caminaba hacia su escritorio. Tomó asiento, abrió su libro con brusquedad y comenzó a hojearlo, dejando claro que no habría discusión.

Haruka salió del salón con pasos vacilantes, su rostro aún enrojecido por la vergüenza. Sin embargo, a pesar de haberse alejado unos metros, podía escuchar claramente los murmullos y quejas que seguían resonando dentro del aula.

Corazón frío pero cálidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora