Capítulo 7: No se muerde la mano que te da de comer.

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Para preocupación de Reby, Sebastian no había llamado al día siguiente

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Para preocupación de Reby, Sebastian no había llamado al día siguiente.

Ni al siguiente.

Durante dos largos días la incertidumbre consumió sus sesos hasta reducirlos en paranoia. Pues no estaba segura si Sebastian la había dado por loca, o si se había echado para atrás después de pensarlo mejor, o no quería volver a saber nada de ella, o simplemente todas las anteriores. Aunque también cabía la posibilidad de que un auto lo hubiera arrollado...

Reby sacudió la cabeza y apretó los ojos, ahuyentando de su mente el pensamiento siniestro.

Él le había dicho que la llamaría en el transcurso de la semana, y seguramente eso haría, o de lo contrario, Reby comenzaría la búsqueda de la cura, sola.

Decidió entonces, que lo más sano para su mente en ese momento era dejar de custodiar el teléfono, levantar el trasero del sofá y encontrar algo productivo que hacer.

Limpiar. Iba a limpiar. Era una estupenda idea y lo mínimo que podía hacer por su anfitrión, de modo que fue a buscar la escoba y el plumero en el pequeño armario de la concina donde había visto a Michael guardándolos y al cabo de un momento regresó armada para la tarea.

Sin embargo, Michael era demasiado limpio y ordenado como para apenas limpiar y ordenar nada. ¿Cómo demonios podía ser tan pulcro? ¿Era siempre así o la presencia de Reby tenía algo que ver en aquella minuciosidad?

No lo sabía. Sus ganas de limpiar cayeron al igual que su trasero, de nuevo al sofá, junto al teléfono en la mesita. Por un instante, la preocupación de Reby por la ausencia de llamadas de su primo resurgió en su mente, sin embargo, había algo todavía más perturbador que eso: le picaba el cuero cabelludo y se sentía incómoda en general, necesitaba un baño...

La idea de que se convertiría una vez más era casi inminente como insoportable. Supo que su sangre se había helado porque de pronto sintió un inexplicable frío y en su frente comenzaba a brotar sutilmente el sudor.

Cuando Michael llegó del trabajo unas horas después, Pimienta le dio una entusiasta bienvenida, saltando a su alrededor y meneando la cola con vigor

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Cuando Michael llegó del trabajo unas horas después, Pimienta le dio una entusiasta bienvenida, saltando a su alrededor y meneando la cola con vigor.

Te quiero, pero voy a matarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora