Reby se heló internamente cuando escuchó ese nombre.
¿Sebastian?
El hombre le estaba diciendo algo más, pero ella no lo escuchaba, solo lo veía mover su boca mientras estudiaba su rostro. La edad había acumulado arrugas en su cara, sus canas habían borrado cualquier pista de lo que el color de su cabello alguna vez fue, pero eso no era lo que le preocupaba a Reby. Había algo extraño en la forma de sus facciones, en el ángulo de su nariz, las curvas de sus labios y el azul gastado de sus ojos que le estaba provocando una sensación rara, como si le resultara familiar, y luego estaba ese nombre...
—Oh Dios mío.
El hombre dejó de decir lo que sea que estuviera diciendo y miró a Reby.
—¿Qué ocurre? —preguntó él y miró por encima de su hombro en busca de lo que sea que le hubiera provocado aquella expresión a ella.
No podía ser posible.
Ese hombre lucía como la versión mayor de su primo. Y más exactamente, lucía casi idéntico a Gregory Gellar.
No podía ser posible que fuera el abuelo de Sebastian. ¿Por qué?
Pues porque no.
El abuelo de Sebastian estaba muerto. Había muerto hace muchos años. Ella lo sabía. Reby recordaba con detalle aquel árbol genealógico que su padre estaba tratando de construir para encontrar dónde había empezado todo el problema de las transformaciones. Y que le cayera un rayo encima en ese momento si se equivocaba, pero Sebastian, el padre de Gregory Gellar, estaba marcado con una cruz en tinta negra sobre su nombre. Una cruz que llevaban todos aquellos nombres de los que habían fallecido.
Él había muerto siendo un gato. Conocía la historia.
Reby parpadeó, volviendo al presente cuando la mujer que la había atendido le puso otra vez la mano en la frente.
—Ya no tiene temperatura.
Reby levantó la mirada y se encontró con la de Sebastian, lucía consternado.
—¿Estás bien? —le preguntó.
Ella asintió enérgicamente con la cabeza. La mujer y Sebastian intercambiaron una mirada.
—Muy bien, cariño, si te sientes mal toca este botón —le dijo la mujer mientras le enseñaba un control remoto con un único botón sobre la mesita de noche—. Por cierto, soy Nancy, puedes decirme si tienes cualquier problema, estaré por aquí.
Nancy salió de la habitación apresurada, al parecer tenía otros asuntos que atender.
Sebastian y Reby se quedaron a solas. Él dejó que su mirada vagara por la habitación hasta centrarse de nuevo en ella.
—Y bien, Rebecca, ¿cómo es que acabaste a las afueras del bosque? —le preguntó, pero de inmediato levantó una mano y se apresuró a agregar— No tienes que responderme si no quieres.
Reby negó con la cabeza. Realmente no tenía ganas de hablar, primero quería que su mente se asentara y volviera a sincronizarse con el presente.
—De acuerdo, entiendo. Si necesitas algo...ya sabes, el botón —balbuceó Sebastian y tras despedirse vacilante, se marchó.
Reby estuvo un largo rato sentada en la cama, arrugando la sábana entre sus manos y estrujándola sin parar, tal como estaba haciendo con sus sesos. No podía dejar de darle vueltas a su situación y había un montón de cosas que la estaban atormentando en ese momento.
Michael, la pantera, el bosque, el desmayo, perder tres días, Sebastian. A la lista se sumaban cada vez más asuntos pendientes y decidió salir de la cama y hacer algo con su tiempo antes de volverse loca.
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Te quiero, pero voy a matarte
RomanceSegunda parte de "Lo que todo gato quiere" Sinopsis Cosas que debes hacer si tu nombre es Reby Gellar: 1. Por nada del mundo entres en contacto con el agua. 2. No caces gatos. 3. No te enamores del amor de tu vida. 4. No te comas al amor...