Capítulo 18: Incertidumbre.

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—Listo, aquí tienen, pero recuerden, habrá más después de que el trabajo esté hecho.

Reby supo que el estupor estaba difuminándose cuando comenzó a escuchar voces, pero una ola de inconciencia le impidió entender el resto de la conversación y cuando fue capaz de pestañear, solo pudo ver siluetas borrosas.

Creía estar recostada sobre algo blando, como un sofá, pero no estaba del todo segura pues el olor penetrante que había olido en el trapo aún la tenía mareada e inmovilizada.

—Eh, creo que está despertando.

—¿Le doy más cloroformo?

—No, deja que se despierte, el cliente la querrá despierta, es más, ayúdala a despertar.

<< ¿El cliente? >>

Oh no.

Reby no tuvo duda de en manos de quién estaba y cuando escuchó los pasos pesados de uno de los hombres acercándose a ella, le rogó a su cuerpo que se moviera, pero comenzaba a temer que la inmovilidad se debía a que la tenían amarrada.

Sintió que el hombre se agachaba junto a ella y con su palma abierta y callosa comenzó a darle golpes rápidos en las mejillas.

Reby parpadeó, no porque la hubiera despertado así, sino porque quería disipar la niebla de sus ojos y cuando logró ver con más o menos nitidez, se encontró cara a cara con un imponente hombre de piel oscura y gafas de sol. Detrás de él un hombre canoso, gordo y bien vestido, le dedicaba una sonrisa lasciva por encima del hombro del gorila y Reby no tuvo duda, era Billy Byron.

—Finalmente, Rebecca Gellar en persona —dijo Billy, señalándola con los brazos abiertos—. Tienes que darme crédito, jamás gasté tanto dinero y energía por ir tras una mujer, deberías considerarte afortunada —él hizo un gesto con la mano y el hombre que estaba junto a ella la asió con fuerza del hombro, enderezándola en el asiento.

Reby pudo ver que detrás de Billy Byron había dos hombres más observándola y su sangre se heló cuando reconoció a uno de ellos como el extranjero que le había pedido indicaciones a Michael. A la luz amarillenta de la bombilla del techo, ya no parecía tan extraviado y mucho menos indefenso mientras le clavaba una mirada siniestra y se llevaba un cigarro encendido a los labios.

Billy intuyó por su expresión hacia quién estaba mirando y esbozó una sonrisa.

—Oh, sí, Petrov me lo ha contado todo, tu novio pica el anzuelo muy fácil, Michael sería un excelente hombre si no fuera tan imbécil, pobre muchacho.

Reby lo fulminó con la mirada e intentó encontrar su voz.

—El único idiota aquí eres tú por creer que vas a obtener lo que quieres.

Billy sonrió irónicamente.

—Te equivocas, preciosa, te quería a ti, ¡y aquí te tengo! ¿Estás ciega, querida? En cuanto crucemos la puerta y te metamos al camión nadie volverá a verte, ni siquiera tu estúpido Michael.

Los labios de Reby temblaron, pero su voz entre dientes fue amenazante:

—Te vas a pudrir en el infierno y ni tu asqueroso dinero podrá sacarte de ahí.

Billy Byron soltó una desagradable carcajada socarrona.

—Querida, hasta el diablo se vende por 250 millones en efectivo de cualquier jeque, así que no hables de cosas que de las que no tienes idea.

¿Eso es lo que ofrecían por ella?

Reby intentó no boquear sorprendida al escuchar esa cantidad de dinero y le dirigió a Billy una mirada amedrentadora.

Te quiero, pero voy a matarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora