Capítulo 14: El refugio.

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A la mañana siguiente, Sebastian esperó a que todos los familiares de Michael lo visitaran, lo cual llevó un tiempo pues no se les permitía entrar a todos al mismo tiempo, además deseaba un momento a solas con él, así que se reservó para el final.

Se levantó de un salto cuando vio a los gemelos salir de la habitación.

Era su turno.

Abrió la puerta de la habitación 124, la cerró con la espalda silenciosamente siendo de inmediato asaltado por el olor a antiséptico y avanzó con cautela por un corto pasillo de cortinas de hospital. Las persianas de la ventana estaban abiertas y la luz del sol entraba con tanta intensidad que se cegó por un momento.

Parpadeó con los ojos entrecerrados y cuando su vista se acostumbró a la iluminación, pudo ver el perfil de Michael, quien miraba fijamente hacia la ventana. A simple vista lucía tendido sobre la cama en perfecto estado y sin un solo rasguño, pero cuando por el rabillo del ojo se percató de la presencia de alguien más y volteó, Sebastian pudo ver los estragos.

Una venda atravesaba su ojo izquierdo y rodeaba su cabeza por la frente.

Michael se le quedó mirando con su ojo muy abierto, mostrando que estaba claramente sorprendido de verlo.

—Eh, a ti te conozco —dijo él a modo de saludo, con voz aletargada por los efectos residuales de la anestesia.

—Hola, Michael —repuso Sebastian e hizo un gesto con la cabeza hacia el sillón a un lado de la cama—. ¿Puedo?

—Estás en tu casa.

Sebastian se acercó para sentarse y recargó los codos en sus muslos. Ambos permanecieron en silencio un rato, Michael volvió a girar la cabeza para mirar la ventana y por un momento el único ruido que llenaba la habitación era el suave siseo de la calefacción.

Sebastian intentó hablar varias veces, pero se arrepentía justo cuando abría la boca. No encontraba las palabras adecuadas, aunque finalmente dijo:

—Lo siento.

Michael volvió la cabeza para mirarlo.

—¿Por qué?

—Por lo que te ha ocurrido, lo siento mucho.

Michael suspiró y su mirada se perdió en el techo.

—Es solo un ojo... —dijo con voz queda— Pudo haber sido peor, pero yo no escuché, ella me lo advirtió tantas veces... Supongo que no le tuve el respeto suficiente a la naturaleza.

<< ¿Es sólo un ojo? >>

El desconcierto frunció el entrecejo de Sebastian. No lo conocía lo suficiente, pero se sentía auténticamente mal por él y su familia, con la cual le había bastado pasar una noche en el pasillo para darse cuenta de que eran buenas personas y que la estaban pasando realmente mal.

—Michael yo... —empezó a decir y se aclaró la garganta para continuar— Sé que no es el mejor momento y lamento aparecerme cuando no me esperabas y bajo estas circunstancias, pero quiero darte las gracias, por todo lo que hiciste por Reby, debiste arriesgar más que... más que tu vida para ponerla a salvo y a nombre de mi familia quiero que sepas que estamos en deuda contigo.

—Gracias, pero no tienes que...

—No, no, espera, deja que termine —lo interrumpió Sebastian, agitando una mano—. Sé que no será lo mismo, pero permíteme reparar los daños, te buscaremos el mejor ocularista que podamos encontrar, te aseguro que ni siquiera notarás la diferencia y solventaré los gastos de una prótesis.

Mientras Sebastian hablaba, Michael negaba con la cabeza cada vez más enérgicamente hasta que tuvo que levantar una mano para indicarle que se detuviera.

Te quiero, pero voy a matarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora