𝒅𝒐𝒄𝒆

2.4K 126 15
                                    

Shark

Todo era un jodido caos. Y me encantaba.

Luego de que me dispuse a coquetear con Lydia, la hija del mafioso líder italiano, supe que Sydney había comprendido mi plan.

Estaba distrayendo a la peliazul, haciéndola caer en mis encantos al igual que tantas veces anteriores. No era una novedad que yo era su jodida debilidad, incluso aunque su padre le había prohibido involucrarse conmigo.

Ella no le había hecho caso nunca, en su estúpida cabecita estábamos protagonizando una novela de amor prohibido y apasionante.

Ingenua y exótica, Lydia era mi tipo. Era una pena tener que quitarle la vida a una criatura tan bella.

Disimuladamente observé cómo Liam y Steve cubrían a Sydney y colaboraban en que ella pasara desapercibida al adentrarse en una habitación vacía de la mansión. Cada momento que pasaba me convencía más a mí mismo de que Sydney en su otra vida había sido una gata, era la única explicación posible para que fuese tan sigilosa.

Cuando pasaron los minutos y ella ya se encontraba observando todo detrás de la rejilla del tubo de ventilación, decidí frotar mi ojo. Esa era la señal que habíamos acordado para que Sydney supiera cuándo disparar.

Lo que le siguió a eso fue un desastre. Distintos mafiosos, incluyéndome, sacamos nuestras armas, y se formó una balacera. Me escondí detrás de un muro, mientras evitaba que alguna que otra bala chocara contra mi cuerpo. Habían mujeres en vestidos elegantes chillando, empleados escondiéndose, incluso personas que no se defendían pero trataban de huir e igual resultaban lastimadas.

Contaba con el hecho de que, apenas Lydia fuera atacada, todos reaccionarían así y estaríamos en peligro, pero no podía entender cómo tantos de mis hombres habían resultado heridos.

Observé confundido cómo algunos de los guardias de la peliazul que nos estaban atacando eran heridos por disparos que no supe de dónde provenían. Hasta que Sydney, que estaba detrás de un muro, se asomó y nos sonrío inocentemente, justo antes de lastimar a un hombre que no conocía, pero que casi me perfora la cabeza con una bala.

Al verla un sentimiento desconocido e indescifrable me invadió. Por supuesto que era muy orgulloso como para agradecerle el haber salvado mi vida, pero sí podía admitirme a mí mismo que tenerla de mi lado era de gran ayuda.

Cuando todos los presentes oímos las sirenas de la policía, decidimos escapar en vez de seguir matándonos unos a otros. Liam, Steve, la gatita y yo subimos a la camioneta, y el conductor entendió que debía sacarnos de ahí rápidamente, el resto de mis guardias se subieron a las camionetas con las cuales nos habían seguido al venir.

Estaba aliviado, pero también estaba alerta. Cabía la posibilidad de que la jodida policía u otros mafiosos nos siguieran, además de que no había tenido tiempo de comprobar que Lydia estuviera realmente muerta, pero si no lo estaba era probable que no le quedara mucho tiempo de vida.

—Espero que no seas tan jodidamente estúpida como para creer que ahora que me ayudaste seré más piadoso contigo— le hablé a Sydney, la cual se encontraba sentada frente a mí, observándome como si quisiera despedazarme— En otra situación parecida será mejor que permitas que me maten, porque yo sigo planeando destruirte.

—Mi amor, ¿acaso piensas que deje el lugar seguro en el que me encontraba sólo para defenderte a ti?—me respondió riéndose de forma sarcástica, inclinándose más hacia mí, enseñándome su escote y hablándome mordazmente:— Por supuesto que no, tiburoncito. Salvé tu culo porque quería algo de adrenalina, además, me dio pena que un jodido mafioso muriera en una situación tan penosa. Pero no te preocupes, en la próxima ocasión seré yo misma la que atraviese tu cráneo de una bala.

S H A R KDonde viven las historias. Descúbrelo ahora