3. Desvaneciéndose

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Valentín se despertó por los rayos del sol que atravesaban la cortina de la habitación y le daban en la cara. Se reprochó a sí mismo por no haberla cerrado cuando se acostaron a dormir. Volteó hacia el otro lado, y se encontró a Daniel dormido mientras abrazaba un almohadón. Se levantó sin despertarlo, cerró las cortinas para dejarlo dormir y se metió al baño, hizo sus necesidades y salió de la habitación. Decidió dar una ojeada rápida al resto de habitaciones para buscar a Mateo y a Manuel. Abrió la que estaba al lado y los vio abrazados y dormidos. Se rió en voz baja y cerró la puerta nuevamente. Bajó a la cocina a prepararse el desayuno. Sacó un plato y se sirvió cereales con leche mientras buscaba algo más para comer. Estaba concentrado cuando Manuel bajó también en ese momento.

—Buenos días —saludó Manuel a Valentín, el cual dio un pequeño salto; se había asustado.

—Buenos días pendejo, me asustaste —habló Oliva mientras sacaba otro plato y servía cereales con leche y milanesas que habían sobrado de la noche anterior.

—Vos me despertaste, ahora cagate.

—Yo? Qué hice?

—Abriste la puerta de la habitación de Mateo y te quedaste mirándonos. A él y a mí.

Valentín se quedó callado recordando lo que había hecho con una sonrisa maliciosa en sus labios.

—Pero bueno, ya que. Igual, qué onda con Mateo?

—Como de qué?

—No te hagas Manucho, que anoche también los vi besarse acá en la cocina —dijo Valentín mientras se acercaba a una de las paredes y la señalaba—. Exactamente acá.

Manuel se congeló por unos breves instantes.

—Sí nos gustamos y todo, pero no sé si él quiere algo serio conmigo.

—Mirá, yo creo que deberían darse una oportunidad, capaz que Mateo sí quiere algo serio con vos.

—No sé, no estoy seguro.

—Bueno, igual tomá tu desayuno que se enfría y no lo caliento.

Manuel rodó los ojos y se dispuso a desayunar. En ese momento Mateo bajó por las escaleras y Valentín le preparó su desayuno. Mientras tanto, Ribba seguía durmiendo en la habitación. Hasta que unas inmensas ganas de orinar lo hicieron levantarse. Entró al baño y cuando terminó de orinar se miró al espejo; recordaba muy pocas cosas de la noche anterior. Se había tomado tres cervezas, vomitó con la ayuda de Valentín y se acostó a dormir. No recordaba nada más. Decidió bajar a desayunar, tenía un poco de hambre.

En la cocina estaban Mateo, Manuel y Valentín jodiendo mientras lavaban los platos y los guardaban.

—La puta madre —se quejó Mateo —. Dejé caer esta mierda de plato.

Los otros dos se rieron, y a esas risas se sumaron la de Mateo y la de Daniel, que ya había llegado a la cocina y vio cuando Mateo dejó caer el plato al piso. Para su buena suerte, no se había roto.

—Buenos días —saludó Dani a los demás.

—Buenos días —Manuel le sirvió su desayuno y se lo puso en la mesa —. Ahí lo tenés.

Daniel le agradeció y empezó a comer, cuando tragaba la comida sentía ganas de vomitar y de expulsar eso de su interior. Hizo grandes esfuerzos para terminar de comer y salió de la cocina hacia el baño de la habitación en la que había dormido. Se sentó en el piso y apoyó sus brazos sobre la taza del inodoro. Algunos ecos rondaban su cabeza. "Querés ir a vomitar? ", "No sé vomitar", "A ver, abrí la boca que te voy a meter los dedos".

ᴠɪᴅᴀ; ᴡᴏꜱᴀɴɪ. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora