III. Dervish

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Perdido. El tiempo parece un circulo interminable. Acontecimientos erráticos. Revoloteando dentro y fuera de la realidad. Momentáneamente aquí, entonces lejos, reclamado por la locura y los demonios. Claridad. Una habitación cálida. Agentes de policía. Estoy envuelto en mantas. Un hombre con cara amable me ofrece una taza de chocolate caliente. La acepto. Esta haciéndome preguntas. Sus palabras se diluyen en el aire. Mirando el líquido oscuro de la taza, empiezo a alejarme de la realidad. Para evitar el retorno a las pesadillas, levanto mi cabeza y me centro en los labios en movimiento. Durante mucho tiempo, nada. Luego susurros. Aumentan. Como si alguien subiera el volumen del televisor. No todas sus palabras tienen sentido, hay un sonido de eco dentro de mi cabeza, pero entiendo el concepto general. Está preguntándome acerca de los asesinatos. -Demonios-, murmuro, mi primera declaración desde mi grito desgarrador. Su cara se ilumina y avanza hacia mi. Más preguntas. Más rápido que antes. Más altas. Más urgentes. En medio de la algarabía, le oigo preguntar: -¿Los viste? -Sí-, grazno. -Demonios-. Frunce el ceño. Pregunta otra cosa. Me desconecto. Los bordes de la realidad comienzan a nublarse. La locura se condensa a mi alrededor, me captura, me devora, haciéndome olvidar todo salvo las pesadillas. Una habitación diferente. Policías distintos. Más exigentes que los otros. No tan amables. Haciendo preguntas en voz alta, parándose frente a mí, sosteniendo mi cabeza hasta que nuestros ojos se encuentran y tienen mi atención. Uno sostiene una fotografía de color rojo, un cuerpo separado por la mitad. -Gret-, gruño. -Sé que es duro-, dice un hombre, la simpatía se mezcla con la impaciencia -, pero ¿has visto quién los mató? -Demonios-, suspiro. -Los demonios no existen, Grubbs,- el oficial ruge. -Ya tienes edad suficiente para saberlo. Mira, yo sé que es difícil -, se repite,- pero hay que centrarse. Tienes que ayudarnos a encontrar la gente que hizo esto. -Eres nuestro único testigo, Grubbs,- murmura su colega. -Tú los viste. Nadie más lo hizo. Sabemos que no quieres pensar en ello ahora mismo, pero tienes que hacerlo. Por tus padres. Por Gret . El otro policía agita la foto frente a mi nuevamente. -¡Danos algo, cualquier cosa! - ruega. -¿Cuantos eran? ¿Has visto sus rostros o estaban con máscaras? ¿Cuánto presenciaste?¿Puedes... ?

Oscuridad. Adiós oficiales. Hola horror.

Gritos. Ensordecedores llantos. Miro a mi alrededor, preguntándome quién está haciendo tanto ruido y por qué no se calla. Entonces me doy cuenta que soy yo gritando. En una habitación blanca. Mis manos atadas por una camisa blanca ajustada. Nunca he visto una de verdad antes, pero sé lo que es: una camisa de fuerza. Me concentro detener mis gritos, y poco a poco se desvanecen en un gemido. No sé cuánto tiempo he estado gritando, pero mi garganta está seca y duele, como si mi voz hubiera estado al limite durante semanas sin pausa alguna. Hay una taza de plástico duro fijada en un soporte sobre una pequeña mesa a mi izquierda. Un sorbete sobresale de ella, acerco mis labios y trago. Coca-Cola. Me duele mientras baja por mi garganta, pero después de un par de sorbos es maravilloso. Fresco, estudio mi celda. Paredes acolchadas. Luces tenues. Una puerta de acero con un panel de plástico fuerte en la mitad superior en lugar de vidrio. Me tropiezo hasta el panel y miro hacia fuera. No se puede ver mucho, la zona es oscura, de modo que el plástico sobre todo actúa como reflector. Yo estudio mi rostro en el espejo improvisado. Mis ojos no son míos, inyectados en sangre,salvajes, con bordes negros. Mis labios mordidos por la desesperación. Arañazos auto-infligidos en mi cara. Mi cabello corto, más de lo que me gustaría. Un gran moretón en mi frente. Un rostro aparece cerca del otro lado del cristal. Me caigo hacia atrás con miedo. La puerta se abre y una gran y sonriente mujer entra. -Está bien-, dice en voz baja. -Mi nombre es Leah. He estado cuidando de ti. -¿Do-don... dónde estoy? -En un lugar seguro-, ella responde. Se inclina y toca el moretón en mi frente con dos dedos suaves y gentiles. -Has pasado por el infierno, pero ahora estás bien. Todo será más fácil desde aqui. Ahora que saliste de tus delirios, nosotros podemos esforzarnos...- Pierdo el hilo de lo que Leah esta diciendo. Detrás de ella, en la entrada, imagino que un par de demonios Vein y Artery. La parte sana de mí sabe que no son reales, sólo visiones, pero esa parte ya no tiene control sobre mis sentidos. Apoyándome contra unas de las paredes acolchadas, me pierdo en los demonios imaginarios, mientras bailan por toda mi celda, haciendo gestos ordinarios y mímicas de amenazas. Leah sigue hablando. Los imaginarios Vein y Artery continúan bailando. Me vuelvo a sumergir en mis pesadillas casi con gratitud.

I. Lord LossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora