IV. El gran tour

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Dervish conducía como un loco, a unas cien millas por hora. El Viento rugiendo. Campos borrosos. No había oportunidad de hablar o estudiar el paisaje. Me pasé el viaje con el rostro apretado entre los omoplatos de mi tío, aferrándome a mi querida vida. Finalmente, llegando a una pequeña villa, él fue más lento. Di un vistazo y capté el nombre en un cartel a medida que salíamos. Villa Carcery. —Valle Carkerry, —murmuro. —Se pronuncia Car-sherry —, gruñe Dervish. —Aquí es donde vives—, observo recordando la dirección de las tarjetas que escribía y enviaba con mamá y Gret. (A mamá no le gustaba el tío Dervish pero ella siempre le enviaba tarjetas de navidad y cumpleaños). —En realidad, vivo a unas dos millas más allá —, dijo Dervish, adelantando cuidadosamente a un tractor y saludando al conductor. —Es bastante solitario donde estoy, pero hay muchos niños en el pueblo. Puedes entrar cuando quieras. —¿Ellos saben acerca de mi? —pregunto. —Sólo que eres un huérfano que viene a vivir conmigo.

Un camino sinuoso. Con una gran cantidad de baches los cuales Dervish era experto en desviar. Los lados de la carretera están bordeados de árboles. Crecían muy juntos, bloqueando todo salvo los más delgados rayos de luz del sol. Oscuro y frío. Me presiono más cerca de Dervish, abrazando el calor de él. —Los árboles no se extienden hasta muy lejos, —el dice. —Puedes bordearlos cuando vayas al pueblo. —No tengo miedo, —murmuro. —Por supuesto que sí, —rió entre dientes, luego miró hacia atrás rápidamente. —Pero tienes mi palabra que no hay necesidad de tenerlo.

Chez (en casa de) Dervish. Una enorme casa. Tres plantas. Construido a partir de toscos bloques, casi tan grande como esos que he visto en las pirámides. Tenia forma de L. Una parte que sobresale al final está hecha de ordinarios ladrillos rojos y no se ve como el resto de la casa. Tenía muchas decoraciones de madera en la parte superior y en los lados. Un tejado de pizarra con tres enormes chimeneas. El techo de la sección de ladrillo es plana y la chimenea es pequeña en comparación con las otras. Las ventanas de la planta baja se extienden del piso hasta el techo. Las ventanas de los pisos superiores son más pequeñas, redondas y con diseños en las vidrieras de colores. En la sección de ladrillo, eran muy comunes. —No es mucho, —dijo Dervish con ironía, —pero es mi hogar. —Este lugar debe haber costado una fortuna, —dije sin aliento, de pie junto a la motocicleta, mirando fijamente la casa, casi con miedo a aventurarme más cerca. —No realmente, —dice Dervish. —Era un desastre cuando la compré. No tenía techo ni ventanas, el interior estaba destrozado por la exposición a los elementos. La planta baja era utilizada por un granjero local como corral de cerdos. Viví en la extensión de ladrillos durante años mientras restauraba la construcción principal. Sigo teniendo la intención de echar abajo la extensión -no la uso para nada, y difiere de la estructura principal- pero nunca parezco convencerme de hacerlo. Dervish se quitó el casco, me ayudó a quitarme el mío, luego caminamos alrededor de la parte exterior de la casa. Explica sobre el arquitecto original y la cantidad de trabajo que tuvo que hacer para dejar la casa habitable de nuevo, pero no lo escucho con demasiada atención. Estoy demasiado ocupado evaluando la mansión y el terreno circundante -una serie de campos abiertos, con ovejas y ganado en algunos de ellos, un pequeño bosque al oeste que recorre todo el camino hasta el Valle Carcery-, no habían casas vecinas que pudiera ver. —¿Vives aquí solo? —le pregunto cuando volvemos a la parte delantera de la casa. —Más o menos, —dijo Dervish. Un granjero posee la mayor parte de la tierra y el se opone al superdesarrollo. Es viejo. Supongo que sus hijos lo venderán en parcelas cuando el muera. Sin embargo, durante los últimos veinte años he tenido toda la paz que un hombre puede desear. —¿No se siente solo? —pregunto. —No, —dice Dervish. —Soy bastante solitario por naturaleza. Cuando tengo necesidad de compañía, es cosa de dar un corto paseo al pueblo. Y yo viajo mucho, tengo amigos en todo el mundo.

Nos detenemos en las gigantescas puertas frontales, un par de ellas, como la entrada de un castillo. No hay timbre -solo dos gruesas gárgolas en forma de aldabas, las cuales miro con recelo-. Dervish no abre las puertas. Me esta estudiando en silencio. —¿Has perdido las llaves? —pregunto. —No tenemos que entrar —dice. —Creo que podrías llegar a amar este lugar con el tiempo, pero es demasiado de asimilar en un principio. Si prefieres, podrías quedarte en la extensión de ladrillo, se que es una monstruosidad, pero el interior es acogedor. O podemos conducir al valle y tu puedes pasar unas noches en B&B hasta que te orientes. Era algo tentador. Si la casa era la mitad de espeluznante en el interior como lucia desde aquí, seria algo difícil adaptarse. Pero si no me mudaba ahora, estoy seguro que la casa comenzaría a ser mucho más espeluznante en mi imaginación de lo que nunca podrá ser en la vida real. —Vamos —sonrío débilmente, levantando una de las gárgolas aldabas y golpeándola con fuerza. —Lucimos como un par de idiotas, estando aquí. Entremos.

I. Lord LossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora