II. Demonios

147 10 3
                                        

Sangre por todas partes. Terribles salpicaduras y charcos. Salvajes rayas en el piso y en las paredes. Salvo que las paredes no son paredes. Estoy rodeado por los cuatro lados por telarañas. Millones de hilos, más gruesos que mi brazo, algunos conectados con ordenados diseños, otros separándose caóticamente. Muchos de los hilos están teñidos de sangre. Detrás de la primera capa, más capas, telarañas hasta donde alcanza la vista. Hasta el infinito. Mis ojos se separan de las paredes. Hago rápidas miniaturas mentales de otros detalles. Me encuentro entumecido. Funcionando como una máquina. El sonido de goteo. Un cuerpo colgado boca abajo del techo en el centro de la habitación. Sin cabeza. La sangre cae al piso del rojo corte del cuello. Incluso sin la cabeza, lo reconozco. -¡Papá!- Grito, y el llanto casi rompe mis cuerdas vocales. A mi izquierda, una criatura obscena gira y gruñe. Tiene el cuerpo de un perro muy grande, la cabeza de un cocodrilo. Debajo del demonio esta, inmóvil, mamá. O lo que queda de ella. Un aullido terrible a mi derecha. ¡Gret! Sentada en el suelo, mirándome fijamente, meciéndose, su rostro blanco, excepto donde esta manchado de sangre. Comienzo a llamarla. Ella se gira a medias, y es entonces cuando me doy cuenta de que ha sido dividida en dos. Algo hay detrás de ella, en la cavidad en la parte posterior, moviéndola como a una marioneta. El "algo" empuja a Gret. Es un niño, pero ningún niño de este mundo. Tiene el cuerpo de un infante de tres años, con una cabeza mucho más grande que la de cualquier persona normal. Su piel de color verde pálido. No tiene ojos , una pequeña bola de fuego parpadea en cada una de sus cuencas vacías. No tiene cabello, pero sin embargo su cabeza está llena de movimiento. A medida que el niño del infierno avanza, veo que los objetos son cucarachas. Vivas. Alimentándose de su carne podrida. El cocodrilo-perro se aleja de mamá y se acerca a mí, intercambiando miradas con el niño monstruoso, quien también reduce la brecha. No me puedo mover. El miedo se apoderó de mí completamente. Miro desde mamá a papá, y de papá a Gret. Todos rojos. Todos muertos. ¡Imposible! ¡Esto no está sucediendo! Un mal sueño, ¡Eso debe de ser! Pero incluso en mi peor pesadilla, nunca me imaginé algo así. Yo sé que es real simplemente porque es demasiado horrible para no serlo.

Las criaturas están casi sobre mi. El cocodrilo-perro gruñe hambriento. El niño del infierno sonríe macabramente y levanta sus manos. Hay bocas en sus dos palmas, pequeñas, llenas de afilados dientes. No hay lenguas. -Oh, cielos-, dice alguien, y las criaturas paran a la distancia de un escupitajo. -¿Qué tenemos aquí?- Un hombre se desliza por detrás de un grupo de pegajosos filamentos. Delgado. De pálida piel roja, deforme y desigual, como si estuviera hecho con masa para modelar. Sus manos están destrozadas, los huesos sobresalen de la piel, sus dedos fundiéndose unos con otros. Calvo. Ojos extraños, sin blanco, sólo el iris de color rojo oscuro y una pupila aún más oscura. Hay un gran agujero desgarrando el lado izquierdo de su pecho. Puedo ver limpiamente a través de él. Dentro del agujero, serpientes. Decenas de pequeñas, siseantes, enrolladas serpientes, con largos colmillos curvos. El niño del infierno grita y se acerca hacia mí. Los dientes en sus pequeñas bocas se separan y juntan con impaciencia. -Detente, Artery-, el hombre, el monstruo, dice imperativamente, y da un paso hacia mí. No, no da un paso, ... se desliza. No tiene pies. La carne abultada de la parte inferior de sus piernas termina en tiras que no tocan el suelo. Está flotando en el aire. El perro-cocodrilo ladra salvajemente, sus ojos de reptil resplandecen con hambre y odio. -Aguanta, Vein-, el monstruo ordena. Avanza a una ínfima distancia de mi. Se detiene y me estudia con sus antinaturales ojos rojos. Tiene una boca pequeña. Labios blancos. Parece triste, la criatura más triste que alguna vez he visto. -Tú eres Grubitsch-, dice malhumorado. -El último de los Gradys. Tu no deberías estar aquí. Tus padres deseaban que no sufrieras de esta forma. ¿Por qué has venido?- No puedo responder. Mi cuerpo no es mío, excepto por los ojos, que no dejan de contemplar y analizar, aunque desearía cerrarlos por completo y sumirme en la oscuridad. El niño del Infierno hace un sonido gutural e intenta alcanzarme otra vez. -Desobedeceme si te atreves, Artery-, el monstruo dice suavemente. El barbárico bebé deja caer sus manos y se inclina hacia atrás, el fuego en sus ojos centellando. El coco-perro se retira también. Ambos mantienen sus ojos en mí. -Tanta tristeza-, suspira el monstruo, y hay piedad genuina en su voz. -Los padres, muertos. La hermana, muerta. Completamente solo en el mundo. Cara a cara con los demonios. Ni idea de quienes somos o por qué estamos aquí-. Hace una pausa y la duda cruza su rostro. -No lo sabes, ¿verdad, Grubitsch? ¿Nadie nunca te dijo, o explicó, la historia del solitario Lord Loss?- Todavía no puedo contestar, pero lee la ignorancia en mis ojos y sonríe con sus finos labios dolorosamente. -Eso imaginaba-, dice. -Trataron de protegerte de las crueldades del mundo. Buenos, amantes padres. Los extrañaras, Grubitsch, pero no por mucho tiempo-. Las criaturas a mi izquierda y derecha hacen enfermos y gorgogeantes sonidos. -Tu tristeza durara poco. En cuestión de minutos mis familiares estarán sobre ti, y todo lo terminará pronto. Habrá un gran dolor, pero luego la paz absoluta del más allá. La Muerte vendrá como una bendición, Grubitsch. Le darás la bienvenida al final, así como lo hicieron tus padres y tu hermana.

I. Lord LossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora