Día 27: Light

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Horacio dejó las cosas listas para acabar su turno en la tienda y dejar que su compañera se encargara del resto. Desde hacía ya unos años había dejado su puesto como director del FBI, no fue algo fácil, pero fue la mejor decisión que pudo tomar. Tras haberse mudado junto a Volkov a una casa más grande, había decidido cambiar su estilo de vida del todo.

Había abierto una tienda de ropa con el dinero que había ido ahorrando a lo largo del tiempo en su puesto como agente federal, apartándose así de ese tipo de vida. Volkov bajó el ritmo también, empezó a centrarse más en tareas administrativas, salía mucho menos a patrullar que en el pasado, y es que los dos querían llevar un ritmo de vida mucho más sencillo. Al cabo de poco tiempo de vivir juntos, su relación dio un paso más, celebrando su matrimonio en un día de verano. Fue una ceremonia con pocos invitados, y en su mayoría gente de la policía y los sheriff, pero fue más que suficiente para ellos.

Con el paso del tiempo, los dos se acostumbraron a vivir de esa forma y disfrutaron de una paz que nunca pensaron que tendrían. Fue por esa época, un par de años más tarde de haberse casado, cuando los dos decidieron dar un paso aún más importante y ampliar con otro miembro la familia. No era mentira que en un principio, a pesar de lo mucho que querían, sentían un enorme miedo, pues ellos no habían gozado de la mejor de las infancias, y Horacio temía no ser un buen padre, teniendo como ejemplo a los suyos, quienes por más que lo intentara, ya ni siquiera recordaba sus rostros. Volkov también sentía miedo, igual que Horacio, la figura de su padre llegaba a él, su irresponsabilidad, su severidad y dureza hacia él, le hacían temer que tal vez él siguiera esos pasos. Pero lo que más deseaban era poder darle a un infante todo lo que ellos no tuvieron, todo el amor que les fue privado al ser pequeños querían ser capaces de darlo.

Cuando finalmente se sintieron listos, visitaron el orfanato de la ciudad para poder informarse del proceso. Presentaron toda la documentación necesaria, y se mantuvieron a la espera de una respuesta, hasta que unas semanas después les indicaron que eran aptos para el proceso. Con esto, recibieron información sobre el posible infante que se les había asignado. Era una niña de tres años, su madre era muy joven y no podía hacerse cargo, ni tampoco quería, del padre no se tenía registro. La pequeña Ada les robó el corazón en cuanto se conocieron. Era una niña adorable, con el cabello negro y corto, y unos ojos marrones tan inocentes como bonitos, aunque cuando los conoció por primera vez se la notaba asustada, pero poco a poco empezó a sentirse más a gusto con ellos, hasta que finalmente se formalizó la adopción. De aquello ya habían pasado tres años, Ada había cumplido seis hacía un par de meses.

Horacio se despidió de su compañera y encendió el coche, camino a buscar a su pequeña al salir de la escuela. La esperaba cerca de la entrada, mientras hablaba con algunas madres que también esperaban a sus hijos para salir. Al principio le había costado relacionarse con los padres y madres, tanto a él como a Volkov, en las reuniones de padres se sentían algo fuera de lugar, pero con el tiempo se empezaron a sentir más a gusto, aunque Volkov seguía prefiriendo evitar esas reuniones y aglomeraciones de gente. El de cresta vio a su pequeña salir, ahora llevaba el cabello más largo y solía llevarlo recogido en una coleta, que el comisario le hacía antes de salir de casa y llevarla al colegio. La niña corrió hacia él y Horacio la tomó en brazos, dejando un beso en su frente.

De camino a casa, la pequeña le explicaba lo que había hecho ese día en clase, a qué había jugado con sus amigas, y mil cosas que se le ocurrían. Al principio de estar en casa, a pesar de sentirse a gusto, Ada no hablaba mucho, pues aún le daba vergüenza, pero conforme pasó el tiempo empezaba a hablar más, y a dirigirse más veces a ellos. Una vez todo eso pasó, a penas dejaba de hablar, y siempre hablaba de cualquier cosa y preguntaba todo lo que se le venía a la mente.

Una vez en casa, Horacio tomó la mochila por ella, y fueron recibidos por su perro. Webonauta enseguida aceptó la llegada de Ada, y ambos se convirtieron en buenos amigos, siendo el perro un recurso que usaban para poder acercarse más a ella los primeros días. Las tardes solían seguir una rutina los dos, Horacio preparaba la merienda para los dos y veían juntos los dibujos que Ada prefiriera en ese momento. Después ella hacía los deberes en la mesa de la cocina mientras el de cresta trabajaba en algunas gestiones de la tienda, hasta que ella acababa y pedía jugar. Esa tarde, aprovechando que hacía sol y buen clima, salieron a jugar al jardín acompañados también de su querido perro.

Volkacio ValentineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora