Capítulo Cuatro

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Desperté debido a un ruido la habitación. Lentamente abrí los ojos y me topé con una muy buena vista.

Joe estaba agachado y de espaldas a mi , dejando una bandeja de comida en un mantel que yacía en el piso.

-Se que tengo buen trasero, pero literalmente puedo sentir tus ojos en el.- me dijo sin voltearse.

Me sonrojé al instante, como es que podía saber que estaba mirándolo.

-Lo sé porque puedo saber tus pensamientos, una habilidad vampírica.-

-¿Osea que lees mis pensamientos?- pregunté sorprendida, no quería que los supiera, ¿y si estuviera pensado en algo sucio? Ay no, no debo pensar en pensar cosas así, el puede saberlo.

-Solo algunos, no es como leer mentes, solo puedo hacerlo cuando es un pensamiento fuerte. Cómete todo.- dijo saliendo de la habitación. Por suerte no había leído mis pensamientos sobre pensamientos sucios. Asomó la cabeza por la ventana y me miró con una sonrisa- Por cierto, eres una pequeña pervertida.-

No pude evitar sonrojarme cual tomate al escuchar eso. El si había leído mis pensamientos sobre pensamientos sucios. Joder, estaba pensando mucho la palabra "pensamiento".

Me arrastré hasta la bandeja de comida, era un filete con papas y ensalada. Comencé a comer, no creo que haya puesto algo en mi comida, porque lo que yo comiera el en cierta forma también lo haría ¿no?

Dejé de pensar esas cosas y terminé la comida, luego tomé un sorbo de jugo de manzana.

Me levanté y me dirigí hacia el lavamanos, un pequeño espejo estaba sobre éste. Observé mi aspecto, me veía terrible, estaba despeinada, tenía el maquillaje corrido y unas ojeras bajo mis ojos.

Me lavé la cara sacando todo rastro de maquillaje de ella. Traté de asentar mi cabello con un poco de agua, aunque no le vi mucho resultado.

También noté que traía la misma ropa que la noche en la que fui secuestrada.
Claro que la tienes, estas secuestrada, no de compras.

Me volví a sentar en un rincón, estaba aburrida. Lo sé, podría estar llorando, pero simplemente estaba aburrida, y quería ducharme, apestaba.

Al cabo de un rato apareció Joe para llevar la bandeja.

-Oye, ¿me puedes hacer un favor?- pregunté dudosa.

-Depende. Si me dices lo que quieres veré si es que puedo complacerte.- contestó mirándome.

¿Complacerme? Otra vez a los pensamientos sucios, relájate, no pienses en ello. Respira.

-Quiero tomar una ducha, ¿sería posible?

-Déjame pensarlo- puso su mano en su mentón- sólo si puedo acompañarte.- contestó indiferente.

-Eres un maldito pervertido- grité avergonzada.

-¿Porqué? ¿Que he hecho o dicho para hacerte creer eso?- pregunto con una ceja alzada. De pronto pareció entender el porqué de mi "insulto" y una sonrisa perversa apareció en su rostro- Sólo quería estar en el baño para asegurarme de que no te hagas daño a ti misma, pero si quieres algo más no me negaría.- contestó sonriente.

-Pervertido- volví a gritar.

-La que lo ha pensado mal eres tu, no yo, pequeña pervertida.-

-Como sea, ¿puedo ducharme?- pregunté rendida.

-Ya te he dicho que solo si estoy en el baño.-

-Bien, pero llévame ahora, por favor-.

Soltó el grillete de mi muñeca y me dirigió por un pasillo de piedra hasta una puerta que llevaba a una especie de sótano normal. Subimos unas escaleras y nos encontramos en una casa bellísima, todo era de madera, tan clásico y pintoresco. Volvimos a subir unas escaleras hasta un pasillo con muchas habitaciones enfrentadas.

Entramos en un baño gigante de color azul. Empecé a incomodarme, Joe se sentó en el retrete y se cruzó de brazos.

-No voy a desnudarme frente a ti.- contesté nerviosa.

-Yo no me voy a ir.- me dijo firme.

Me metí la ducha con ropa, una vez dentro corrí la cortina y abrí el grifo, pero el agua no salía.

-Oye Joe, no sale el...-Me vi interrumpida debido a las gotas de agua fría que me salpicaban el cuerpo.-Demonios está fría- escuché la risa de Joe del otro lado de la ducha pero no le di importancia. Empecé a sacarme mi, ahora mojada, ropa, al momento de sacarme la ropa interior dudé un poco pero terminé sacándola. Tiré toda la ropa fuera de la ducha y comencé a lavarme el cabello. En 15 minutos cerré el grifo y estiré la mano en busca de uns toalla, me envolví con ella y salí de la ducha.

Allí estaba Joe mirándome a los ojos.

-Deja de mirarme a los ojos- me quejé.

-¿Prefieres que te mire las tetas? Porque tranquilamente podría hacerlo.- me respondió calmado.

-No, así está bien.- me agache para recoger mi ropa, pero estaba mojada.- Demonios, se mojó mi ropa- me quejé.

-Sígueme- me dijo Joe mientras salía del baño. Lo seguí hasta quedar frente a una puerta al final del pasillo- Quédate aquí- me ordenó, a lo que asentí. No serviría de nada tratar escapar, me encontraría.

En un rato el salió con unos bóxers y una sudadera holgada.

-Ponte esto, te servirá por ahora.- me dijo.

Volví a entrar al baño y me puse su ropa, la sudadera me quedaba enorme, pero por lo menos no se notaban mis pechos y al ser larga me llegaba al muslo, igualmente me puse los bóxers y salí.

Me volvió a dirigir hacia el calabozo y me colocó el grillete en la muñeca.

-Tengo hambre- dijo el mirándome.

-Pues come- contesté asustada, sospechaba que el hambre que sentía no era de comida.

-Sabes a lo que me refiero- dijo seco.

-Pero me duele- contesté triste, y era la verdad, dolía mucho.

-Te dolió porque estabas tensa, no te resistas y relájate, así no dolerá tanto.

Asentí levemente y me puse de pie.

-En el cuello duele menos- me dijo, no dudé dos veces y moví mi cabello hacia un costado, con tal de que sea menos doloroso no me importaba donde lo hiciera.

Se acercó lentamente y movió mi cabeza a un costado.

-Relájate- me dijo.

Relajé mis músculos y respiré hondo al tiempo que el clavaba sus colmillos en mi cuello. Me dejé llevar y ciertamente no dolía tanto como la vez anterior, pero si dolía.

De a poco me fui sintiendo mareada y débil, por lo cual me dejé caer en los brazos de Joe, quien me depositó en el piso al mismo tiempo que salía de la habitación.

Esperé un rato hasta poder pararme y curé mi herida. Me sentía débil y cansada, me recosté y cerré mis ojos, en un rato estaba profundamente dormida.

Amor con colmillosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora