Capítulo Siete

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Así que en teoría fui secuestrada por vampiros, uno de ellos me utiliza como fuente de alimento. Mi mejor amiga resultó ser un vampiro y no es mi mejor amiga. Mi no mejor amiga tiene un pasado turbio, a su abuela y a su madre las habían perseguido brujas, y a ella también. No tenía la menor idea de donde estaba y me dolían los ovarios.

Para resumir, soy un saco de piel relleno de sangre, no tengo amigos y me iba a venir el período cuando estaba rodeada de vampiros. Esta vida es hermosa.

Me levanté del rincón y comencé a caminar por la habitación, no era muy grande, pero era mejor que quedarse sentada en un sucio rincón.
No maltrates al rincón, es tu único amigo.

Genial, ahora me estaba volviendo loca.

Me volví a sentar en el rincón. No tengo idea de que iba a hacer. No estaba triste porque me había resignado a que iba a morir, lo único que quedaba por hacer era disfrutar del indefinido tiempo que tenía de vida.

Volví a silbar canciones, no tenía otra cosa por hacer, cuando una sensación para nada agradable invadió mis muslos. Y allí estaba la prueba de la hermosura de la vida, mi período había llegado.

Estaba por pararme, pero un Joe preocupado apareció por la puerta.

-Olí la sangre, ¿estas bien?- me preguntó mientras se acercaba a mi- ¿Te lastimaste?- volvió a preguntar.

-No es eso, es que... Tu sabes, eso... - respondí sonrojada. Esto era lo mas vergonzoso que me había pasado.

-No, no lo sé.- respondió Joe, claramente confundido.

-Me vino el período- dije lo más bajo posible. Es más, ni siquiera yo me había escuchado. Pero al parecer Joe si, porque me miraba con los ojos como platos.

-Ah, en ese caso, supongo que vas a necesitar, eh, tu sabes...- dijo nervioso- llamaré a Zoe, no sirvo para esto- y salió a paso apresurado.

En unos minutos apareció Zoe con unos cuantos bóxers y papel higiénico.

-Más tarde te traeré toallas sanitarias, por el momento esto te servirá.- dijo dándome las cosas- aquí tienes unas pastillas para el dolor, estarás bien.- y dicho eso se fue.

Rápidamente me cambié la ropa interior y puse algo de papel higiénico para, bueno, ustedes saben.

Tomé una de las pastillas y me recosté en el suelo, solo quería comer helado de cereza. Poco a poco me fui quedando dormida.

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Un ruido en la habitación provocó que me despertara y me incorporara.

-Aquí tienes, es helado de cereza, tus pensamientos me están taladrando la cabeza.- dijo extendiendo un pote de helado y una cuchara.

-Gracias- respondí metiéndome la cuchara llena de helado.- Aunque no tenias que hacerlo.

-Claro que tenía que hacerlo, no podía dormir porque tus tontos pensamiento sobre helado me interrumpían. Ya tienes el helado, ahora no pienses más en ello, ¿puedes?- dijo algo brusco.

Por lo visto Joe no sabe que las chicas estamos más sensibles en estos días.

Mis ojos se aguaron y dejé salir las lágrimas.

-Ay no, lo siento, no quise decirlo así- dijo Joe arrodillándose frente a mi, pero era inútil, yo estaba boca abajo llorando a más no poder.

-Lamento ser una molestia, no es mi culpa estar así- dije sollozando.

-Lo sé, lo lamento, te traeré chocolate, ¿si?- dijo tratando de compensar lo que dijo.

-Odio el chocolate- contesté llorando.- pero un poco de helado de menta no me vendría mal- dije dejando de llorar.

-Claro, voy a la tienda a comprarlo, ahora vengo- dijo saliendo de la habitación.

Comencé a comer el helado de cereza, cuando Joe regresó con el helado de menta ya me había terminado el de cereza. Joe me preguntó si necesitaba algo más, y yo le pedí una almohada, ya que dormir en el suelo y sin almohada me tenía adolorida.

Joe trajo lo que le pedí, me dijo que descansara y se marchó.

Me acomodé en el piso, esta vez con la almohada y volví a caer rendida. Esto de tener el período también tiene ventajas.

Amor con colmillosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora