Capítulo Diecinueve

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Me desperté en una habitación con poca luz y encadenada a un gancho en la pared. Vagos recuerdos de cuando desperté en la casa de Joel vinieron a mi y me hicieron caer en la realidad: no estaba con Joe, y puede que jamás vuelva a estarlo. Las lágrimas comenzaron a salir sin mi permiso, por más que me ordenaba detenerme simplemente la idea de no volver a verlo me golpeaba tan fuerte que me faltaba el aire.

Limpié mis lágrimas y volví a prometerme a mi misma que volvería a ver a Joel. No importa el costo.

Una de las brujas entró y me soltó la cadena.

-Es hora de comenzar la ceremonia- dijo contenta

No le respondí, solo le dirigí una mirada de odio.

Me llevó hasta una habitación, lo que vi allí me revolvió el estómago. Había muchas chicas amordazadas. Estas estaban llorando, se notaba que estaban realmente asustadas.

Yo por el contrario no lo estaba, estaba triste por perder a lo único que me importaba, pero no asustada, estaba enojada por que me arrebataron algo al segundo en que lo tuve, pero no asustada, estaba sintiendo todo lo que pudiera, menos susto.

-¿Que vas a hacer con ellas?- pregunté, y me sorprendí bastante al escuchar mi voz firme.

-Hay que hacer un sacrificio además de ti, pequeña mocosa.- dijo la mujer espeluznante

Había muchas más como ella aquí, estaban las tres mujeres que se habían aparecido, y otras 15 brujas más.

La palabra sacrificio estaba grabada en mi mente, no podía creer lo que estaba escuchando. Iban a matar a todas esas chicas.

Y así fue, tuve que ver una por una como las arrastraban hasta el centro de la habitación y con un cuchillo haciendo una incisión abajo de su cuello, haciendola sangrar en una caldera.

Tuve que escuchar sus gritos pidiendo ayuda, y eso jamás iba a salir de mi mente.

-Son unas perras sarnosas y merecen morir- dije enojada.

-¿Como nos llamaste?- preguntó una, sorprendida por mi respuesta.

-Perras, sarnosas- dije separando las palabras. Una de ellas me dio una bofetada tan fuerte que caí contra un mueble y un frasco de una sustancia color ámbar rodó hasta mi torso, sin que se dieran cuenta tomé el frasco y lo guarde en mi sujetador.

Una me tomó del cabello y me llevó frente a la caldera, donde todas estaban del otro lado a excepción mía y de la mujer de mis pesadillas, hizo la incisión abajo de mi cuello y comenzó a sangrar. Las brujas cerraron los ojos y comenzaron a recitar palabras en otra lengua. Aprovechando su "distracción" empujé a la mujer al otro lado de la caldera y arrojé el contenido del frasco en ella. El fuego comenzó a crecer y empujé la caldera, provocando que una pared de fuego nos separara a las brujas y a mi. La sangre de las chicas me tocaba los pies, al sentirme mareda comencé a gatear empapándome de sangre. Arrojaba todos los frascos y estos avivaban el fuego. Finalmente encontré un bidón de gasolina, supongo que planeaban quemar nuestros cuerpos luego. La arroje en la pared y en dirección a las brujas haciendo que algunas se prendieran en llamas, algunas llamas me llegaron a mi, pero ignoré el dolor y me concentré en alguna forma de escapar.

Solo había un problema, la puerta estaba ardiendo en llamas junto con muchas de las brujas.

Estaba en problemas, iba a morir quemada.

Comencé a sentir miedo, me senté en el suelo y abracé mis rodillas. No podía pensar en otra cosa que no sea el fuego.

Este era mi fin, me había esforzado y no había conseguido más que una muerte horrible.

Comencé a pensar en Tessa, en Danna, las quería mucho aunque no las conociera tanto, al pensar en Ashton las lágrimas salieron, y al pensar en Zoe rompí en llanto. Sin embargo, al pensar en Joe llegó la calma, al recordar sus ojos. Al recordar la promesa que me había hecho a mi misma.

Me levanté y comencé a buscar una solución. Este no sería mi fin.

No encontraba a nada, así que lo único que se me ocurrió fue golpear las paredes de madera. Estaba a punto de rendirme cuando logré hacer un orificio de tamaño suficiente para mi mano. Saqué la mano y comencé a romper de la madera, mi mano sangraba por lo raspones pero no interesa. Una vez que hice un hueco pequeño por el que creía que podría pasar me dispuse a salir, la madera me raspaba y ocacionaba heridas, pero eso no era nada comparado con morir quemada. Sentí las llamas tocando mis pies y me apresuré a salir sin importar el daño. Finalmente salí y pude ver la casa arder. No me di tiempo de ver mis heridas y salí corriendo por el bosque en busca de una carretera.

Sentí unos gritos de dolor provenir de la casa, y una sonrisa de satisfacción apareció en mi rostro.

-Ardan en el infierno, malditas perras sarnosas- dije para mi misma y continúe corriendo.

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Se que es algo corto, pero mañana me voy a un viaje y no creo poder subir en dos días, así que quería dejarlas/os con algo.
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Amor con colmillosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora