Los chicos dialogaron por un largo rato sobre cómo llegarían hasta el candelabro para poder buscar la dichosa llave, de la cual, ni siquiera sabían si era real. Teo, que era el más alto de todos ellos, le faltaban bastantes centímetros para alcanzar los cristales. Al final, entre Miguel y Teo, quienes eran los más altos, cargaron a Alonso mientras Pablo alumbraba con la lámpara.
Para Alonso era difícil buscar entre los cristales, ya que el reflejo de la luz le molestaba en los ojos. Aun así, hizo su mayor esfuerzo, ninguno parecía una llave, todos eran cristales comunes y corrientes. Justo cuando estaban a punto de bajarlo, Teresa se dio cuenta de algo.
―Chicos― dijo para llamar su atención.
―¿Qué pasa?― preguntó Miguel pujando, cansado de sostener por tanto tiempo a Alonso.
―Hay un dibujo― dijo señalando, los demás trataron de voltear, pero como ya no podían sostener más a su amigo, cayeron los tres al suelo. Pablo comenzó a reírse de ellos.
―No es gracioso― dijo Teo incorporándose mientras se quitaba el polvo de sus pantalones.
―¿Qué decías?― le preguntó Miguel a su novia.
―Hay un dibujo parecido en la biblioteca.
―¿Cómo?― preguntó Pablo desconcertado.
Entonces, Teresa le quitó la lámpara de las manos y alumbró la parte de arriba de las puertas de la biblioteca, no había nada.
―No lo entiendo― dijo desconcertada.
―¿Segura que no lo imaginaste?― preguntó Alonso entrecerrando los ojos.
―No, estaba justo ahí― decía mientras seguía alumbrando en aquella dirección. Se quedó unos momentos en silencio pensado, entonces lo comprendió. Dirigió la luz de nuevo al candelabro y el espectáculo de luces comenzó aparecer.
―¡Miren!― dijo emocionada ante su descubrimiento.
Los cuatro chicos voltearon a ver de nuevo y se sorprendieron mucho al ver que Teresa tenía razón, arriba de las puertas de la biblioteca, se encontraba una especie de dibujo que tenía la misma forma que la cerradura y los cristales.
―Pero... ¿Cómo?― preguntó Pablo sin quitarle la mirada de encima.
―No lo sé― contestó Teresa pensativa.
―Alumbra solo esa parte― le dijo Miguel mientras señalaba hacia la biblioteca.
Teresa movió la luz, las pequeñas lucecitas comenzaron a desvanecerse y para cuando la luz llegó hasta el lugar que señalaba su novio, el dibujo también había desaparecido. Los chicos se quedaron en silencio, tratando de procesar lo que sus ojos acababan de presenciar, ¿Cuál era el significado de ese dibujo?
―Tal vez deberíamos buscar en la biblioteca― dijo Teo rompiendo el silencio.
―Pero ahí solo hay espejos― dijo Alonso recordando que hasta apenas unos minutos, habían estado en aquel lugar.
―No estoy tan seguro de eso― contestó Pablo mientras volvía a tomar la lámpara y se dirigía hasta la biblioteca. Los demás lo siguieron sin cuestionarlo.
El lugar se veía igual que la primera vez que habían estado ahí, las repisas estaban llenas de espejos, no había ningún mueble, ni escritorio. Pero había un candelabro un poco más pequeño, como el que estaba en el salón. Pablo iluminó el candelabro con la lámpara y un nuevo espectáculo de luces surgió, pero había algo diferente.
―¡Son de colores!― dijo Teresa maravillada con los cientos de colores que las luces reflejaban.
Los otros chicos también se quedaron pasmados ante aquella preciosa exhibición, era increíble cómo un poco de luz, podía volver a un lugar tan triste y sombrío, en uno tan radiante y esplendoroso.
―La llave― dijo Pablo mientras seguía iluminando el candelabro.
Los demás salieron de su trance y comenzaron a buscar en la habitación algún indicio que los llevara a la llave, la cual, aún no sabían si existía. Comenzaron a buscar entre las repisas, tal vez se encontraba en alguna de ellas, pero no veían nada. Teo trató de buscar detrás de los espejos, pero estos estaban pegados a la madera, así que no podía moverlos.
―Aquí no hay nada― dijo Alonso con cansancio.
―Hay algo que se nos está pasando― decía Pablo mientras se tocaba el rostro con la mano que tenía libre.
―Pero ¿Qué?― preguntó Teo pensativo.
―Ven Mike, toma la lámpara― le dijo Pablo. Miguel se acercó hasta él y la tomó.
Pablo comenzó a observar la habitación con mucho cuidado, tratando de que nada fuera a escapársele, pero no veía nada que le diera algún indicio sobre donde podría estar aquella extraña llave. Después de unos minutos iba a darse por vencido, cuando lo vio.
―Ahí― dijo señalando el último librero.
―Yo no veo nada― dijo Alonso.
―Ese pequeño destello― dijo Pablo mientras se acercaba lentamente.
Había un destello que era diferente a los otros, procedía del espejo más pequeño que se encontraba en el librero. Al acercarse, Pablo miró detenidamente y notó que había una pequeña inscripción en el espejo.
―Clavem― leyó Pablo.
Entonces pasó algo que nadie supo cómo explicar, el espejo se rompió en cientos de pedazos.
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La Mansión de los Espejos
FantasiaPablo, incita a sus amigos a entrar a la gran mansión que se encuentra en la colina más alta, retándolos a comprobar que no existen fantasmas viviendo a través de los espejos. Sus amigos, no muy seguros del todo, lo siguen, sin saber que sus vidas e...