Fuegos Artificiales

86 15 11
                                    

El baile de las Rosas se encontraba en su momento más culminante, la orquesta tocaba sin parar una música maravillosa que entusiasmaba el alma y el corazón. Los invitados iban y venían a la pista de baile. Pablo e Izán bailaron sin cesar, dando vueltas, siguiendo el compás de la música, perdiéndose en sus movimientos y dándose miradas de afecto que ponían sentir, incluso con las máscaras puestas. Para ellos era como si no llevaran ninguna.

Miguel y Teresa conversaban con Víctor y Elíseo en una esquina de la habitación, mientras que Arán se encontraba con su abuelo hablando con unas personas. Teo había desaparecido junto con la chica de vestido amarillo y Alonso seguía bailando, esta vez con una joven de vestido lila. Todos estaban pasando un muy buen tiempo, el Baile de las Rosas había sido un éxito rotundo, algunos invitados habían comentado que fue incluso mejor que el anterior.

La media noche estaba cerca y las Señoras de las Flores seguían sin aparecer, fue entonces cuando el Abuelo de la Rosa le pidió a Arán que reuniera a los nueve jóvenes, ya que presentía que las cosas no habían salido bien con el Tribunal. Alonso fue a buscar a Teo y después de unos minutos, regresaron, Teo parecía algo apenado.

—Debemos prepararnos— dijo el Abuelo de la Rosa.

—Los caballos están listos— dijo Izán tomando la mano de Pablo para sentirse seguro.

—Si Dánae no aparece a la media noche, Arán tendrá que anunciar los fuegos artificiales. Cuando las personas comiencen a salir, ustedes podrán hacerlo sin llamar la atención.

—¿Qué pasará contigo?— preguntó Arán mirando a su abuelo con ojos de preocupación.

—Yo estaré bien, no te preocupes, querido Arán. Y recuerden, no miren atrás, no regresen. Ya encontraremos la manera de comunicarnos con ustedes.

—Abuelo...— comenzó a decir Izán, pero justo en ese momento, su madre apareció. Las otras Señoras de las Flores ya se encontraban en el gran salón.

—Silencio por favor— dijo la Señora de las Rosas y la orquesta dejó de tocar— faltan cinco minutos para la media noche, eso significa que es hora de ver los tradicionales fuegos artificiales— sonreía, pero sus ojos mostraban otra cosa— los invito a que nos acompañen al jardín para apreciarlos mucho mejor.

Los invitados comenzaron a salir por una enorme puerta de cristal que estaba en el gran salón, la cual conectaba directamente al jardín. Los nueve jóvenes se quedaron atrás, en espera de hablar con la Señora de las Rosas, pero ella ya había salido con la multitud.

—¿Qué deberíamos hacer?— preguntó Alonso.

—No lo sé— dijo Izán intranquilo.

—Vamos. Pero mantengan su distancia— dijo Arán caminando hacia la salida.

Las personas se acomodaron en el precioso jardín de la Ciudadela Rosa, tenía unos arbustos muy bonitos y por supuesto, había algunos rosales de color rojo, rosa y blanco. La Señora de las Rosas le hizo una seña a uno de los chicos de servicio y después de un minuto, los fuegos artificiales iluminaron el cielo.

Era un espectáculo muy hermoso, cientos de colores danzaban en la oscuridad de la noche, algunos de ellos hacían figuras de rosas, ¿Cómo era eso posible? Todos los presentes estaban maravillados ante lo que sus ojos estaban presenciando. Sin duda, fue una noche mágica, para muchos de los que se encontraban ahí. Pablo, quien no había soltado la mano de Izán desde que este tomó la suya, lo acercó un poco más a él, trató de quitarse la máscara para poder besarlo, pero Izán lo detuvo.

—Aún no— lo miró a los ojos— tenemos que tener cuidado.

Era cierto, aún no sabían qué fue lo que pasó en el estudio, no podría arriesgarse en quitarse la máscara y que alguien viera su rostro.

La Mansión de los EspejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora