Capítulo 29. Fiesta De Negro.

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Luna y Kilian habían conseguido la dirección de Dexter Jones, en otro momento le haríamos una linda y agradable visita, por el momento, debíamos volver a la universidad, por primera vez en semanas Luna decidió que era el momento preciso para volver al dormitorio, lo que dificultó que yo pasara más tiempo con Shantal, Luna entró al dormitorio sin siquiera enterarse de que acababa de arruinar nuestro momento. Shantal me miraba de arriba a abajo mordiendo su labio inferior. Me puse nerviosa.

—¿Qué miras, perra? —dije de la nada. Maldición. Shantal abrió los ojos con sorpresa— Lo siento, seguía en personaje —dije acercándome a ella con una sonrisa— Por poco me meten a la cárcel por tu culpa —dejé mi boca a milímetros de la de ella.

—Eras una abusadora que merecía ir a la cárcel —respondió ella mirando mis labios.

—¿Dónde aprendiste a actuar? —pregunté rozando sus labios, esperaba que ella rompiera el contacto antes que yo.

—Mi actividad extracurricular fue teatro en el colegio.

¿Qué espera para besarme?

—Es sorprendente que no hayas sido una porrista desde que naciste —bromeé.

Su lengua lamió mi labio inferior y decidí romper el contacto con un beso apasionado, Shantal enredó sus dedos en mi cabello y yo la acerqué más a mí tomándola de la cadera. Podíamos hacerlo en el cuarto de aseo como aquella vez o... un carraspeo hizo que nos alejáramos.

—Es mejor si conservan esas lenguas dentro de la cavidad bucal donde pertenecen, señoritas —escuché la voz de mi madre. Shantal se ruborizó. Era una de las pocas veces que estaba avergonzada.

—Dejan entrar a cualquiera aquí —comenté besando la mejilla de mi madre.

—Señora Cruz, qué bueno volver a verla —Shantal se acercó a besar su mejilla.

—Llámame Charlotte. A mí también me alegra verlas —dijo Charlotte con una sonrisa, ¿a mi madre le agrada Shantal?— Sé que dije que se ven bien juntas, pero no necesitaba ver esta clase de escenas.

—Oh, no, mamá, es solo sexo —le aclaré, sentí el tacón de Shantal enterrarse en mi zapatilla, mi madre me miraba confundida.

—Debo irme, Charlotte, como siempre, es un placer verla —dijo Shantal apresurada, noté que sus mejillas se tornaban de un rojo más intenso y no pude evitar reír.

—Adiós, Shantal, cuídate —le dijo mi madre para después mirarme con los ojos entrecerrados.

—¿Qué? ¿No es una ternura? —me referí a Shantal.

—La invitaré a cenar.

—No, sería...

—No era una petición, y tú no estás invitada, estrella —me interrumpió observando su reloj— No puedo quedarme mucho tiempo más, solo vine a decirte que tenías razón, tuve un lapsus y lo lamento —me quedé en silencio, era lógico que estallara después de que le ocultara eso por tanto tiempo, no era lógico que se disculpara por hacerlo— No volverá a pasar —extendió sus brazos pidiendo un abrazo y yo se lo di sintiendo que mi vida se reseteaba— Sé que siempre intentas hacer lo correcto. Te amo, Dania.

—Y yo a ti, mamá —respondí.

Mi madre se separó de mí con rapidez y se dio la vuelta, sabía que evitaba que viera sus lágrimas, pero cuando recuerdas cada instante que has vivido, es difícil que te oculten cosas, las lágrimas de mi madre no pasaron desapercibidas.

(...)

Había llegado la hora de la dichosa fiesta de negro, tuve una breve discusión con Regina porque ella decía que la había hecho seguir a Shantal por días cuando no era necesario porque había elegido asistir. Mi madre me había entregado el dispositivo que Georgina había diseñado, era diminuto y solo debía dejarlo conectado al pequeño teléfono y después de 2 minutos me enviaría las coordenadas a mi teléfono. Fácil. Solo debía hacer que hablara.

La Reina de DiamantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora