|G A T O S|

243 23 2
                                    


Luna.

Los dos niños mayores estaban en colegio, Peter tenía su día de descanso por ello aprovechaba para atender a los cuatro más pequeños de la casa: Luna, su bebé de un año y par de meses, Marcel, Mili y Misha tres gatos gordos que acogieron sin pensarlo hace más de cinco años cuando los encontraron tirados en una caja en el parque pensando que serían sus eternos bebés.
Luna los adoraba pese que era un poco alérgica al pelaje de las mascotas, algunas de las veces estornuda y era todo.
La pequeña castaña clara se encargaba personalmente de darles de comer, sus papis dejaban pedacitos de comida en su plato y amablemente los tiraba al piso, teniendo a los felinos debajo de su silla. Esa mañana no era la excepción.

—Lu. Ven— llama Peter a la pequeña en busca de atención —papi tiene que ir un minuto al baño— la tomaba de los brazos sentando la en una de las sillas pequeñas plástico con un vaso de leche —¿serás buena niña y quedarte aquí?— miró aquellos ojos verdosos similares de los de su esposo cuando le dijo que sí no moviendo la cabeza —eres una preciosa bebé— besó su frente mostrando una sonrisa antes caminar fuera de la vista.

—¡Ah!¡mami!— ríe de forma escandalosa pensando que están jugando, comienza a mover su torso para bajar de la silla. Los gatos fingieran ser niñeras vigilando el atigrado desde el sillón, el naranja tomando sol por la ventana y el gris frente a la niña.

—Ya voy, quédate ahí— la puerta estaba ligeramente entreabierta doblando la esquina del muro, su voz se escucha fuerte y claro.

Misha (gato grisáceo) mueve su cola, llamando la atención de la bebé, baja la silla pero cae el vacito al suelo desparramado en una mancha por la madera. Mili baja desde la ventana y Marcel brinca del sofá directo a beber la leche, cual aspiradora.

Mami se había perdido dos segundos, el silencio se le hizo raro luego seguido del sonido de algo caerse —Luna— pronuncia tranquilo, terminando y lavándose la manos rápidamente al no tener respuesta. Sale y topa una imagen del todo graciosa: los gatos lamiendo del piso rápidamente y Luna tirada de panza entre e igual que ellos bebiendo. —Dios mío— suspira pasando una mano por su rostro antes de tomarle una foto, algo de anticuerpos por beber del piso no le harían daño, no cuando él comió lodo por culpa de su gemela.

La nena alzó la mirada —¡mami!— sonrió al ser lastimosamente levantada.

—Papi te va a volver a bañar antes que llegue baba y pregunte porqué estás pegajosa — sostenida de un brazo mientras del otro le quitaba la pijama anaranjada directo al baño. Luna miraba por la espalda de su progenitor como los gatos terminaban el charco de su leche.

Un nuevo amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora