Hacía ya unos días que mis pesadillas fueron más allá de lo que pudiera imaginar. Al principio, solo soñaba con aquel bosque, un lugar sombrío, en el que la noche caía de repente. Se encontraba en un mundo muy diferente al mío, pero ahí estaba yo. Con el paso de los días, la oscuridad era más profunda, apenas veía con claridad, y ya no podía distinguir los cientos de troncos contra los que chocaba. Tenía el cuerpo más magullado con cada minuto que pasaba, cada golpe era más doloroso, y ya no podía distinguir entre sí soñaba o no. Mi respiración era rápida, demasiada rápida para un joven de dieciocho años que siempre había cuidado de su físico. El terror me paralizaba, pero aun así seguía corriendo, intentando encontrar la luz de la luna que me guiara en mi camino. No podía parar, porque cada día aquel hombre estaba más cerca. La primera noche de mis sueños, no estaba, pero notaba su frialdad, su aliento, sus ganas de atraparme. La segunda pude distinguir su sombra entre las ramas de los árboles, me observaba desde cualquier parte, él era mi cazador y yo su presa. Yo seguía corriendo en ese bosque interminable, no me cansaba, pero no sabía cuánto tiempo estaría ahí y mis fuerzas empezarían a flaquear en cualquier momento. A la semana seguía teniendo el mismo miedo, pero no las mismas ganas de correr. Él estaba más cerca y ya alcanzaba a ver sus desgastadas manos.- ¿Por qué me perseguía a mí? Me preguntaba con cada gota de sudor que caía por mí frente, el cual no mojaba, pero si me desgastaba.
Estaba soñando, en el fondo lo sabía, pero parecía tan real. Los días pasaban y distinguía su ropa oscura, sus brazos, sus piernas, la sangre que caía por su cuerpo. Distinguía todo menos su rostro, una cara borrosa, la cual no podía ver, no era reconocida, y eso es algo que engañaba a mi subconsciente, impidiéndome reconocer a aquel hombre sin rostro. A las dos semanas, ya no podía más y cuando vi la luz del camino que me iba a salvar, caí de repente entre ramas secas y polvo de la tierra donde mis piernas se pararon para siempre. Me retorcí de dolor y ahí estaba él, a unos cinco metros, viniendo muy lentamente hacia mí. Como pude, me arrastré hacia un árbol para que me sirviera de escudo, una protección que no me serviría para nada. Yo lo sabía, pero por dentro, aún tendría una esperanza.
- Tal vez no tenga ojos- pensé al instante. Por lo que cubrí mi boca con mis manos temblorosas e intenté relajarme, para que no pudiera verme.
De nada servía, ya estaba ahí, y yo seguía llorando por el dolor de unas piernas inutilizables. A comparación del comienzo de mis pesadillas, si tenía miedo, y ese miedo era real, muy real. Una rama se rompió a medio metro de mí, ya estaba ahí, era mi final, no comprendía si era un sueño o no, pero aquel hombre nunca había estado tan cerca mío. Notaba su brazo acercándose cada segundo que pasaba. Yo, en ese momento, me paralicé, y mi piel se irritó por completo al escuchar tres simples silbidos. Su mano, acarició uno de mis hombros, y una voz salió de aquel individuo, la cual solo dijo dos palabras que me marcarían para siempre, como ya lo habían hecho en mi pasado.
- Te pillé-. Dijo el hombre sin rostro con una voz fúnebre, al cogerme por primera vez.
Desperté al instante como cada mañana, yo a penas podía creer que eso había sido un sueño. Ese sudor era real, ahora sí mojaba mi cuerpo, mi cama, mi pijama. Tenía la misma respiración acelerada, pero ya no el mismo miedo. Un día más, una noche menos, pensaba al secarme y al incorporarme en la cama. Lentamente miré a alrededor de mi habitación, incluso debajo de mi cama, pero en ese espacio solo había luz, una claridad que entraba por una de las ventanas de mi habitación. Me senté sobre uno de los laterales de la cama y tiré la camiseta sudada al suelo. Froté mis ojos y ya apenas recordaba el sueño o, mejor dicho, la pesadilla. Cogí una libreta negra con un bordado en dorado, en el cual ponía mi nombre, Javier. En ella escribía mis mayores miedos, incluidos las semanas en las que el hombre sin rostro venía hacia mí.
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El Hombre sin rostro
Mystery / ThrillerSinopsis: Tras la muerte de sus padres, Javier, vuelve a su pueblo de la infancia (Alameda de las Torres). En ese lugar, se volverá a encontrar con sus viejos amigos, los cuales, se vieron obligados a separase tras perder a un miembro del grupo para...