Sinceramente, me sentía aliviado. Habíamos descubierto lo más importante, todo aquello que nos estaba sucediendo era real. Al dejar a Elena me sentía intimidado por todo, pero ese era el castigo que el más allá nos había mandado. Nunca creí en la existencia paranormal, ni siquiera en la religión cristiana, pero en mi cabeza solo era capaz de rezar. No nos salían las palabras, teníamos miedo, él nos podría encontrar en cualquier momento. Sabía que podría morir en cualquier instante. Qué pasaría si escuchará tres silbidos andando solo por la calle, ¿correría? No sería capaz de ganar a una bestia como la que atacó a Elena, sería imposible.
- Yo también tengo miedo, todos lo tenemos, pero tenemos que intentar solucionar esto- Dijo Rocío mientras me agarraba la mano
- No creo que haya forma- Replique yo separándome de ella.
Rocío, se quedó parada a dos metros de mí. Me sentía mal por lo que había dicho, estaba aliviado, pero muy desesperado. Me había comportado como un idiota, en esos momentos lo único que no podíamos hacer era perder la calma.
- Perdóname, de verdad- Dije mientras agachaba la cabeza.
Ella ando algunos pequeños pasos y me agarró el cuello, incorporando mi barbilla y secandome algunas lágrimas.
- Estamos juntos, ¿Recuerdas? -
Era la segunda vez que me lo decía, y simplemente tenía razón. Éramos un grupo, y si uno de nosotros ya daba por perdida su vía, ¿Qué clase de amigos seríamos? En el fondo no éramos ni amigos, pero debíamos ayudarnos.
- ¿Habrá alguna forma de ganar? - preguntó Rocío.
No sabía que responder. Tal vez la hubiera o tal vez no. No quería que perdiera la ilusión, pero tampoco quería que la tuviera. Era demasiado confuso, yo solo pensaba que la única opción que me quedaba era ser el último en caer. ¿Si ganaba, podría vivir? No podíamos romper las reglas del juego, por lo Dylan tampoco podría romperlas. Pero la cuestión era que los demás morirían, y sinceramente, yo no podría cargar con aquello en mi consciencia.
- No quiero ir a casa- Me dijo Rocío mientras estábamos parados en su puerta.
Era muy tarde, a mí tampoco me apetecía volver a casa. No quería encontrarme con mi tía, pero ella estaría dormida. No tendría que dar explicaciones a nadie, pero en cambio Rocío si, las luces de su casa estaban encendidas, y su cara, no parecía haber disfrutado de una buena tarde.
-Te vienes conmigo, mi tía no se enterará-
Se lo dije sin pensar, pero en el fondo era lo mejor. Ella me ayudó a subir aquel muro. La policía me hubiera pillado si no me hubiera cogido. Podría dormir en mi casa y nadie se enteraría, por lo que decidí ayudarla.
Ella aceptó, así se ahorraría muchos problemas y no tendría miedo a estar sola. Sinceramente, yo tampoco quería estar solo. Tenía miedo de estar en mi cama y que Dylan apareciera en mi oscura habitación. Podría estar en mi armario, debajo de mi cama, en el techo, o en cualquier parte. Era un espíritu real, y con un solo dedo podría aplastarme. Rocío me acompañaría y si éramos dos, al menos podríamos ayudarnos mutuamente.
Llegamos a casa, y sin hacer ningún ruido entramos por la puerta, subimos los escalones muy lentamente, mi tía podría despertarse y nuestro plan de arruinaría. Ella nunca dejaría que una chica se quedará a dormir conmigo, por lo que necesitábamos darnos prisa. Entramos a mí habitación y cerré el pestillo, era lo más lógico que podía hacer, por lo que ya estábamos a salvo. Por la mañana ella se iría a organizar el próximo curso, y si cerraba, no nos vería al marcharse.
Mientras yo pensaba en cómo sobrevivir al enfado de mi tía, Rocío se sentó en mi cama. Esta vez la que estaba cabizbaja era ella, su cuerpo temblaba de arriba a abajo. Seguramente habría entrado en una especie de pánico, era lo más lógico, pero ahí estaba yo para protegerla.
- ¿Estás bien? - Le pregunté mientras lentamente me sentaba a su lado.
- No - dijo ella en voz baja.
En esos momentos, no me sentía capaz de animarla, yo estaba igual que ella. Era demasiado triste ver qué gente tan joven como nosotros moriría, pero también fue triste que Dylan hubiera muerto por nuestra culpa.
- Nunca se lo he contado a nadie, pero creo que te lo debo decir- dijo Rocío.
Al pronunciar esas palabras, yo me quedé confuso. ¿De qué estaría hablando? Todos teníamos secretos, ¿pero que se pudieran contar en ese momento? Podría imaginar decenas de cosas, pero lo que me contó no estaba entre ninguna de ellas.
Por primera vez en años, Rocío confesó algo muy importante que había estado guardando. Ella si vio como Dylan se dirigía hacia la parte más alta de la montaña, y había sido por su culpa. Rocío huyó tras escuchar silbar a Dylan en aquella excursión. Era difícil correr por ese terreno, por lo que la joven cayó al suelo y su pierna quedó atrapada entre ramas secas. Dylan, fue corriendo a ayudarla, ella era su amiga y no podía verla allí tirada. Al llegar, el joven la pilló, estaba eliminada. Rocío, no se lo consintió, le obligó a dejarla seguir jugando, le había ganado la carrera y el tiempo para atraparla se había acabado. El pequeño, no había conseguido atrapar a nadie, por lo que no aceptó las palabras de su amiga. En esos momentos Rocío le amenazó con echarle del grupo, tenía que ganar sí o sí, por lo que esa era su mejor arma para conseguir seguir jugando. Dylan comenzó a llorar y aceptó lo que ella había pedido, se fue triste y cabizbajo. Era solo un niño y estaba triste por estar solo en ese bosque. Rocío le indico que los demás estaban arriba de la montaña, si iba podría pillarles, y así ella bajaría y ganaría la partida.
Cuando Rocío vio que el joven no volvía con los demás, intentó disimular. Ella no sabía que decirles a los profesores ni a los agentes que habían asistido a la búsqueda.
- Murió por mí. - Repetía una y otra vez.
Yo al escuchar su historia me sentía culpable también. Todos guardábamos secretos, pero ese era el inicio de un salto al vacío. Se sentía el cazador, había matado a su presa, y esos roles no debían haber sido así. La guadaña cubría sus espaldas, era el reflejo de una muerte inesperada. Pero eso no era así.
La confianza que puso en mí para contármelo fue única. Otras personas no lo hubieran contado nunca, guardarían sus secretos hasta su propio final, así lo habría hecho yo. Apenas nos conocíamos, pero sus palabras eran suficientes para demostrarme que ella si confiaba en mí ante la pesadilla en la que nos encontrábamos.
Era el momento idóneo para que dos personas se fundieron en un beso, pero el momento no lo pedía, al menos yo lo veía así. Ella siempre me había gustado, pero esos minutos no eran para gastarlos en amor. El miedo y la rabia eran suficientes para no poder dormir, y menos para abrir nuestros corazones. Debíamos descansar, intentaríamos buscar algo para poder vencer a Dylan.
-No puede ser- Dijo Rocío.
En ese instante cogió su teléfono y leyó un mensaje que venía del grupo que habíamos creado para estar en contacto los unos con los otros. Al verlo, supe que Dylan ya se habría cobrado a su primera víctima. Uno de nosotros había sido eliminado para siempre. Mi cara se volvió hielo y mi corazón dejo de latir por unos segundos, reflejando así, un tic tac que demostraba como el tiempo cada vez sería más justo para cada jugador. Esa persona había descubierto su fin del juego. Nosotros, seríamos los siguientes.
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El Hombre sin rostro
Mistério / SuspenseSinopsis: Tras la muerte de sus padres, Javier, vuelve a su pueblo de la infancia (Alameda de las Torres). En ese lugar, se volverá a encontrar con sus viejos amigos, los cuales, se vieron obligados a separase tras perder a un miembro del grupo para...