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Hace apenas una hora, Phineas se colocaba la camiseta y tiraba las toallas mojadas en la cesta de la esquina de su habitación. Fin de semana sin nada que hacer, eso era un poco deprimente, pero también pacífico. Normalmente Zoey siempre insistía en salir a algún lugar, parecía que simplemente se aburría tanto en casa que prefería salir, pero esta vez él se había negado.
Su madre últimamente andaba más histérica de lo normal, prefería ignorarla, sin embargo, a veces se le hacía imposible. Las órdenes y los castigos salían en su boca cada vez que exhalaba. Phineas ya se sentía como un pedazo de basura cuando ella separaba los labios. Por eso optaba por salir con Zoey, era como colocarse auriculares al máximo volumen cuando todo a tu alrededor es ruidosamente desastroso.
Pero, ahora, solo estaba en casa.
Se lanzó en la cama, por encima de las sábanas, y levantó el libro sobre su rostro. Se sentía tan ciego. La sombra opacaba toda la página sin dejarlo ver nada, aun así mantenía la mirada fija. Parecía tener sentido. Notaba a la desesperación asomársele por la garganta, no quería ser quien su madre decía que era. No quería ser inútil, no quería sentarse sin hacer nada, no quería mantenerse quieto mientras veía como su padre moría. Pero no podía hacer nada el respecto ¿Verdad?
"Dime que es verdad o empezaré a llorar". Pero él también estaba tan inseguro.
Tragó saliva y tiró el libro a un lado. La pasta era desconocida, nunca la había visto en su vida. Ahora nada parecía tener sentido, aunque hace un momento sí. Sentía que iba de un lado al otro sin hacer nada importante. Quería gritar.
Caminó de puntillas hacia la puerta, tenía los pies descalzos y el cabello algo húmedo todavía. Parecía que el temporizador no funcionaba, estaba helando. Podía escuchar los sonidos en la cocina, las pastillas y los frascos, el agua en un vaso y la respiración desesperada de su madre. Ella estaba destruida por dentro.
Comenzó a bajar lentamente, como si fuera un niño pequeño, aunque lo sentía de esa manera. Descendía las escaleras. Pudo oír un par de quejidos y tos desde un extremo del corredor, la habitación de su padre. Aunque era sus dos padres, ahora es más de él desde que enfermó. Pasar por su habitación era someterse a un puñado de sensaciones que solo hacían que el estómago de Phineas se revolviera. Tristeza, melancolía, lástima, remordimiento, culpa.
Era un poco raro que Phineas no recordara mucho de su padre antes de la enfermedad, no recordaba verlo parado en dos pies en el pasillo, no recordaba la última vez que habían tenido una conversación sin que tuviera un repentino dolor, en realidad, no recordaba siquiera la última vez que habían hablado.
Todo fue tan rápido, de un momento al otro los análisis habían tenido resultados fatales y todo era medicamentos, toses y lágrimas. Como si de pronto, con el sol sobre ellos y la radio en lo más alto, chocaran en la carretera.
— ¿Phineas? —Su madre estaba parada en el pasillo, quieta. Se veía sorprendida de verlo allí. No la culpaba
—Ehh... —No sabía que decir— ¿C-cómo está papá?
De verdad había dicho eso, no sabía si fue lo correcto o no. ¿Qué estas cosas les pasan a las familias, a las personas, era lo correcto?
—Necesita medicinas, pero no los encuentro. —Tenía un frasco en la mano, lo sacudía con desesperación.
Si su madre, que leía minuciosamente cada receta y compraba exactamente cada frasco contando todas las pastillas dentro, no podía encontrar los medicamentos, Phineas menos.
— ¿Podrías... —Suspiró. Phineas sabía que ella estaba pensando si en realidad él sería capaz de hacer algo por su padre— solo cuidarlo mientras las busco?
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Young and Lost: Love
Teen FictionNadie sabe por que Phineas, Criss y Joshep repentinamente rompieron su amistad el verano pasado, pero no hay que ser tonto notar lo incómodos que se ven y todos los problemas que hay entre ellos. Más cuándo un rumor muy personal sobre uno de los tre...