Capítulo 12: Decepciones

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La fiesta se desarrollaba sin inconvenientes, la ansiedad que había flotado en el ambiente debido a la curiosidad por saber el segundo nombre en la pareja habiéndose desvanecido tras Aaron haber dado su discurso.  Ahora reinaba en el salón un aire festivo, mucho más que al principio, las alegres charlas de los invitados mezclándose con la música de fondo provista por los músicos. Los invitados reían, copa en mano, mientras se movían de un lado al otro, saltando de conversación en conversación como liebres en el bosque.

Ahora que los Reyes habían hecho su salida, estos habiendo cumplido con sus obligaciones, los invitados podían darse el lujo de disfrutar de la fiesta sin preocuparse por las apariencias, el volumen de sus alegres risas subiendo a medida que la embriaguez iba golpeándolos.

El pequeño y selecto grupo de Hermanas que había acompañado a Nadhia estaba acosando a alguien en una esquina, sus emocionados chillidos de admiración mezclándose con las risas, la música y las conversaciones, haciendo que el ambiente fuese realmente insoportable para Anne.

Ni siquiera desprovista de la capacidad de percibir sus emociones podía permanecer en ese ruidoso salón, rodeada de todas esas personas que fingían no estar registrando cada uno de sus movimientos. Antes no había soportado ser el centro de atención, su miedo a lo que podía ver en las miradas de las personas siendo uno de los grandes problemas que la acosaban desde que era pequeña. Ahora, a pesar de su actual estado de insensibilidad, estar en la mirilla de toda esa gente no fallaba en ponerle los pelos de punta.

La joven se puso de pie y se dirigió hacia el balcón, sus pasos llevándola más allá, hacia la pequeña puerta de hierro que daba paso al jardín. La puerta se abrió con un chirrido que más que escucharlo sintió bajo sus dedos, y Anne no perdió tiempo en escabullirse hacia el jardín, lejos de las voces, las risas y las decenas de ojos que habían estado taladrándola durante toda la noche.

Siguió avanzando, alejándose de las hirientes palabras cargadas de burla que le habían ofrecido las Hermanas cuando se habían acercado a “saludarla”, como le habían dicho; de la intensa mirada del Rey, esa que se posaba sobre ella con la fuerza de un relámpago; de los murmullos de las personas que se paseaban por su lado y se preguntaban quién era ella y qué hacía allí, con voces que llegaban fácilmente a sus oídos. Alejándose de esa multitud que lo único que hacía era incitar el miedo y la ansiedad dentro de su ser, algo que ella sabía que estaba allí, formando un pozo en su estómago, pero que no podía sentir gracias al hechizo — ¿había sido realmente uno?— que Aaron le había lanzado y que era lo que evitaba que estuviese armando un escándalo en esos momentos.

Mientras caminaba por el empedrado en dirección a la miríada de arbustos y árboles que decoraban esa parte del jardín, Anne recordó lo que había sucedido hacía horas y cuyo resultado podía verse claramente en su apariencia.

Después de haber sido lanzada dentro de aquella austera habitación, y de haberles dirigido a sus ocupantes una desafiante mirada, se vio premiada con insultos y palabras cargadas de desprecio salidas de los labios de sus atacantes. Anne había contado dieciséis personas —quince hombres y una mujer, entre los cuales se encontraban los Reyes del Segundo Reino—, las cuales habían demostrado de una forma u otra su descontento con la situación y con su presencia en el castillo y en el Hellaven.

Al final había sido su falta de respuesta ante sus insultos lo que había impulsado a la Reina a ordenarles a unos Guardias, los cuales aparecieron de la nada, que la atasen. Anne no había tenido oportunidad de encogerse de miedo ante la imponente y aterradora presencia de los dos hombres que se habían estado acercando a ella como los depredadores que eran, porque una fuerza invisible la había golpeado en la espalda haciéndole perder el equilibrio.

La Premonición: Segunda Parte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora