愛して ➵ Yuwin

悪魔

"You, my beloved, belong to only me."

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La muerte de ChenLe fue la más dolorosa de las tres para SiCheng, pues era la que más culpable le hacía sentir. Si tan solo le hubiese acompañado a la maldita parada, si tan solo le hubiese llevado a tomar un taxi o a tomar el autobús, quizás seguiría vivo. Se sentiría mejor si fuese él la víctima, el pequeño estaba aún tan lleno de vida...

Esta vez no pudo completar el interrogatorio, no pudo oír las palabras de los policías, no lo soportó. Su llanto era intenso, sus sollozos fuertes, su garganta y sus ojos ardían. No podía comprender que clase de monstruo estaba haciéndole esto, ¿Por qué alguien tan inocente, sin culpa de nada? ¿Por qué alguien que apenas comenzaba a vivir su vida? No lo merecía, para nada, pero su cuerpo había sido abandonado como todos los demás, obra de un hombre, si es que podía dársele tal calificativo, sin pizca alguna de empatía. Un loco, un enfermo que buscaba arrebatarle todo lo que le quedaba en la vida. No había ninguna otra manera de describirlo.

SiCheng se enterró en su apartamento. No asistió al funeral, no se atrevió a ver el cuerpo. No quería ver a alguien tan puro irse de una forma tan atroz.

Quería desaparecer y no ver a nadie, quería que la tierra se abriera y se lo tragase ahí mismo, enterrarse en un agujero y no volver a salir de ahí, morir ahí mismo, porque no creía poder soportar mucho más con ese vacío, tras una perdida tan horrorosa y a la vez tan repentina.

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La policía ni siquiera tenía la menor idea de que hacer, de como arreglar este desastre. El maldito enfermo que había causado todo esto se había asegurado de no dejar ni una sola pista. Ningún rastro de forcejeo, nada de ADN, absolutamente nada, como si fuese obra de un fantasma o de un genio, alguien que sabía lo que hacía, y que podía seguir haciéndolo sin ser descubierto. El crimen perfecto.

No quedó más remedio que obligar a la gente a quedarse en su casa cuando empezara a oscurecer, a cerrar sus negocios, dejar las calles vacías para que el monstruo no hiciese de ese sitio tranquilo un mar de sangre. Querían evitar más víctimas, pero no había forma de  saber como hacerlo si no había ni el más mínimo indicio de quien era el autor de los crímenes.

Tenían que encontrar a ese desgraciado antes de que barriera por completo el pueblo, o antes de que todos sus habitantes colapsaran por el miedo.

El infierno se estaba alzando sobre ellos.