CAPÍTULO. XIX "DECISIÓN"

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Apenas veinticuatro horas habían transcurrido desde que enviara a Tzuyu a encontrarse con el ejercito Ttalgi a las puertas de Nihon, pero para Chaeyoung se sentía como si hubieran sido años. Quizá porque lo que más le preocupa, aun por encima del encuentro de Tzuyu con el General Chanyeol, era el regreso de Mina a Nihon; a su país y a su familia.

Si hubiera podido hubiera implorado por la seguridad de su esposa, por la seguridad de su familia, por su bienestar. Pero ella había tenido una gran participación en el malestar de Mina y los que la rodeaban. Y también en el suyo propio. Durante esas larguísimas horas en medio de la desigual batalla de resistencia, no podía sentarse y meditar, pero tampoco podía evitar darse cuenta de a donde les había llevado su terrible ceguera. Y su estupidez.

Habían resistido todos los embates durante el día a base de una fuerza voluntad férrea, el indiscutible valor y habilidad de los guerreros que la acompañaban y Chaeyoung tenía la esperanza de que después del atardecer, los intrusos se rindieran al menos durante la noche.

Pero no fue así.

Desde la caída de la noche hasta ya muy pasada la medianoche, los embates no se habían detenido.

No eran las cargas convencionales de un ejército en forma sino tal vez la Torre habría caído horas atrás pero aun así, con los limitados recursos con los que contaban, las oleadas inesperadas de ataques los obligaban a mantenerse constantemente en alerta continua.

Chaeyoung podía ver que los pocos hombres que tenía estaban hambrientos, heridos y agotados. Ella estaba hambrienta, herida y agotada. Pero no podía darse el lujo de demostrarlo.

-¡Se están replegando nuevamente!- gritó Rosé a Chaeyoung en medio de las sombras. Cuando oscureció acordaron encender la menor cantidad posible de antorchas, apenas para que pudieran identificar a sus atacantes. Además, utilizando varios sacos con arena y yelmos de los caídos, creaban el efecto de tener más hombres de los que en realidad tenían.

Los monigotes no podían ayudar pero al menos contribuían a desconcertar a los atacantes. Durante cada oleada, los hombres y monigotes de Chaeyoung se movían en la sombra a nuevas posiciones de defensa y ataque. Rosé y Jeongyeon además de guerreras atendían las heridas lo mejor que podían y todo hombre que no estaba inconsciente o muerto peleaba o resistía, aun en medio del dolor.

Ahora y para Siempre | MichaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora